"SUHAILA"
31 de mayo de 2003
Llueve. Hacía meses que no veía las gotas de lluvia caer del cielo. Es algo que me impresiona desde que soy pequeña y siempre que empieza a llover me quedo embobada sin pestañear disfrutando de las cosas bonitas que nos regala la vida. Hoy es sábado y creo que va a ser un día tranquilo. Rayhan está trabajando en unos asuntos con su padre en la planta de abajo y yo estoy aquí arriba mirando por la ventana, tomando té y escuchando el agua gotear sobre Saná. Creo que me hacían falta unos días de tranquilidad para descansar, porque mi vida últimamente ha sufrido muchos cambios y aún estoy asimilando todo esto. Vivir en esta casa es totalmente distinto. En todo momento me tratan como si fuera una princesa o al menos esa es la sensación que tengo. Rayhan se desvive porque no me falte nunca de nada, me cuida, me mima y siento mucho cariño cuando estoy cerca de él. Nunca se podrán comparar, pero en sus brazos encuentro lo que había en los de mamá: un refugio. Todos los días me acuerdo de ella y no puedo dejar de echar de menos a Hassan, pero por fin he entendido que no van a volver, ni los voy a poder abrazar por última vez. Ahora es momento de continuar el camino viviendo por los que ya no pueden. Esta nueva etapa, cargada de buenos y felices momentos, ha llegado para demostrarme que es posible dejar todo lo malo atrás. No he tenido unos años fáciles. He sufrido mucho, he perdido a mi familia y he sobrevivido conviviendo con un hombre demente, pero ahora eso se acabó. Por fin vuelvo a sonreír sin necesidad de preocuparme por los problemas. ¡No puedo creer en la burbuja en la que vivo! Hace tan solo unas semanas estaba encerrada en casa de Farid bajo amenazas, humillaciones y maltratos, y ahora con Rayhan me siento como nunca antes. Cada día intento ver más allá y buscar dónde está el error. Pienso en si será una broma de mi padre o me están engañando, pero nunca encuentro ningún fallo a pesar de mantenerme alerta. Esto es igual de real que los puñetazos que Farid me daba en el estómago. Y hablando de él… La última vez que le vi fue el día de la boda antes de la ceremonia. Desde entonces, no ha venido a verme y yo tampoco me he sentido con fuerzas de volver a mi antigua casa. Aunque allí todavía sigan mis hermanos, en este tiempo he aprendido que cuando estás plenamente feliz en un lugar no quieres volver a donde no lo fuiste. Disfruto el último sorbo que me queda de té y relleno el vaso con unas hierbas secas para calmar el dolor de barriga. Me encuentro fatal y lo único que me apetece es pasar el día tumbada. Creo que estas infusiones están en todas las casas yemeníes, al menos mamá también las tenía. Deben ser una especie de medicina tradicional de nuestro país, porque su efecto desde luego es inmejorable. Siempre que siento dolor me preparo unas pocas y en cuestión de unos minutos estoy recuperada. Sin embargo, esta vez llevo tres días tomándolas y sigo teniendo ganas de vomitar. Anoche Rayhan me preguntó preocupado si estaba bien. Me contó que me encontraba muy pálida, pero yo le respondí que solo necesitaba descansar y me fui a dormir, sin mencionar nada sobre la somnolencia que llevo cargando a las espaldas desde hace varios días. El crujido de las escaleras hace que desconecte de la caída de las gotas de lluvia del cielo. Rayhan ha debido hacer ya el descanso de media mañana. Sus pisadas se escuchan al subir al segundo piso.
—¡Hola, mi amor! —me dice—. Anoche nos dejamos algo pendiente, ¿no?—No sé de qué me hablas, Rayhan —le digo, pero claro que sé a qué se refiere.
Desde que nos casamos «hacemos el amor», como él dice, casi todos los días de la semana. Ayer él tenía la intención de hacerlo por la noche, pero yo me fui a dormir enseguida. Justo cuando estaba a punto de caer rendida sentí como una mano tocaba mis partes íntimas, pero no quise abrir los ojos y me hice la dormida. Como no reaccioné, Rayhan apartó la mano, se tumbó a mi lado y se quedó dormido conmigo. No voy a mentir si digo que la mayoría de las veces me escaqueo si puedo. Si no lo evitara estaríamos todo el día sin parar. Me gusta que me trate bien, pero no quiero hacer esas cosas con él. Me recuerdan a Farid.
—Oye, ¿de verdad que no te ocurre nada? —me pregunta—. Tienes unas ojeras espantosas y cada día estás más pálida. Con lo morena que eres tú… —Me levanto de la alfombra sin contestarle—. ¿Suhaila?
Salgo corriendo. Me ha venido una bocanada de repente y necesito vomitar. Sentir los fluidos viscosos en la boca me produce… Puag. Solo de pensarlo me entra angustia. Consigo llegar al baño tras tropezar con dos cojines y una manta. Me agacho a la letrina y expulso todo lo que tenía dentro de mi cuerpo.
