La recordadora

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Sintió un tremendo alivio al ver que su hermano corría a abrazarla, duró poco porque los interrumpieron los saludos calurosos que recibían. Percy, el prefecto de Gryffindor se puso de pie y les estrechó la mano. Los gemelos Weasley se levantaron también y corrieron hacia ellos.

Las mejillas de Nora eran del color de las cerezas cuando se dio cuenta de que el que la abrazaba era Fred, mientras que a Harry lo abrazaba George. Algunos alumnos de la gran mesa comenzaron a cantar: «¡Tenemos a los Potter! ¡Tenemos a los Potter!».

Desde su sitio pudo ver a la mesa de los profesores, Hagrid, la miró y levantó sus pulgares con una sonrisa. Pero alguien captó su atención; la persona que estaba en el centro de la mesa; sentado sobre una silla dorada, tenía el cabello y la barba plateadas. Nora sintió que lo había visto antes. Al notar su mirada sobre él, le ofreció un asentimiento de cabeza, para luego ponerse de pie y decir:

—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!

Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon.

—¿Está chiflado?—preguntó a la persona que estaba a su lado, mientras seguía observando al hombre de la barba plateada.

—Un poquito, pero también es uno de los magos más poderosos del mundo—dijo ese alguien entre risas.

Nora se quedó boquiabierta cuando centró su mirada en quién le había respondido... ¡Fred! Sintió que el color volvía a sus mejillas. Ella no sabía si reír o llorar, así que asintió con un poco más de entusiasmo del necesario y miró para el otro lado para...

—¡Neville!

El muchacho se sobresaltó un poco provocando que tirara su cubierto, por suerte solo Hermione Granger lo había notado y tenía una pequeña sonrisa en su rostro que no supo como interpretar.

—Lo siento—dijo mientras se agachaba para recoger el cubierto y limpiarlo con una servilleta—. Mira, te puedes quedar el mío.

—Gra... gracias, Nora.

—¿Lograste encontrar a Trevor?

—Si, pero lo volví a extraviar.

Nora hizo una mueca, ¡pobre Neville!, lo ayudaría a buscarlo luego de la cena.

—¿Cómo te sientes por venir a Hogwarts?—preguntó para evitar que se preocupara por su sapo.

—Bueno, mi abuela me crió y ella es una bruja —dijo Neville—, pero la familia creyó que yo era todo un muggle, durante años. Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme descuidado y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga, cuando quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool, pero no pasó nada hasta que cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía cogido de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba, cuando mi tía abuela Enid le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó. Pero yo reboté, todo el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos. Mi abuela estaba tan feliz que lloraba. Y tendrías que haber visto sus caras cuando vine aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo Algie estaba tan contento que me compró mi sapo. Así que me siento aliviado.

Nora no sabía que hacer con toda esa información, así que le sonrió y dijo:

—Yo ni siquiera sabía que existía la magia.

Neville sonrió con ella y continuaron hablando durante toda la cena.

Todo el salón permaneció en silencio, cuando el director Albus Dumbledore (se lo había dicho Neville) se puso de pie.

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