"SUHAILA"
22 de enero de 2008
Todo está casi listo, mi pequeña Zaida. Acabo de salir de la tienda de juguetes que hay en el mercado central de la ciudad, porque he venido a comprarte una de tus muñecas favoritas. El otro día llamé por teléfono para asegurarme de que la tenían y cuando he llegado estaba ahí: ¡reservada para ti! También he comprado una bolsa de papel de color azul, tu favorito, para meter dentro la muñeca y que tengas un precioso regalo. Sé que no es tu cumpleaños, pero me apetecía regalarte esa pepona que tanto deseas tener. Cuando llegue a casa aún no te habrás despertado, de modo que la colocaré en el suelo de tu habitación, justo al lado de tu cabeza, para que cuando abras los ojos sea lo primero que veas. ¡Vas a alucinar! Es más bonita de lo que te imaginas. Creo que vas a disfrutar mucho jugando con ella…
—¡SUHAILA, SUHAILA, SUHAILA! —Una voz me llama desde lejos.
Me doy la vuelta, pero no veo a nadie. Las calles están vacías. Esto es muy extraño en Saná. A estas horas todo el mundo sale al mercado a comprar los productos frescos del día. Por más que miro a mi alrededor, no logro ver a nadie, pero la misma voz me sigue llamando. Parece la de una mujer.
—¡SUHAILA, SUHAILA, SUHAILA! —me vuelven a llamar.
Sigo andando por la calle. Ya solo quedan dos manzanas para llegar a casa, mi amor. Enseguida estoy contigo. Aligero el paso, pero alguien me toca el hombro por detrás. No me da tiempo a girarme…
De repente, abro los ojos. Sobresaltada y sin apenas aliento. La cara de Madame se encuentra a escasos centímetros de mi cama. ¡Estoy en Madrid! Ya Allah, ¡qué susto! Pensaba que alguien me estaba persiguiendo y todo ha sido un maldito sueño, en el que ni siquiera he conseguido ver a mi niña. Parecía tan real…
—¡SUHAILA! —Madame me vuelve a llamar, esta vez acompañado de una palmadita en la cara. Me he quedado completamente absorta en mis pensamientos.—Sí, dime, dime, dime —le respondo alterada.
—¡Te has quedado dormida! Son ya las cinco y ni siquiera te has preparado. ¿A ti te parece normal esta actitud? ¡Tienes que ser más responsable! Claro, que esto nos pasa por contratar a niñas como tú… Mira que se lo tengo dicho a los jefes…
—Madame, por favor. Tengo que hablar contigo antes de ir a trabajar. Ayer lo pasé muy mal. No quiero seguir trabajando en esto. Haré otra cosa, lo que me pidáis, pero esto no va conmigo. Por favor. Yo necesito volver con mi hija, ponerme mi hiyab y recuperar la vida que tenía antes de venir aquí —le empiezo a contar, pero me interrumpe para hablar ella.
—Lo siento, ya sabes cuáles son las normas. Hasta que no pagues lo que debes, no podrás irte de aquí —contesta tajante.
—Por favor, Madame, te lo suplico. ¡Ayúdame! —le insisto de nuevo, cogiéndole la mano. La retira inmediatamente.
—Mira, bonita, ya te he dicho lo que hay. No puedes no ir a trabajar porque te apetece quedarte durmiendo. Así que… ¡hoy no cobrarás! Así aprenderás pronto cómo funcionamos aquí. Hay cosas en la vida que no nos gustan, pero las tenemos que hacer. No tengo porqué aguantar más gilipolleces tuyas. ¿Entendido? Así que, o te preparas y haces todo lo que tienes que hacer con una sonrisa y sin abrir el pico, o voy ahora mismo a hablar con el Bulldog a ver qué hace con tu hija —me dice.
Me quedo de piedra. No sé qué decir. Creía que Madame era la única en la que podía confiar aquí dentro, pero ya veo que no, que está del lado de los proxenetas. Abandona la habitación y rápidamente me levanto de la cama para empezar a prepararme. Sigo dándole vueltas a la conversación que acabamos de tener. Esto es surrealista. No entiendo nada. Cada día me sorprenden más cosas en este lugar. Ayer parecía una persona muy amable, que estaba dispuesta a ayudarme y se preocupaba por mí, y, sin embargo, hoy creo que es otra distinta. La vida es demasiado extraña como para intentar comprenderla. Cuando menos te lo esperas, te da una patada y te tira al suelo, aunque a mí no hace más que empujarme y nunca me recoge.
(***)Hoy ha sido mi segundo día de trabajo. Estoy agotada. He tenido clientes de todo tipo. Uno de ellos me ha pedido que le metiera el dedo por el culo mientras le chupaba el pene. Otro que le pegara… Eso me ha sorprendido muchísimo, porque yo no quería hacerle daño. Sé lo que duele que te peguen y no quería tratar mal al cliente. Al principio, pensaba que me estaba poniendo a prueba para ver si lo hacía, pero luego me ha explicado que a él le gusta que se lo hagan así, de modo que he empezado a pegarle guantazos en la cara y en el culo como si mi vida dependiera de ello. Al menos me ha servido para desahogarme. Me he imaginado a mi padre y a Rayhan en esa posición y… ¡qué a gusto! No hay mal que por bien no venga. Pero, sin duda, qué gente más rara… No entiendo cómo les puede gustar que les abofeteen y dejen su cuerpo lleno de señales. La cifra de clientes hoy ha subido a catorce en doce horas. Creo que nunca terminaré de acostumbrarme a esta nueva vida.
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...