—¡Suhaila! —exclama Rayhan que ha seguido mis pasos y está justo detrás de mí.
—¡Qué mala me he puesto en un momento! —Ya estoy más calmada.—Esto no es normal, Suhaila. Ya es la cuarta vez que vomitas esta semana. Deberíamos llamar a Jamil para que venga a observarte. Es tu médico de confianza, ¿no? A lo mejor es solo un simple resfriado o cualquier tontería, pero me quedo más tranquilo si te revisa y nos dice que está todo correcto. Voy a pedirle ahora mismo que se acerque en un momento.
—Gracias, Rayhan. Sí, creo que será lo mejor. Yo también me estoy empezando a preocupar.
Me limpio con un poco de papel los restos de vómito y regreso de nuevo a la habitación para reposar junto a la ventana, en la misma posición que estaba antes. Aprovecho mientras Jamil llega y me pongo el hiyab para estar preparada. Pensaba que una vez casada me obligarían a llevar burka como a mamá. Menos mal que no ha sido así. Eso también me hace muy feliz. El hiyab es mucho más bonito y menos agobiante. Con él me veo guapa cuando me miro al espejo cada mañana y voy a poder seguir sintiendo el aire en la cara. ¡Que sensación más maravillosa! Esto es gracias a Rayhan. Le debo mucho. Muchísimo. En tan solo unas semanas ha hecho por mí más que Farid durante toda la vida. Me ha regalado la libertad que tanto ansiaba, y eso nunca lo voy a olvidar. Ser libre es el mejor regalo que podía hacerme.
En menos de quince minutos Jamil ya está en casa y Rayhan lo recibe asustado. Suben rápidamente por las escaleras y me encuentro de nuevo con Jamil, después de varias semanas sin saber nada de él. Sonrío al volver a verle con su famoso maletín en la mano. Tal y como lo recordaba. Tras la boda ha sido todo un poco caótico. Primero fueron las presentaciones, luego la adaptación a esta casa, conocer a la persona con la que me acababa de casar, después llegaron los continuos vómitos… En cuanto me recupere, si puedo, tengo que ir sin falta a la casa de Jamil. Es un buen amigo para mí, y les tengo que contar muchas cosas a él y a Delila sobre mi nuevo hogar.
—¿Qué te ha pasado ahora, Suhaila? No puedo dejarte sola unas cuantas semanas. Qué harías sin mí, eh… —Se ríe y me abraza.
Lleva razón. Si no tuviéramos su ayuda no sé qué haríamos. La sanidad aquí es muy cara y no podemos permitírnosla. Hemos tenido suerte de haberlo podido tener cerca siempre que lo hemos necesitado y espero que eso continúe siendo así. Tras el largo abrazo, nos sentamos y me examina. A Jamil le encanta hacer preguntas, así que esta vez no iba a ser menos.
—¿Has tomado algo en mal estado estos últimos días? —Comienza el interrogatorio.
—Que yo sepa no.
—¿Quizá demasiadas grasas?
—No, todo lo que he comido apenas tiene grasa.—¿Con qué frecuencia vas al baño? —Su pregunta estrella.
—Entre lo que sale por debajo y por arriba… bastantes —respondo sonriente, pero avergonzada.
Presiona levemente la zona estomacal, las costillas por la parte de la espalda y la pelvis para ver si siento dolor. Rayhan en ningún momento se extraña al ver que está tocándome.
—Necesito descartar algunas posibilidades y para eso tengo que hacerte un análisis de sangre y otro de orina.
Las comprobaciones que me ha realizado parece que no son suficientes. Me va a pinchar y voy a tener que volver al baño, menos mal que creía que iba a tener un sábado tranquilo.
—Si lo hacemos rápido, puedo irme ya e intentar tener los resultados pronto. Así podremos saber cuanto antes de qué se trata. Seguramente no sea nada más que un virus, así que no tenéis que preocuparos —dice mientras sostiene los tubos de los análisis en las manos.
(***)Desde que se fue Jamil no he conseguido comer nada. Todo lo que entra por mi boca vuelve a salir. Aunque tengo hambre, soy incapaz de mantener nada en el cuerpo. Rayhan está bastante preocupado. Se lo noto en la mirada. Me ha traído una botella de agua para que al menos me hidrate, pero no bebo más de dos tragos sin que me produzca angustia de nuevo. Me siento junto al teléfono que tenemos en la mesa del salón a esperar la llamada de Jamil. Al cabo de un rato, Rayhan termina de trabajar y sube para ver cómo me encuentro. Se sienta a mi lado y seguimos esperando juntos a que suene el teléf… RINGGGGG. RINGGGGG. ¡Qué susto! El sonido es demasiado fuerte y se me encoge el corazón. Rayhan descuelga y su cara cambia completamente al escuchar la respuesta de Jamil. Le agradece que se haya dado tanta prisa y cuelga inmediatamente. Me mira conmovido.
—Suhaila. Estás embarazada.
Me quedo muda. Esto es lo último que me esperaba.
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...