Cap 46: ~Las reglas del juego~

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"MADAME"

21 de enero de 2008

Toc, toc, toc. 
   
—¿Suhaila? —Se escuchan ruidos dentro.
   
No contesta nadie. 
   
—¿Suhaila? ¿Estás ahí? —insisto de nuevo.
   
Un instante después el silencio se rompe. 
   
—Sí, está aquí… Enseguida te atiende —responde una voz sofocada. Me suena mucho. Creo que es el Bulldog. 
   
La puerta se abre en apenas unos segundos y ¡efectivamente! He acertado de lleno. El Bulldog sale de la habitación, metiéndose la camisa por dentro de los pantalones y limpiándose el sudor de la frente. Me puedo imaginar a qué ha venido. Miro a la cara a Suhaila y su rostro se muestra triste y desolado. Ya tiene la ropa puesta para ponerse a trabajar. Prefiero ignorar lo que acaba de suceder e ir directamente al grano. Soy maestra en fingir que no pasa nada. 
   
—Venía a hablar contigo. Hay algunos detalles que tengo que explicarte antes de que empieces tu primer día —le digo. 
   
No responde, así que le sigo hablando. 
   
—Verás, aquí las cosas funcionan de una manera concreta y es haciendo todo lo que te digan los jefes. No pruebes a retarles, porque pueden hacer verdaderas barbaridades. Créeme. Sé que tienes una hija… —Suhaila se acerca a mí y empieza a llorar—. Tienes que ser fuerte y valiente. Esto es un verdadero infierno, te lo aseguro, pero todo habrá merecido la pena cuando vuelvas a ver la cara de tu pequeña. —Le tiendo mi mano en la suya—. Aquí vas a ser una verdadera esclava. Todas las noches cuando te vayas a dormir tendrás ganas de no volver a despertarte, pero en ese momento tienes que pensar en tu hija y no rendirte. Yo también he pasado por donde tú estás ahora. Hace muchos, muchos años, cuando se abrió este local. Ahora ya estoy vieja y demacrada, y ¿quién va a querer a una cuarentona? Ellos te quieren a ti, carne fresca y en buen estado. El cliente es el que demanda, aunque a estos proxenetas de pacotilla tampoco se les da nada mal meterles el rabo a todas las que pasan por aquí. Nunca se te ocurra tratar mal a un cliente. Siempre tienen que verte predispuesta y con una sonrisa en la boca. Pidan lo que pidan. Ellos son los que pagan, que de hecho pagan bastante bien, pero tú nunca verás ese dinero. Lo que ganes diariamente lo tendrá el Bulldog controlado y te lo irá descontando de lo que les debes. Solo venía a darte unos cuantos consejos, y estos son los mejores que te puedo dar. Llegar aquí es una putada. Es muy duro no tener ni idea de dónde estás, ni qué tienes que hacer, ni por qué tienes que ser tú la que haga esto, pero tienes que aguantar —le digo. 
   
Ella no se pronuncia ni una sola vez. Solo está atenta para ver qué más le cuento. 
   
En el poco tiempo que le queda para empezar a trabajar, le cuento más cosas y le doy algún que otro consejo, aunque durante los últimos minutos no para de mirar el reloj que hay colgado en la habitación. 
   
—Creo que debo irme ya, el Bulldog me ha dicho que a las cinco tenía que estar arriba en el club. 
   
—Sí, así es —afirmo—. Venga, vete. No quiero que llegues tarde. Ya hablaremos más detenidamente en otro momento.
   
Se pone unos tacones de aguja de color negro que le vienen un poco grandes y se dirige hasta la puerta. 
   
—Gracias por esta conversación y por los consejos —me agradece. 
   
—Confía en mí. Muy pronto verás a tu hija.

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