Cap 44: ~La mora~

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"EL BULLDOG"

21 de enero de 2008

—¡Madre mía, cómo está la nueva! Qué cuerpazo. Qué tetazas. ¡Qué malo me he puesto, la madre que me parió! Encima mora, ¿puede haber algo más exótico que eso? Ha sido todo un acierto contactar con ese amigo tuyo para poder tener a este bellezón aquí, eh. Verás cuando la vean los clientes, ¡van a flipar! Prepárate para ganar pasta, tronco —le digo al Obi, frotándome las manos.
   
—¡Joder, la verdad es que está buenísima! Pero es demasiado remilgada. La tenemos que espabilar pronto porque sino… —Se echa una copa de bourbon. 
   
Intento calmar su preocupación. Al Obispo le gusta tener todo bajo control, y por la cara que tiene no le ha gustado su actitud. Se ha puesto tan pesada que hemos tenido hasta que pegarle. 
   
—Por eso no te preocupes —le digo—. Todas cuando llegan aquí y se encuentran con esto actúan así, ya lo sabes. Se le pasará en unos días. Estoy convencido. Sino, la adoctrinamos en un momento. —Le guiño un ojo. 
   
—Eso sí, menudo matojo tiene. ¡Se le veía hasta con las bragas puestas! ¡Su puta madre! —Levanta las cejas y pega un trago al vaso—. Va a necesitar una motosierra para quitárselo.
   
Nos reímos al compás. 
   
—¡Joder, ya te digo! Menuda guarra. ¿Tú has visto el tamaño de esos pelos, macho? Esta no se ha depilado en su puta vida. Yo creo que por eso se tapan tanto… —El Obi se parte el culo—. ¿No les da asco a los moros acostarse con ellas? Yo con esa mierda ahí abajo no la toco ni con la polla de otro. Aunque bueno, siempre se la puedo meter por el culo. Seguro que le gusta. —Suelto una carcajada. 
   
—Yo soy más de meterla por delante, y cuanto más depiladitos estén mejor. Suavecitos como el culo de un bebé. —Vuelve a tomar otro sorbo. 
   
Me ofrece un vaso y al final acabo echándome un copazo yo también. Mira que me había prometido no beber hoy, pero la ocasión lo merece. Hay que celebrarlo como Dios manda.

—¡Hombre, eso ya lo sé yo! Si no te conociera… ¡Menudo pervertido eres, cabrón! Por algo te llamamos El Obispo, ¡porque siempre te encargas de las vírgenes! —Se descojona de risa y me da la razón. 
   
El Obi tiene una labia que no puede con ella. Por eso le contraté. Su poder de convicción supera al de todos los que trabajamos aquí. ¿Quién mejor que él para contactar con las chicas y hacer todos los trámites para que vengan? Es un crack el tío. Tuve suerte de conocerle en Ibiza aquel verano del 88. 
   
—¡El que faltaba! —exclama el Obi—. ¿Qué coño haces tú hoy por aquí? 
    Acaba de llegar el Pirata. 
   
—¿Qué pasa, tío? ¿Hoy no era tu día libre? Al final te voy a tener que poner una cama aquí, chaval. Siempre pidiéndome días de descanso y ahora que te los doy no los aprovechas… ¡Te voy a cortar el cuello! —bromeo. 
   
—Buenas, gente. Pues tienes razón. —Se ríe—. Ya sé que hoy no tenía que venir, pero ayer me dejé aquí una mochila con unas cosas que me hacen falta para esta tarde y he tenido que pasar a recogerlas. Si es que estoy apollardao.
   
Bueno, no hay mal que por bien no venga. Le propongo quedarse un rato con nosotros. 
   
—Ya que estás aquí, ¡tómate algo, coño! —Le pongo un vaso en la mano. 
   
—Quita, quita. Te lo agradezco, de verdad, pero solo he pasado un momento y me tengo que ir ya, que tengo mucha bulla —me cuenta. 
   
Pero el Obi sigue a lo suyo. 
   
—Esta mañana ha venido la nueva. Es mora. ¡Tú no sabes cómo está, tío! 
   
—¿Ya la habéis catado o qué, cabrones? —pregunta el Pirata—¡No os puedo dejar solos ni un día! 
   
Negamos a la vez con la cabeza. 
   
—En cuanto se depile, ¡cae! Que no veas cómo viene, parece eso el Amazonas —le digo—. Pero vamos, que de hoy no pasa… Antes de vender el producto, hay que comprobar la calidad, ¿no?
   
El Pirata se echa a reír. Le conocemos desde hace poco, pero parece un tío de puta madre. Aún así tengo que seguir investigándole, no vaya a ser que me la meta doblada. ¡No te puedes fiar al 100% nunca de nadie, y menos en este negocio! Al fin y al cabo, aquí cada uno busca su propio beneficio. Tengo que ir con cuidado. A la más mínima sospecha, lo echo a la calle. 
   
—Me voy, chavales, ya me contaréis qué tal cuando la probéis. Mañana os veo —nos dice el Pirata mientras coge la mochila y se marcha. 
   
Yo creo que ya le hemos dejado suficiente margen para que se apañe un poco.
   
—Bueno... —digo dándole el último trago a la copa—. Voy a ver qué tal se está adaptando a su nuevo “hogar”. Ahora vuelvo. —El Obispo me echa una mirada asesina y no puedo evitar reírme mientras salgo por la puerta.

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