"RAYHAN"
15 de diciembre de 2004
El negocio cada vez va mejor. Llevo ya bastantes meses trabajando para Farid y, aunque al principio me pareció una locura, ahora no puedo estar más a gusto. Tal y como me contó en la primera reunión, cada dos semanas viajo a la frontera con Arabia para transportar los encargos de armas desde Saná. Los primeros días fueron duros porque no sabía a qué me estaba enfrentando. Iba hacia lo desconocido, en solitario por carreteras desérticas y sin saber si me iban a pegar un tiro cuando llegara allí, pero al final todo fue más fácil de lo que imaginaba y con el paso de las semanas ya se ha convertido en algo normal. Es un trabajo sencillo, sin demasiado estrés, y cuando no tengo que ir hasta la frontera me dedico a preparar pedidos y hacer algunos recados extra, aunque principalmente paso los días fumando qat con Farid y sus amigos. Nunca lo había probado y ahora creo que soy adicto a tomarlo a todas horas. Estos meses he experimentado con las drogas y el alcohol, jamás pensé que me podría sentir atraído por este mundo, y he conocido a muchísimos cargos importantes con los que he hablado sobre temas realmente interesantes que nunca me había cuestionado. Además, tengo un buen coche y un sueldo bastante bueno, con el que a Suhaila y a Zaida no les falta de nada. ¿Qué más puede pedir un hombre? Vuelvo a ser yo. El tiempo que estuve sin trabajar encerrado en casa me estaba volviendo loco. Empezaba a estar obsesionado con Suhaila y la niña, quería estar todo el día con ellas porque eran mi único apoyo tras la muerte de mi padre, pero ahora he salido y he entendido que hay mucho que ver fuera de Saná. Tanto mis compañeros de trabajo como Farid me han ayudado a despegarme más de casa, a pasar tiempo con los amigos y a disfrutar con gente que no es de mi familia. Eso ha significado pasar menos tiempo con Suhaila y la pequeña de la casa, pero ellas lo entienden perfectamente. Me cuesta reconocerlo, pero, después de mucho tiempo, ahora estoy mejor que nunca, sobre todo porque Farid valora mucho mi trabajo y está contento con lo que hago diariamente para que esto funcione a pleno rendimiento. Por supuesto, Suhaila no sabe la verdad. Prometí a Farid no abrir la boca y no puedo fallarle. Soy un hombre de palabra. Alejarme de casa también ha servido para que piense menos en qué ando metido realmente y que sea más fácil ocultárselo a mi mujer.
—¡Oye, Rayhan! —me llama Farid con un golpe en el hombro—. Avisa a Suhaila para decirle que no vas a llegar a casa hasta por la noche. Hemos quedado todos al mediodía para comer juntos y pasar una buena tarde hablando de mujeres y fumando qat. ¿Y quién mejor que tú para estar ahí con nosotros?
—¡Vaya, no esperaba esta invitación! Claro que me quedo. En unas horas nos vemos —le digo ilusionado.
(***)
La mañana ha transcurrido cargada de cosas que hacer. Últimamente están entrando muchos pedidos y no doy a basto porque estoy yo solo. Menos mal que ya es mediodía y pasaré la tarde relajado. El qat me ayuda a olvidar los problemas, me evade y me transporta a una realidad más bonita. ¿Cómo es posible haber permanecido toda mi vida aislado de los estimulantes y caer de lleno en cuestión de meses? Alí, Faruq y Farid me esperan sentados en la alfombra para comer. Una de las mujeres de Faruq nos ha preparado un delicioso cuscús. Se me hace la boca agua con solo reconocer el olor que ambienta la habitación. El cuscús es una de mis comidas favoritas y solo con saber que voy a comerlo ya me alegra el día.
—A Rayhan llénale el plato —bromea Faruq.
—Seguro que tarda cinco minutos en comérselo y quiere repetir —dice Farid—. Cuando come cuscús parece que lleva dos años sin comer. Siempre devora el plato.
Todos reímos y ni siquiera le digo nada. Tiene toda la razón, no puedo discutirle. Cojo el cuscús con la mano, lo espachurro y, cuando consigo tener la forma de una bola, le pego un bocado. UMMMM. Extremadamente bueno. Irresistible.
