"SUHAILA"
20 de enero de 2008
Me despierto muy temprano. Esta noche ha sido horrible. No he conseguido cerrar los ojos ni dos minutos. Solo quería que amaneciera cuanto antes y se acercase el momento de irnos. Estoy tan nerviosa que no sé ni cómo actuar delante de Rayhan. Hoy es el último día de mi vida que lo voy a ver y me pregunto cómo debo sentirme al respecto. He de admitir que me da incluso hasta un poco de pena. Al fin y al cabo él es el padre de Zaida, pero, aunque me pese, no puedo quedarme de brazos cruzados esperando ver qué ocurre cuando tenga un par de años más. No voy a permitir que sus recuerdos sean violaciones y maltratos. Ella aún no entiende nada, es una niña, por eso mi deber es protegerla y alejarla de él. Cuando sea mayor y pregunte por su padre, le contaré toda la verdad, pero ahora es momento de actuar. Más vale ser precavida que lamentarlo en el futuro. Mientras Rayhan y Zaida siguen dormidos, aprovecho para ultimar el equipaje. Ayer, antes de que Rayhan llegase a casa, preparé algunas cosas y las escondí en la cocina, detrás de la despensa donde guardamos la comida. Estaba segura de que ese sería un lugar donde nadie miraría, porque la única que siempre está allí soy yo. Hasta ahora no he sido verdaderamente consciente de que son mis últimas horas en esta ciudad. La que me ha visto crecer. En la que he perdido a mi madre y a mi hermano Hassan, en la que nunca llegué a tener relación con el resto de mis hermanos, en la que mi padre, del cuál no sé nada desde hace meses, me ha dado las mayores palizas de mi vida, en la que me he casado y he pasado a ser propiedad de otro hombre más… pero prefiero no pensar solo en lo malo, porque también me ha dado la mayor alegría: mi hija Zaida. Ya tiene cuatro años. Está grandísima. Para comérsela. Ella es la razón por la que sigo viva y no me he suicidado. Desde que nació, ha sido el motor de mi existencia, mi salvamento y el sendero hacia la libertad de ambas. Hay personas a las que les toca sufrir muchísimo hasta conseguir ser felices, pero creo que nuestro momento ha llegado. A partir de ahora nos merecemos disfrutar como no hemos podido hacerlo antes. Estos últimos años he estado tan preocupada por lo que me hacía Rayhan, que no he tenido tiempo de verla crecer. No he prestado atención cuando le han salido todos los dientes, ni a sus primeras palabras, ni siquiera cuando venía corriendo, reclamando un abrazo. No me siento orgullosa de ello, pero sí con fuerzas de cambiar y ofrecerle un nuevo rumbo. En España tendrá la educación que necesita, nuevos amigos y una casa donde poder desarrollarse feliz y sin las ataduras de un padre maltratador. En Saná dejo muchas cosas que, algún día, pasarán a formar parte de mi pasado, pero aquí también me he enamorado, y eso me lo llevo conmigo. Jamil, además de Zaida, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Él es el hombre con el que quiero pasar el resto de mis días. Porque lo he elegido yo. Porque me ha hecho descubrir el amor. Porque le quiero.
Escucho que Rayhan se está levantando y rápidamente vuelvo a esconder el equipaje en la despensa. Salgo de la cocina con el desayuno en las manos, para que así lo tenga preparado nada más salir de la habitación. Como de costumbre, no me da los buenos días ni me mira a la cara. Para él es normal actuar como si yo no estuviera y con los días también se ha convertido en algo habitual para mí. Tengo que hacerle ver que mi rutina sigue igual que la de todas las mañanas y no se va a alterar en cuanto él se marche, así que me dispongo a prepararle el desayuno a la niña y recoger la habitación donde dormimos. ¡Mierda! Ayer se me olvidó completamente ir al cementerio. Entre los nervios que tenía y que aún no me creo que me voy, se me fue de la cabeza. Antes de ir al aeropuerto le diré a Jamil que si podemos pasar un momento por el cementerio. Necesito visitar a mi madre y a Hassan para despedirme de ellos y contarles la locura que voy a hacer. Aunque seguro que ya lo saben. Me cuidan desde donde quiera que estén. Sé que Jamil es un regalo de mamá, para que su nieta y yo seamos felices. Cómo me habría gustado que hubiera podido disfrutar de Zaida. Seguro que la habría cogido en brazos a todas horas cuando era un bebé… Qué rápido pasa el tiempo. Siempre he pensado que la vida es muy injusta, sobre todo con quien menos tiene que serlo, y que la muerte es la única certeza que tenemos mientras vivimos. No importa quién seas ni dónde te encuentres, si tienes dinero o no, si eres el más afortunado o el más desgraciado del mundo. Cuando menos te lo esperes, la muerte llegará a ti y cambiará la vida de todos los que dejas atrás. Solo espero que ahora estén en un lugar mejor y me pueda reunir con ellos cuando llegue mi momento.
Rayhan está a punto de marcharse. Le veo coger sus cosas desde el pasillo y me mira fijamente.
