"SUHAILA"
21 de enero de 2008
Acabo de despedirme de Madame. Tengo que darme prisa en subir al club. Al parecer, las habitaciones de todas las chicas que trabajan aquí se encuentran en la planta baja, como en una especie de sótano, compartiendo espacio con los baños. Solo he tenido tiempo de ver a mis dos compañeras, pero creo que hay más chicas, porque se oyen taconeos continuamente. ¿Cuántas habrá? Es la primera vez en mi vida que me pongo zapatos de tacón… —¿se llamaban así?— y no sé muy bien cómo andar con ellos. ¡Ni siquiera sabía que existían hasta hace un rato! Empiezo a caminar, pero no consigo mantenerme de pie, de modo que antes de llegar a las escaleras me caigo. Intento levantarme, con las manos apoyadas en el suelo, pero me resbalo y caigo de nuevo. A la tercera recupero la postura y al menos logro mantenerme recta. Me da miedo avanzar un paso más por si de nuevo vuelvo a perder el equilibrio. Estos zapatos son demasiado endebles e inestables. ¿Cómo pueden las mujeres usarlos? ¡Son súper incómodos! Las escaleras se me hacen eternas, menos mal que hay al lado una barandilla donde puedo agarrarme. De no ser por eso seguro que habría rodado.
—Guauuuu… —digo en voz muy baja.
Acabo de llegar a lo que ellos llaman «El Club» y esto es lo que menos esperaba encontrar. Esta zona es un espacio enorme, redondo y con cortinas cada dos metros. Predominan las luces rojas y moradas, y en el centro hay algunos sillones donde puedo ver a hombres y mujeres besándose. Algunos toman algo. Otros solo hablan. A mi derecha hay una barra donde una chica joven está sirviendo bebidas a los clientes. Se escucha una música muy rara, y además está demasiado alta. Parecen disfrutar, pero yo no sé qué hago en este lugar. Las mujeres enseñan el culo y los pechos. Tan solo llevan un círculo negro que les tapa el pezón. Son demasiado guapas, no puedo competir con ellas. Tengo la sensación de que todo el mundo me mira de arriba a abajo, sobre todo los hombres. Hay algunos que probablemente me triplican la edad. ¡Podrían ser mi padre! Respiro hondo y camino hacia delante, entrando de lleno en el enorme salón. Rodeada de hombres veo de nuevo a Madame, que no entiendo cómo ha podido llegar antes que yo. Bueno, es lógico. Soy una patosa andando con los tacones, ella seguro que ha subido sin problema. Pero, ¿cómo? No la he visto. Estaba sola cuando me he caído. ¿Habrá más escaleras? Seguramente. ¡Cuánto me queda por descubrir de este lugar! Tendré que investigar más.
—¡Suhaila! —Se acerca Madame hacia mí, dejando a varios hombres esperar—. ¡Tengo buenas noticias para ti! Estás siendo muy demandada. —No sé qué significa esa palabra—. Todos los hombres quieren acostarse contigo. Me acaban de decir que se ha corrido la voz de que eras nueva y tremendamente guapa y han venido expresamente a probarte. ¿Qué te parece? —Creo que me voy a desmayar.
¿Todos esos hombres que acabo de ver junto a Madame quieren… acostarse… conmigo? ¿¡QUÉ!? No sé si sentirme mal, fatal o peor que fatal. ¿Qué broma es esta? Sin embargo, saco la mejor de mis sonrisas, aunque creo que tengo más cara de asustada que otra cosa.
—No te preocupes, Suhaila. Es normal que estés impresionada… —Me apoya—. Pero el hecho de que todos quieran estar contigo es increíble. Eso significa que tendrás mucho trabajo todos los días, y así podrás conseguir dinero rápido y marcharte cuanto antes de este infierno. —Me sonríe—. Venga, vamos, que te espera tu primer cliente. —¿Mi primer cliente? Oh, Ya Allah, me quiero morir—. Lo más importante es que te muestres segura de ti misma y confíes en que lo vas a hacer genial. Si ellos ven algo extraño no querrán volver a quedar contigo.
Me aprieta la mano como muestra de fortaleza. «Lo tengo que hacer por mi hija. Lo tengo que hacer por mi hija. Lo tengo que hacer por mi hija», cierro los ojos para mentalizarme. Por ella y solo por ella. Por ti, mi niña. Mi preciosa Zaida. Haré todo lo que haga falta por ti. Lo mejor será no pensar en lo que estoy haciendo y seguir avanzando. Esa será mi clave para aguantar este martirio que no ha hecho más que comenzar.
