Cap 23: ~Menos que el resto~

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"RAYHAN"

30 de diciembre de 2004

Es noche cerrada. A pesar de no ser aún las siete de la tarde, ninguna tienda está abierta y apenas hay gente por las calles. Solo he visto a dos mujeres regresando a sus respectivos hogares y a un hombre que intentaba arreglar el coche alumbrado por las luces del patio de su vecino. El camino hasta llegar a casa se hace lento y pesado. Tengo los labios entrecortados. El qat hoy me ha dejado bastante nervioso y no he parado hasta hacerme sangre. Menos mal que solo quedan dos calles para encontrarme con Suhaila, si no acabaré quedándome sin labios. Me apresuro y saco las llaves antes de tiempo. Ser tan impaciente a veces me desespera, pero no aguanto más. Necesito verla ya. Cuando giro la calle corro rápido hasta llegar a la puerta de nuestra casa. Las manos me tiemblan. No consigo meter la llave por la cerradura hasta que, al cabo de unos minutos, la puerta principal se abre. Suhaila está al otro lado esperándome en el recibidor con un regalo entre las manos. 
   
—¡Bienvenido a casa! Te he preparado tu postre favorito y me he puesto guapa para ti. ¿Te gusta cómo me he arreglado? —pregunta entusiasmada. 
   
No le dejo más tiempo para preguntas. Retiro el postre de las manos y la beso desenfrenadamente. Le quito el hiyab. Quiero ver su pelo, tocarlo, sentirlo, perderme entre su mantón laberíntico de melena negra. Ella me sigue el juego. Noto que está más cariñosa de lo normal. Acaricia mi cuello y enciende mi cuerpo. Le quito la ropa, pero las prendas se enredan entre sí y Suhaila me mira asustada. 
   
—Quiero hacer el amor contigo, pero me gustaría ir más despacio. Hoy he estado pensan… —No quiero escucharla. 
   
—Cállate y colabora. Ayúdame a quitarte la ropa. Quiero verte desnuda ahora mismo. —Jadeo. 
   
—Pero, Rayhan. Podemos primero cenar y cuando se duerma la niña… —propone.
   
—¿No me escuchas cuando te hablo? ¡AHORA ES AHORA! —Saco mi pene—. Ya me sé yo esos cuentos tuyos. Siempre dices eso de esperar a que se duerma la niña, pero luego tú también te quedas dormida y nunca hacemos el amor. Esta vez lo vamos a hacer ahora. Así que, desvístete. —Ordeno. 
   
La dirijo hasta la habitación que está al lado del pasillo. Nos valdrá este espacio para echar uno rápido. Me quito el resto de ropa hasta quedarme completamente desnudo. 
   
—Por favor, Rayhan. No me hagas tú también esto… —me suplica a punto de echarse a llorar y tapando sus pechos con las manos.
   
No escucho sus palabras. No servirán de nada. No me va a convencer de lo contrario. Hoy mando yo y follaremos hasta que no se me levante más. Quiera o no quiera. El hombre es quién decide y la mujer la que acepta las decisiones del hombre. No hay más que hablar. Me acerco a ella y retiro desapaciblemente las manos de sus senos. Suhaila sale rápidamente de la habitación y empieza a correr por el pasillo de la casa, subiendo a la planta superior y escondiéndose en el cuarto de baño. Cuando alcanzo sus pasos ya se ha encerrado. Instantáneamente, mis manos empujan la puerta. No puedo abrirla. Suhaila está detrás haciendo fuerza en sentido contrario para que no pueda entrar. 
   
—Suhaila, ¡abre la puerta, por favor! —le digo sin intención de que vaya a obedecerme—. Suhaila, ¡abre! No te lo voy a decir más veces. O abres o esto va a acabar muy mal —insisto nuevamente.

Suhaila no abre la puerta, así que no me queda otra opción que forzarla. Lo intento otra vez con las manos. Imposible. Sus llantos se escuchan al otro lado. Me estoy empezando a sentir mal, pero no puedo dejar que el corazón gane esta batalla. Empujo de nuevo, pero tampoco consigo abrirla. Finalmente, le doy una patada y la madera se resquebraja hasta que cede y se abre. Suhaila retrocede hasta tocar la pared con su espalda. Puedo oler su miedo a dos metros de distancia. 
   
—P… or… fa…vor…, por… fa… vor… —Se ahoga entre sofocos. 
   
No voy a permitir que una mujer me diga lo que tengo que hacer. No puedo. No puedo. ¡No puedo! No puedo ser el hombre del que todos se ríen. No estoy dispuesto a esto. ¡JODER! La cojo del cuello y le doy la vuelta. Su mirada está clavada en la pared, y la mía sobre su trasero. No voy a permitir ser menos hombre que el resto. Nunca. Jamás.

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