Cap 28: ~Al límite~

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"RAYHAN"

20 de septiembre de 2006

—¿Me estás diciendo que Suhaila ha huido de casa con Zaida y con un bolso lleno de ropa? —Resoplo—. Muchas gracias por la información. Nos vemos más tarde. 
   
Cuelgo el teléfono y descargo un fuerte golpe sobre la pared. Estoy muy cabreado. Es que esto no puede ser. ¿Quién se cree que es? Coge a la niña y se marcha de la ciudad, así sin más. Sin pedir permiso, sin avisar, aprovechando que estoy en el trabajo… ¡Se va a enterar! No tengo suficiente con aguantar que no quiera tener relaciones conmigo, que me mire con cara de odio todos los días y que apenas me deje estar con mi hija, como para tener que soportar también que además se vaya de casa. Esto es increíble. No doy crédito a lo que está pasando. Jamás pensé que Suhaila podría hacerme algo así. Y encima se viste de hombre, pero ¿qué pretende conseguir? A esta mujer se le ha ido completamente la cabeza. ¡Está loca! Es lista, pero yo lo soy más que ella. Por mucho que se haga pasar por un hombre no conseguirá salir de Saná sin mi consentimiento. ¿Quién se va a tragar que es un hombre llevando a la niña en sus brazos? Tengo que ir a buscarla ahora mismo. No puedo esperar más. Sino conseguirá lo que quiere y no voy a dejar que se salga con la suya. Acaban de verla justo ahora mismo, lo que significa que no hace mucho que salió de casa. No puede haber ido muy lejos. Aviso a mis compañeros de que tengo que marcharme urgentemente un momento y que no tardaré en llegar. Cojo rápidamente el coche para ir a buscarla. Recorro nuestro barrio y toda la zona de alrededor. Miro por algunas callejuelas ocultas, por el centro de la ciudad y hasta por las afueras, pero no la veo por ninguna parte. ¿Dónde se habrá metido? Espera un momento. Si intenta escapar lo más seguro es que haya ido a la estación de autobuses. Lo más lógico es que quiera coger transporte para huir de la ciudad, lejos de mí. Por eso lleva a la niña y el bolso con todo lo que le hace falta. ¡No piensa volver a Saná! ¿Cómo no he podido darme cuenta antes? Ya verás cuando la coja. ¡No puede hacerme esto! No puede darme estas preocupaciones. Acababa de llegar al trabajo, estaba tan tranquilo tomándome un té, y de repente me avisan de esto. Es inadmisible. La encerraré a partir de ahora y no saldrá ni para ir al baño. Estoy furioso y la rabia recorre cada centímetro de mi cuerpo. Si ahora mismo la tuviera delante la mataría. Siempre está dándome disgustos. ¡Voy a acabar loco por ella! El coche parece que va a echar a volar. Voy a toda prisa para llegar cuanto antes a la estación. Necesito detener esto. No puede marcharse. La necesito aquí conmigo. Un niño cruza corriendo la calle y pego un frenazo impresionante. 
   
—¡EH, TÚ, podrías tener un poco más de cuidado! —me dice una señora enfurecida—. ¡Casi atropellas a mi hijo! ¡Estás loco! 
   
El niño y yo nos miramos asustados y él se aleja en brazos de su madre, a punto de romper a llorar. Trago saliva y ni siquiera contesto a la señora. Me toco la cara con las dos manos a la vez y, entre suspiros, vuelvo a meter primera. He estado a punto de tener un accidente por culpa de Suhaila. Es que yo la mato. ¡La voy a matar! Saná ha crecido mucho en estos últimos años. Cada vez hay más niños corriendo por las calles y un día de estos me voy a buscar la ruina. Paro en seco, alzando el freno de mano y abriendo a la vez la puerta del coche. Acabo de llegar a la estación de autobuses. Me bajo sin cerrar ni siquiera la puerta, buscando desesperado lo que quiero encontrar. ¿Dónde estás, Suhaila? Tienes una visita sorpresa.

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