Notas de Autora (1)

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Holissss estas notas son de la verdadera autora ([les digo para que no piensen que son mias]) y va a tener 2 partes.

"JENNIFER BERNAL":

Si pensabas que la protagonista de este libro iba a sobrevivir, no vives en el mundo real. La esperanza que albergabas a lo largo de las páginas de que la historia diera un cambio drástico y nuestra querida Suhaila salvara su vida es lo único que mantiene vivas a millones de mujeres hasta el final de sus días, aunque lo cierto es que en muy pocos casos logran conseguir su ansiada libertad. Suhaila es una más en el mundo de las muchas que sufren diariamente tanto la explotación y el matrimonio infantil en las sociedades machistas, como el tráfico sexual, el maltrato y la sumisión de la mujer. Afortunadamente, esta es una historia ficticia, pero no nos hace falta más que mirar a algunos países para saber que esto ocurre incluso a plena luz del día. Suhaila podría llamarse Fatima, Aaminah, Dúnya, Karima, Maryam, Nadia, Daniela, Alexandra, Mihaela… Qué más da, si a ojos del mundo es una más, un número sumado al registro. Es duro tener que decir esto, pero es la realidad. Vemos cifras, no personas. Por eso la idea principal de este libro era ahondar en lo humano y mostrar la realidad, principalmente, de los casamientos prematuros y la trata de personas, pero lo que yo no sabía es que una vez que empiezas a crear no eres capaz de parar. Aparecen más y más problemas sobre los que quieres hablar, sobre los que investigar, reivindicar y reflexionar, por eso he decidido hacer hincapié en muchos otros temas que nos deberían preocupar más de lo que nos preocupan, porque en estos casos nunca es suficiente. «Una más» significa mucho más —valga la redundancia— de lo que puedes imaginar e intuir en cada escena, diálogo o capítulo. De hecho, si volvieses a leer algunas páginas te darías cuenta del doble sentido de las palabras, de por qué cada personaje es cómo es, del verdadero significado de la historia; sin embargo, hay partes que voy a seguir dejando a tu imaginación, porque la magia de un libro es, al fin y al cabo, que cada uno lo interpreta a su manera. No obstante, me gustaría incidir en varios puntos que para mí son claves desde el principio. El primero es el matrimonio infantil, uno de los grandes problemas que afronta el mundo dado que en 2020 afectó a más de 140 millones de niñas. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), lo han sufrido 765 millones de niños y niñas en todo el mundo. Si esta tendencia no se frena, se prevé que para 2030 se hayan casado 150 millones de niñas más antes de cumplir dieciocho años. Es evidente que estos son datos aproximados, porque nunca se puede saber con exactitud hasta dónde escalar estas cifras, pero lo que está claro es que como anunció no hace mucho tiempo la directora del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Natalia Kanem, cada dos segundos una niña es obligada a contraer matrimonio forzosamente, y esta cifra es algo que no se olvida. Los niveles de matrimonio infantil se han incrementado notablemente en los últimos años, disparándose especialmente en países menos desarrollados. El 14% de las niñas de países en vías de desarrollo se casa antes de cumplir los quince años, mientras que una de cada tres lo hace antes de cumplir los dieciocho. Este problema perjudica en primer lugar y mayor medida a Nígeria (con un 76% de práctica total), seguido de República Centroafricana (68 %), Chad (68 %), Mali (55 %), Burkina Faso (52 %), Guinea (52 %), Sudán del Sur (52 %), Bangladesh (52 %), Mozambique (48 %) e India (47 %). Como decía antes, esto es un problema global que afecta a todos los países, no solo a los de este ranking. En algunos de ellos el matrimonio infantil es ilegal, pero igualmente se sigue permitiendo. Lo podemos ver, por ejemplo, en Pakistán o Indonesia, con un 34 y 38%, respectivamente; en países como Arabia Saudí, donde dejan que las niñas se puedan casar a partir de los diez años; o en Yemen, cuya práctica no está legislada y, por tanto, no cuenta con una edad mínima para contraer matrimonio. Si cruzamos el Atlántico, apreciamos que América Latina y el Caribe se sitúan con un 29%, pero no olvidemos que hay países europeos donde también se permite; aparecen en la lista pese a ser considerados países del primer mundo. Sin ir más lejos, la edad mínima para casarse en España, con el consentimiento paterno, es de catorce años. Esto demuestra, una vez más, un problema cultural y de tradiciones en el que hay que trabajar desde ya, para romper ese ciclo, permitir una infancia feliz y un futuro más justo. Y te estarás preguntando, ¿qué se puede hacer para cambiar todo esto? La respuesta es fácil y difícil a la vez, porque la única solución la tiene la educación. El matrimonio infantil no se puede combatir si no interviene la cultura. Si las niñas en lugar de casarse y tener hijos tuvieran la oportunidad de ir al colegio, todo sería muy distinto. Ya lo decía Nelson Mandela: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”, y no se equivocaba. La educación es