—Esta mujer cocina increíblemente bien. Ojalá Suhaila cocinara la mitad de bien —le comento a Faruq refiriéndome a su mujer.
—Es que hay que saber elegir bien —presume.
Su mujer se marcha avergonzada rápidamente del salón y, tras un breve silencio, nos echamos de nuevo a reír.
—Bueno, bueno, bueno, pero ¿y esta nueva mujer, Faruq? —le pregunta Farid—. No sabíamos que habías unido a una más a la familia. ¡Qué calladito te lo tenías! ¡Qué cabronazo! Cómo te las llevas a todas a tu terreno.
—Es lo que tiene ser tan guapo y adorable como yo.
—Yo estoy alucinando con esta situación —dice Alí—. ¿Pero cuántas mujeres tienes ya, Faruq? Cada mes se suma una nueva a tu lista, tío, al final tu casa va a parecer una guardería, porque encima te las buscas jovencitas. ¡Qué capullo!
—Solo tengo tres mujeres, ¡tampoco son tantas! Cuando me canso de una, busco a otra. El problema llegará el día en que me canse de todas, ¡tendré que buscarme más! —dice mientras se ríe.
—¿Y cómo es eso de acostarte cada día con una mujer diferente? A mí me resultaría muy extraño tener que hacer cosas con otra mujer que no fuera la mía —dice Alí.
—Yo creo que tampoco podría —añado.
—Todo es acostumbrarse, hombre. Y a lo bueno se acostumbra uno muy deprisa —se burla Faruq—. Pasadme las hojas de qat, anda.
La bolsa donde se encuentra el qat está justo a mi lado. La logro alcanzar con la mano izquierda y se la paso. Faruq reparte las hojas y mascamos mientras seguimos hablando.
—Bueno ¿y tú qué, Rayhan? Nunca nos hablas de Suhaila. —Ahora parece que me toca a mí dar explicaciones—. Aquí ya muchos la conocemos por las cosas que ha contado Farid sobre ella, que han sido muy buenas, ¿eh? —le da un codazo a Farid y le guiña el ojo—, pero tú nunca nos comentas nada de tu vida fuera de estas cuatro paredes.
—La verdad es que nuestra vida es normal, como la de cualquier otra pareja, tampoco tengo nada especial que contar. Somos gente muy normal. —Me muestro totalmente sincero.
—Venga, hombre, seguro que hay algo que contar. En estas reuniones siempre sale algún trapo sucio que alguno de nosotros escondía bajo llave. Sin ir más lejos, el otro día Faruq nos contó que había violado y pegado a su primera esposa. No me digas que tú nunca has hecho eso…
—Pues no sé… Suhaila y yo lo hacemos muy a menudo, no me hace falta hacer esas cosas. Tampoco creo que sea necesario pegarle, ¿no creéis? —les digo.
—Pero, tío… —Se ríe sin poder parar—. ¿Cómo eres tan pringado? ¿Me lo estás diciendo en serio? —me pregunta Faruq.
—Totalmente —respondo, intimidado.
—No me lo puedo creer, de verdad. Deberías empezar a ser un hombre de verdad y a tratar a las mujeres por lo que son: mujeres y nada más —me dice Farid—. A ver si aprendes un poquito de mí y disfrutas de sus carnes, que están bien buenas.
Las palabras de mi suegro me dejan completamente congelado. Me entran ganas de decirle lo hijo de puta que es, pero me muerdo la lengua una vez más. Si no fuera porque no quiero perder el trabajo ahora mismo, bien sabe Allah que le daría un buen puñetazo en la boca. Me duele que hable así de Suhaila, pero sobre todo me duele que no me vean como un hombre. Me ven débil. Inferior. Creen que soy una nenaza. No soy uno más entre ellos. Soy un niño pequeño que no tiene ni idea de vivir. O eso es lo que ellos creen. Recojo mis cosas y me voy sin siquiera despedirme. Estoy muy enfadado. Me han despreciado y no voy a consentir que esto quede así. A partir de ahora voy a ser el hombre que debo ser. El hombre que todos quieren que sea.
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~ Una Más ~
Ciencia FicciónSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...