—¿Qué vas a hacer hoy? —Su pregunta me deja totalmente aturdida.Es muy raro que me pregunte eso, porque últimamente nunca se preocupa por mí. Hace días que no hablamos. Si lo hemos hecho han sido dos o tres frases por pura necesidad y, desde luego, no para preguntarme nada sobre mi vida. Qué extraño todo. Precisamente hoy, cuando estoy a punto de marcharme, me pregunta que qué voy a hacer. No sé… ¿Sabrá algo? Es imposible. Es imposible. No. Esto solo lo sabemos Jamil y yo, y, obviamente, ninguno de nosotros le ha contado nada. «No te montes paranoias, Suhaila», me digo a mí misma, «todo está en tu cabeza». Me autoconvenzo. Llevo razón. No sabe nada. Estoy muy nerviosa ahora mismo y cualquier cosa me va a parecer rara, así que le respondo sin darle más vueltas al asunto.
—Iré al cementerio a ver a mi madre y a mi hermano. Llevo mucho tiempo sin ir y justo hoy hace once años de la muerte de mi madre —miento a medias. Es cierto que voy a ir al cementerio, pero hoy no es su aniversario.
No responde y avanza hasta el final del pasillo para besarme en la mejilla. No sé qué le ocurre, ¿por qué ahora me da un beso? No entiendo absolutamente nada. Me quedo inmóvil sin saber cómo reaccionar y Rayhan se marcha cerrando la puerta al salir. Parece que es él el que se va y no yo. Todo me resulta muy confuso, pero decido no darle importancia. Recuerdo mis propios pensamientos: «No te montes paranoias, Suhaila. Todo está en tu cabeza». Todo está en mi cabeza. Todo está en mi cabeza. Todo. Ahora tengo que darme prisa, meter las cosas que me faltan en la maleta y dejar todo preparado para cuando Jamil venga a buscarme. No tiene que tardar mucho.
El tiempo corre demasiado despacio. Solo han pasado diez minutos desde que Rayhan se fue y parece que llevo un día entero esperando a Jamil. El equipaje está listo, y Zaida ya está vestida y lleva su peluche en la mano.
—¿Dónde nos vamos, mamá? —Esto no lo tenía planeado. ¿Qué le respondo?
—Nos vamos de vacaciones, cariño, a un lugar como el que ves en los cuentos. Con muchos juguetes y niños con los que podrás jugar.
—¿Allí habrá una escuela para niñas como yo? —Sus palabras me atragantan.
—Por supuesto, mi amor. Allí podrás ir al colegio todos los días y aprenderás muchas cosas. Serás una niña muy, muy, muy lista. —Se me cae una lágrima—. Y cuando seas mayor podrás trabajar de lo que tú quieras. ¿Qué te gustaría ser?
—Quiero ser princesa —me cuenta ilusionada.
—¿Princesa? ¡Guauuuu!
—Sí, quiero ser princesa para salir en los cuentos y que todas las niñas quieran ser como yo. Tener mi mismo pelo, mis vestidos y mis zapatos. —Se me cae la baba de escucharla.
—Si tú quieres ser princesa, ¡serás princesa, mi vida! Estoy segura de que vas a ser la princesa más guapa del mundo y todos te van a querer muchísimo. ¡La princesa Zaida! ¿Qué te parece? Suena bien, ¿verdad? —Sonrío con ella.
La abrazo tan fuerte que me pide que pare porque no puede respirar. Qué exagerada soy a veces, pero es que la quiero tanto que no lo puedo evitar. Tres toques suaves en la puerta me avisan de que Jamil ya está aquí. Antes de salir le advierto a Zaida sobre varias cosas importantes para que todo salga bien.
—Zaida, cariño. Ha llegado el momento de irnos. —Abrocho los botones de su chaqueta.
—¿Y papá? ¿No viene? —la pregunta estrella.
—Papá tiene que quedarse por trabajo, pero seguro que saca un hueco para poder hablar con nosotras. Además, volveremos a Saná y él nos estará esperando aquí —miento—. No podemos estar toda la vida de vacaciones, ¿no crees? —Le hago reír—. Será solo una temporada y, si estamos bien, papá se vendrá a vivir con nosotras allí para que tú puedas ir al cole todos los días. ¿Te parece bien? —Asiente con la cabeza—. Pero me tienes que prometer una cosa. A partir de ahora te tienes que portar muy, muy bien. No puedes hablar con nadie, ¿de acuerdo? Si alguien te pregunta algo, no respondas. Yo les diré que no sabes hablar aún. ¿Hacemos un trato de chicas?
—¡Síii! —Pobrecita mía…
—Entonces ¿queda claro que hasta que no lleguemos a nuestro destino no hablarás con nadie?
Vuelve a confirmar con la cabeza.
—Eres una niña muy obediente. —Nos reímos a escondidas—. Venga, coge tus cosas, que nos vamos.
Zaida, con su peluche debajo del brazo, y yo, con la maleta en la mano, salimos por la puerta dejando atrás cuatro paredes con muchos recuerdos. No puedo evitar mirar el salón y acordarme de su nacimiento, o cuando comenzó a andar por este pasillo… ¡Basta! No puedo avanzar si los buenos momentos me arrastran al pasado. Ahora empieza una nueva vida. Tendremos que aprender a formar nuevos recuerdos lejos de aquí.
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...