Cap 31: ~Salvador~

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"SUHAILA"

26 de octubre de 2006

Me duele todo el cuerpo y el alma me va a estallar de pena. La paliza de hace unas semanas fue terrible. Quedé inconsciente durante varias horas y, según me ha contado Jamil, me recuperé levemente a los dos días. Para mi cuerpo y cabeza he vivido en un sueño profundo durante todo este tiempo. Soñaba que volaba, que viajaba a lugares que no conozco y que ni siquiera sé si existen, pero era feliz. En cambio, en otros tenía pesadillas con que vivía encerrada en una sala de torturas, donde Rayhan era mi amo y yo tan solo su esclava. Hacía conmigo verdaderas barbaridades que no quiero recordar. Ahora soy consciente de la realidad y no de los sueños, pero apenas consigo moverme. Lo mejor hubiera sido no despertarme nunca más y vivir en ese sueño perfecto para mí. Jamil viene todos los días a curarme. Cuando se enteró de lo sucedido no tardó en aparecer por la casa y se encargó de mí mientras Rayhan trabajaba. Qué fácil es todo con él. No hacen falta las palabras para entendernos. Cuando abrí los ojos por primera vez después de aquel traumatizante día no sabía dónde estaba, pero le vi aparecer con unos apósitos y supe con certeza que algo malo había pasado. Empecé a recordar las manos de Rayhan atándome el cuello con una cuerda, tapándome la boca con mi propio hiyab, metiéndome cosas por el ano… Le intenté explicar a Jamil todo lo sucedido, a punto de sufrir un ataque de pánico, pero me dijo que no hacía falta que le explicase nada, que ya sabía lo que había pasado. Sin hablar con Rayhan ni conmigo, él era testigo de lo que me había hecho. Sabía que no era la primera vez y estaba de nuevo ahí para volver a salvarme la vida. 
   
—Te traigo un té para que entres en calor. Con el frío que hace hoy seguro que estás helada. Tómatelo, ya verás como te encuentras mejor dentro de un rato. —Me tiende su mano—. Gracias por dejar que te cuide. 
   
—Gracias a ti por cuidarme. —Le miro con ojos cristalinos. 
   
—Me voy a tener que marchar, Suhaila. Siento no poder estar más tiempo contigo, pero tengo que ir de nuevo al hospital. Me reclaman últimamente mucho por allí. 
   
—¡Es normal que te reclamen, es tu trabajo Jamil! —Sonrío. 
   
—Llevas toda la razón —dice riendo, y me provoca una carcajada. Su sentido del humor me hace sentir mejor—. Fuera de bromas. Necesito que te bebas tranquilamente el té y descanses todo lo que puedas. Vendré mañana como todos los días y veremos qué tal han evolucionado estas heridas. —Me toca en la zona pélvica. 
   
Una ráfaga de calor me sube hasta la garganta y noto mi cara hirviendo, como si estuviera rodeada de fuego. 
   
—Perdona, no pretendía molestarte —se disculpa—. Solo quería decirte que las heridas tienen mala pinta, pero si guardas reposo todo saldrá bien. —Recupera la compostura. 
   
—No te preocupes. Me cuidaré. Mañana te veo, Jamil. Espero que pases un buen día en el hospital —me despido de él. 
   
—Gracias, Suhaila. Hasta mañana.

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