capaz de transformar las mentes y producir un avance en la sociedad. Si a estas nuevas generaciones se les educara en valores, como en países más desarrollados, se les explicara la gran problemática que suponen los casamientos tempranos y recibieran una buena educación sexual y matrimonial, crecerían más cultos y atentos al mundo exterior, no solo el que existe en sus pueblos, valles o tribus. Los jóvenes de hoy en día serán los padres del mañana. Si ellos educan a sus hijos de una manera distinta a la que les han educado, romperán el bucle, y el mundo, poco a poco, irá modificándose. Las mujeres no tendrán hijos a una temprana edad y, en definitiva, nadie obligará a sus hijas a casarse. Evidentemente, esto no pasa de la noche a la mañana. Todo es un proceso, pero cuanto más tarde en arrancar, más probabilidades hay de que estas prácticas vayan en aumento. En Yemen, la escolarización está reservada para los hombres, pues a las mujeres no se las considera lo suficientemente capacitadas para estudiar. Cuando empecé a documentarme para la creación de este relato leí muchos —muchísimos— libros y me gustaría destacar en especial dos de ellos. Me llamo Noyud, tengo diez años y estoy divorciada me rompió el alma y a la vez me dió las fuerzas necesarias para embarcarme en esta historia. En él, explica lo siguiente: «Cuando mis hermanos salían para ir a la escuela tenían que recorrer casi dos horas a pie hasta llegar a su destino. El colegio estaba situado en la población más importante del valle. Mi padre, que era un hombre muy protector, consideraba que las niñas éramos demasiado frágiles para aventurarnos por esos caminos casi desérticos, donde el peligro acechaba detrás de cada cactus. De hecho, mi madre no sabía ni leer ni escribir y ninguno de los dos veía necesario que eso fuera imprescindible para sus hijas. En Yemen una de cada dos mujeres es analfabeta, así que, crecí en la escuela de la naturaleza, mirando a Omma —mamá en árabe— atender la casa». La filántropa estadounidense Melinda Gates, en su libro No hay vuelta atrás, también reserva un espacio para hablar de este gran problema y nos cuenta que «cuanto más joven es la niña y menos estudios tiene, menor es la dote que la familia paga. En esos casos, el mercado deja claro que cuanto más desvalida esté la niña, más atractiva resulta para la familia que la recibe. No quieren una cría con voz, actitudes o ideas. Quieren una criada obediente e indefensa. Las niñas que son obligadas a casarse pierden a su familia, sus amigos, su escuela y toda opción de progresar. Incluso a los once años se espera que asuman las tareas domésticas y poco más tarde las funciones de maternidad. Todas estas cargas, junto con el embarazo y el parto, tienen consecuencias nefastas para la joven novia. Las familias casan a sus hijas por acuerdos o dinero, para así tener una boca menos que alimentar y más recursos para poder ayudar a todos los demás miembros de la familia. Cada año que la niña no se casa hay más opciones de que sufra agresiones sexuales y luego sea considerada sucia o inadecuada para el matrimonio, así que a menudo los padres casan antes a las niñas pensando en el honor de la familia». El fomento del matrimonio temprano nos lleva a otro gran problema: el maltrato por parte de un esposo que, en ocasiones, puede hasta cuadruplicar la edad de la niña casada. La misma noche en que se casan deben consumar el matrimonio, es decir, una niña de nueve, diez, once o doce años es obligada a perder la virginidad con un hombre que ni conoce. Cada día miles de mujeres renuncian a sus sueños porque temen por su seguridad, porque temen morir y dejar solos a sus hijos, porque temen las palizas y los moretones que vienen después. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres ha sufrido golpes, coacción o sufrido abusos sexuales alguna vez a lo largo de su vida. Estas cifras, al igual que otras que veremos a continuación, nos paralizan. No sabemos qué pensar. La violencia de género es una de las más comunes en el mundo. No hace falta mirar muy lejos para ver cientos de casos diariamente: una mujer en Latinoamérica, la modelo más famosa del mundo o incluso nuestra vecina del quinto. Cuando menos nos lo esperamos, ¡ZAS!, otra noticia más que nos deja la sangre helada. Aunque resulte raro de asimilar, en Yemen —como en otros muchos países— la ley establece que la mujer debe obedecer al marido, vivir en el lugar que él decida y no salir de casa sin su consentimiento. Si él decide que pasará toda su vida encerrada, la mujer no tiene elección, cumplirá lo que su marido le ordena. Con un poco de suerte podrá salir al mercado, pero si cuando llegue a su casa a su marido no le gusta el calabacín que acaba de comprar, le pegará hasta que le duelan los brazos. Sin ninguna otra explicación posible. Muchas mujeres nacen así, ven cómo les pegan a sus madres, sienten en sus propias carnes las palizas de sus padres y, posteriormente, de sus maridos. Para ellas es algo normal aceptar este tipo de relaciones. ¿No creéis que ha llegado el momento de decir ¡BASTA!?

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