El Guardapelo

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Aviso:🔞

Nora:

Para la ocasión Harry, Nora y Draco habían tenido que beber abundante poción multijugos, pues no podían arriesgarse a que los vieran. Harry y Draco eran dos muchachos pelirrojos del pueblo más cercano, a quienes Sirius les había arrancado un cuantos pelos con un hechizo convocador para hacerse pasar por primos lejanos de los Weasley y Nora era una de las primas lejanas de Fleur que no había podido asistir a la boda.

Harry, Nora y Draco se dirigieron a toda prisa a la entrada y encontraron a Ron hablando con un mago de aspecto sumamente excéntrico: un poco bizco, de pelo cano, largo hasta los hombros y de una textura semejante al algodón de azúcar, llevaba un birrete cuya borla le colgaba delante de la nariz y una túnica de un amarillo que hería la vista; de la cadena que le colgaba del cuello pendía un extraño colgante que simbolizaba una especie de ojo triangular.

—Xenophilius Lovegood —se presentó tendiéndole la mano a Harry, Nora y Draco—; mi hija y yo vivimos al otro lado de esa colina. Los Weasley han sido muy amables invitándonos. Así, ¿dices que conoces a mi hija Luna? —preguntó a Ron.

—En efecto. ¿No ha venido con usted?

—Sí, sí, pero se ha entretenido en ese precioso jardincillo saludando a los gnomos. ¡Qué maravillosa plaga! Muy pocos magos se dan cuenta de lo mucho que podemos aprender de esas sabias criaturas, cuyo nombre correcto, por cierto, es Gernumbli gardensi.

—Los nuestros saben unas palabrotas excelentes —comentó Ron—, pero creo que se las han enseñado Fred y George. —A continuación acompañó a un grupo de magos a la carpa, y en ese momento llegó Luna.

—¡Hola, Harry! ¡Hola, Nora! ¡Hola, Draco! —saludó.

—Me llamo Barny —repuso Harry, desconcertado.

—Mi nombre es Cody—dijo Draco, tratando de parecer tranquilo.

—¿Cómo lo sabes?—preguntó Nora, asombrada y preocupada a la vez.

—Bueno, por su expresión—contestó Luna, alegremente.

Luna llevaba una túnica igual que la de su padre y, como complemento, un gran girasol en el pelo. Cuando uno lograba acostumbrarse al resplandor de su atuendo, el efecto general resultaba agradable; al menos no llevaba rábanos colgando de las orejas... Xenophilius, enfrascado en una conversación con un conocido suyo, no oyó el diálogo entre Luna, Harry, Nora y Draco; poco después se despidió de su amigo y se volvió hacia su hija, que levantó un dedo y dijo:

—¡Mira, papá! ¡Uno de esos gnomos me ha mordido y todo!

—¡Qué maravilla! ¡La saliva de gnomo es sumamente beneficiosa, hija mía! —exclamó el señor Lovegood, cogiendo el dedo que Luna le mostraba, y examinó los pinchazos sangrantes—. Luna, querida, si hoy sintieras nacer en ti algún talento (quizá un irresistible impulso de cantar ópera o declamar en sirenio), ¡no lo reprimas! ¡Es posible que los Gernumblis te hayan obsequiado un don!

En ese momento Ron pasaba por su lado en la dirección opuesta, y soltó una risotada.

—Ron quizá lo encuentre gracioso —comentó Luna con serenidad, mientras los acompañaban hasta sus asientos—, pero mi padre lleva años estudiando la magia de los Gernumblis.

—¿En serio? —preguntó Draco.

Luna asintió enérgicamente.

—Oye, ¿seguro que no quieres ponerte algo en esa mordedura? —preguntó Nora, mirando su dedo.

—No, no es nada, de verdad —repuso ella chupándose el dedo con aire soñador y mirándolos de arriba abajo—. ¡Están muy elegantes! Ya le advertí a papá que la mayoría de la gente vestiría túnica de gala, pero él cree que a las bodas hay que ir vestido de los colores del sol. Ya saben, da buena suerte.

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