(***)En menos de una hora ya he aprendido qué son y para qué se utilizan los preservativos, que al parecer también se llaman «condones». He descubierto que existen juguetes sexuales. Hay clientes que piden usarlos y tengo que estar informada. Me sé de memoria las posturas sexuales más demandadas. «Qué bien he memorizado la palabra nueva que me ha enseñado Madame, ¿no?», pienso yo misma. Me siento orgullosa. Pero sin duda, estoy abrumada por la cantidad que hay. En mi país creo que desconocen la mayoría de estas técnicas. Qué diferentes somos… Nunca imaginé que en España existirían estos lugares. ¿El resto de países también tendrán estas casas para practicar sexo? Mejor no lo pienso… Después de la breve explicación de Madame ha llegado el momento de la verdad: mi primer cliente. Yo ya estoy preparada en una de las habitaciones que componen el salón principal, escondida tras la cortina y esperando sentada en una cama. Parece cómoda. Nunca he dormido en una de ellas. Esta será la primera noche que lo haga. En Yemen dormimos en el suelo encima de las alfombras. Me tendré que acostumbrar a esto también… El ligero movimiento de las cortinas hace que mantenga la mirada clavada a ellas. Y ahí está: mi famoso primer cliente. Es un hombre alto, delgado, con el pelo algo canoso… Debe tener unos cincuenta o sesenta años. No estoy segura. ¿Qué hago ahora? Me pongo de pie. No sé si debería saludar o esperar a que él lo haga. Por muchos consejos que te den sobre algo cuando llega la hora de la verdad nunca es tan fácil como parece. Finalmente, me atrevo a saludar.
—Déjate de recibimientos. Yo he venido aquí a follar, así que vamos al grano, que el tiempo cuenta y quiero aprovecharlo al máximo. —Me quedo de piedra. No esperaba esa respuesta. Parece que nunca se me va a olvidar quién fue mi primer cliente.
De acuerdo, si así lo quiere, así lo haremos. «Esto va a ser difícil, Suhaila. Esto va a ser muy difícil». Me armo de valor para comenzar mi jornada.
Me pide que le haga una felación y hago memoria para recordar a qué se refiere. No es fácil acordarse de términos nuevos para mí y más aún si me los dicen en otro idioma. El hombre se baja los pantalones y se sienta en la cama. A la misma vez me levanto y me arrodillo en el suelo. Miro su pene. El miedo me paraliza. ¡No sé cómo hacerlo! UFFFFF. «Vamos, Suhaila, ¡vamos! Estás tardando demasiado. ¡HAZLO YA!», mi voz interior me ayuda a dar el paso y sin pensarlo demasiado cojo con la mano derecha el pene del hombre. Acerco mi boca hacia su miembro. Se lo chupo deslizando mis labios y mi lengua al compás de arriba hacia abajo, como buenamente puedo. Me pide que aumente el ritmo y cada vez se lo hago más y más deprisa. Sus gemidos me ponen un poco nerviosa. Me coge del pelo y me empuja en dirección hacia la felación. Su último gemido se prolonga demasiado y noto su semen en mi boca. ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Qué asco! El hombre se tumba hacia atrás, mientras el líquido se escapa de mi boca, aunque aún conservo gran parte dentro. ¿Qué hago con esto ahora? ¡No puedo escupirlo aquí…! Ya Allah… Tengo que…. No tengo más remedio que tragármelo. Aggggg. ¡Está malísimo! ¡Qué ganas me están entrando de vomitar!
—Ponte encima y ¡fóllame salvajemente! —¿Cómo es eso? ¿Qué es «follar salvajemente»? No lo entiendo.
—Vamos, ¡date prisa! —insiste.
Ya se ha puesto el preservativo. Me subo encima de él, tal y como me ha pedido, y su pene entra en mi vagina de forma brusca. ¡Me hace daño! ¿Por qué tengo que aguantar que me duela para que él disfrute? ¡Joder! No es justo… Pone sus manos en mi cintura, una a cada lado, y me mueve como a él se le antoja. Estoy realmente cansada, me falta hasta el aliento y me escuece muchísimo ahí abajo. Llevo más de diez minutos encima, y al cabo de dos más se corre dentro de mí y me aparta hacia un lado. Creo que ha quedado satisfecho y que he realizado mi trabajo correctamente. No ha sido la mejor experiencia de mi vida, pero al menos no me ha faltado el respeto. ¿Qué más puedo pedir?
(***)Son más de las cinco de la mañana. He superado las doce horas trabajando. No puedo con mi cuerpo. Llevo un par de días sin dormir, tan solo lo que pude en el avión. Creo que necesito descansar. Solo tengo ganas de meterme en la cama y llorar. Me siento destrozada. Necesito ver a mi hija. Necesito que alguien me ayude a salir de aquí. Hoy ha sido uno de los peores días de mi vida. Jamás se me olvidará. He tenido que practicar sexo con más de nueve hombres. He perdido la cuenta hace unas horas. No puedo continuar aquí. Esta situación tiene que acabar cuanto antes.
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...