18 de septiembre de 2010
Hoy es un día decisivo. Una fecha marcada en el calendario que nos viene atormentando desde hace varios meses. Ana y yo tenemos la última cita con la médico de nuestro hijo, para decirnos si ha habido avances o el tratamiento finalmente no ha funcionado. Dentro de cinco minutos vamos a entrar a la consulta. Los nervios nos atenazan el estómago y suben hacia la garganta. No hemos hablado en toda la mañana, y eso que casi siempre solemos despertarnos bastante parlanchines. No sabemos qué esperar. Se nos ha pasado todo lo bueno y lo malo por la cabeza. Han sido cinco años de sufrimiento, de médicos, de consultas mensuales…, pero hoy, dieciocho de septiembre, es la última. Para bien o para mal, es la última. Cabe la posibilidad de que nuestro hijo vuelva a ser libre y nunca más esté anclado a cientos de cables y camas de hospital. Podrá ser un niño que juegue como el resto, sin preocuparse de cuándo debe estar de vuelta en la habitación porque le toca tomarse la siguiente pastilla. La enfermera nos llama. Entramos en la sala entumecidos y la doctora se levanta para saludarnos. Tiende la mano a cada uno y nos invita a coger asiento.
—Lo siento mucho —nos dice apretando los labios.
No es posible… No es real… ¡Debería haber funcionado! Era el tratamiento más caro, se supone que no iba a fallar. Esta vez no… Ana se hunde. Esto no puede estar pasando. Nuestro hijo, por el que tanto hemos luchado, se va apagando poco a poco. Se nos va…
—Los últimos análisis no han salido como esperábamos. Estamos ante una situación crítica. Ya sabíamos lo que podía pasar. Hemos gastado todas las balas que teníamos con el tratamiento y ahora mismo la única opción es un trasplante de riñón. A menos que queráis que se quede conectado a las máquinas hasta que…
La voz de mi mujer la interrumpe.
—¡Yo se lo daré! Yo le daré el riñón a mi hijo —dice despavorida—. Dígame ahora mismo dónde tengo que ir y sáquemelo. ¡Opéreme ahora mismo! Mi hijo no puede morir, por favor. Si es madre lo comprenderá, por favor se lo pido.—Sé que es una situación complicada para vosotros y comprendo que debe ser muy difícil ver a vuestro hijo así, pero no todo es tan fácil. Hay cosas que no dependen solamente de mí. Si quieres donar uno de tus riñones para tu hijo —se dirige a Ana—, en primer lugar es indispensable que veamos si eres donante compatible, repasando previamente tu historial médico, y ver si has tenido enfermedades, has sido operada o tienes algún problema que te impida vivir con un solo riñón. También tendríamos que revisar factores de riesgo cardiovascular, posibles diabetes, hipertensión y otros factores. Todo esto lleva un tiempo, no se hace de la noche a la mañana. Además, en caso de personas fumadoras como tú se pueden hacer pruebas adicionales, lo que podría retrasar aún más el trasplante —nos explica la doctora.
Ana no deja de llorar. Éramos conscientes de que esto podía salir mal, pero confiábamos en que los resultados serían positivos. Teníamos fe. ¿Por qué es todo tan complicado? Primero, nos volvimos locos para conseguir el dinero y ahora que nos sobra… no podemos salvar a nuestro hijo. ¡JODER! El karma me la está devolviendo, pero bien.
—Aunque esto sea una mala noticia, hay una parte esperanzadora. Al haber decidido ser la donante de Bryan, y si todas las pruebas fueran bien, estarías regalando tiempo de vida a tu hijo. —La doctora mira a Ana—. Las listas de espera de trasplantes están hasta arriba en estos momentos. Mucha gente espera años y años hasta que encuentra a una persona que pueda donarle el órgano que necesita, ya sea porque no es compatible con los que hay disponibles, o porque nunca le llega su turno, pero vuestro caso es el mejor que puede haber. Vais a donárselo directamente. ¡No habrá listas de espera! Eso es maravilloso, de verdad. —A Ana se le ilumina la mirada. Vuelve a tener ilusión y una pizca de esperanza—. Me alegro de que hayáis decidido ser los donantes. Espero de todo corazón que haya suerte.
Ana me mira y sonríe. Si ella no lo hubiera hecho, lo habría hecho yo. Lo primordial ahora es Bryan. Necesita nuestro riñón para sobrevivir. La abrazo como si fuera la última vez que la fuera a ver. Es lo único que me importa. Mi familia. Por ver sus sonrisas lo daría todo. Absolutamente todo. Creo que se lo he demostrado en estos últimos años. La doctora hace hueco en su agenda para darle cita a Ana lo antes posible. Hay que empezar con las pruebas ya. Estoy muy emocionado. Hemos conseguido otra oportunidad, pero…
—Doctora, una última cosa. ¿Y si la operación sale mal? —pregunto angustiado.
La sala se vuelve a quedar en silencio. Ni siquiera se escucha trastear a las enfermeras que hay en la habitación de al lado.
—No habrá más opciones. Esta es la última…
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...