Cap 58: ~Tocada y hundida~

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"SUHAILA"

1 de febrero de 2011

Mis primeros clientes del día han cancelado la cita que teníamos. Se trataba, según me han informado, de un hombre y una mujer que eran pareja y querían que me acostara con la mujer mientras el hombre miraba. Uf, de la que me he librado. Estas cosas no son plato de buen gusto. Me siento muy incómoda cuando me observan desde fuera. Si no me queda más remedio, lo haré, pero mientras que se pueda evitar, mejor. Aún así, seguro que el Obispo ya se está encargando de ponerme con alguien. Es el rey de la persuasión. Estoy convencida de que le ha hablado de mí a algún hombre de la barra, diciéndole que no le voy a defraudar y que tiene que acostarse conmigo para tener el mejor polvo de su vida. Vamos, lo conozco como si lo hubiera parido. Así que antes de que lo haga tengo que ir urgentemente al servicio. Con las prisas se me ha olvidado pasar cuando subía al club, y no puedo aguantarme más. Bajo las escaleras principales y entro al baño que hay enfrente de las habitaciones. Al abrir la puerta, me asusto creyendo que alguien me observa, pero no soy más que yo misma, reflejada en el espejo que hay al lado de los lavabos. Veo una cara distinta a la que estaba en el mismo lugar hace un par de semanas. Estoy totalmente demacrada. No tengo brillo en la mirada y el color de mis ojos ya no parece verde azulado. ¿Cuándo saldré de aquí? La deuda cada vez aumenta más. Nunca se termina. A veces pienso que estaré encerrada hasta el final de mis días. Estoy tan agotada que, en ocasiones, me cuesta mantener el ritmo y seguir de pie. Las citas con los clientes se me resisten, me cuestan mucho más que al principio. Me echo un poco de agua por la cara y la nuca para refrescarme, pero el sonido de las gotas no ayuda a mi vejiga. Entro rápidamente en uno de los retretes. ¡Que alivio! Ya no aguantaba más. Mientras orino, escucho un ruido. Parece que alguien está llorando. Me limpio y tiro de la cadena. Sigo el sonido del llanto, hasta el final del pasillo, pero no veo a nadie. Creo que hay alguien escondido detrás de la puerta. Sea quien sea, llora desconsoladamente. Giro el pomo para abrirla y… ¡ES LIZZETH! Pero, ¿qué hace aquí? La encuentro tirada en el suelo, como si no le quedasen fuerzas. ¿Por qué está llorando? 
   
—¡Lizzeth! —Le sujeto la cara entre mis manos—. ¡Lizzeth! ¿Qué ha pasado? ¡Cuéntame qué te ocurre! —Tiene el rostro totalmente cubierto de lágrimas y mocos. Nunca he visto a nadie llorar así. 
   
Sus manos están contraídas y sostienen un sobre. Se lo intento quitar, pero enseguida reduzco la fuerza. Ya no me hace falta. Ha resbalado. Me tapo la boca con las dos manos y una lágrima cae por mi cara. No puedo creer lo que estoy viendo. Miro de nuevo la fotografía que hay en el suelo y es imposible dejar de llorar. Es una niña totalmente cubierta de sangre. Jaineba está muerta.

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