La Mansión Malfoy

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Nora:

—¡Protego totalum!

— ¡Salvio hexia! 

Harry, Draco y Hermione corrían en círculos lanzando hechizo protectores.

—¡Maldito traidor! —resolló Ron. Salió de debajo de la capa invisible y se la lanzó a Harry—. ¡Eres un genio, Hermione, un genio! ¡No puedo creer de la que nos hemos librado! 

—¡Cave inimicum! ¿No decía yo que era un cuerno de erumpent? ¿No se lo dije a Lovegood? ¡Y ahora su casa ha volado en pedazos! 

—Se lo merece —repuso Ron mientras examinaba sus desgarrados vaqueros y los cortes que tenía en las piernas—. ¿Qué creéis que le harán? 

—Espero que no lo maten —se lamentó Nora.

—Por eso yo quería que los mortífagos vieran a Harry antes de marcharnos, para que supieran que Xenophilius no les había mentido—explicó Hermione lanzando el último hechizo protector.  

—Pero ¿por qué tenía que esconderme yo? —preguntó Ron. 

—¡Porque se supone que estás en cama con spattergroit! ¿Te das cuenta de que han secuestrado a Luna porque su padre apoyaba a Harry? ¿Qué sería de tu familia si supieran que estás con él? 

—Vale, pero ¿y tus padres?

 —Recuerda que están en Australia. No creo que corran peligro; no saben nada. 

—Eres un genio —repitió Ron, impresionado. 

—Sí, Hermione, lo eres —coincidió Nora.

—Gracias Hermione—dijo Draco.

—No sé qué haríamos sin ti —añadió Harry.

Ella sonrió encantada, pero enseguida volvió a adoptar una expresión solemne, y planteó: 

—Bien, pero ¿y Luna qué? 

—Bueno, si lo que decían es verdad y todavía está viva... —musitó Ron. 

—No digas eso. No lo digas —chilló Hermione.

 —Entonces supongo que la habrán llevado a Azkaban. Aunque no sé si sobrevivirá allí... Muchos no han podido —murmuró Ron.

—Sobrevivirá —afirmó Harry. 

—Luna es fuerte, mucho más de lo que los demás creen—añadió Draco.

—Seguramente estará instruyendo a los presos sobre los torposoplos y los nargles—dijo Harry con una pequeña sonrisa.

 —Espero que tengan razón —terció Hermione, compungida.

 — Siento mucha lástima por Xenophilius —dijo Nora.

—... eso, si no hubiera intentado vendernos a los mortífagos —soltó Ron.

 Montaron la tienda, se metieron dentro y Ron preparó té para todos. Después de lo poco que había faltado para que los atraparan, en aquel recinto frío y húmedo se sentían como en casa: al menos allí estaban seguros y protegidos. 

—¡Ay! ¡Ojalá no hubiéramos ido a visitar al señor Lovegood! —se lamentó Hermione tras unos minutos de silencio—. Tenían razón, chicos—dijo mirando a Harry y Draco—; ¡Qué pérdida de tiempo! Las Reliquias de la Muerte... menudo cuento chino. Aunque... —tuvo una idea repentina— a lo mejor se lo ha inventado todo, ¿no? Lo más probable es que ni siquiera él crea en esas reliquias, y sólo pretendiera hacernos hablar para ganar tiempo hasta que llegaran los mortífagos. 

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