El último escondite

1K 98 3
                                    

Nora:

—¡Qué sorpresa, señora Lestrange! 

Nora, Draco y Harry se dieron la vuelta. 

Un mago alto y delgado, de abundante cabello entrecano y nariz larga y afilada, se acercaba a ellos a grandes zancadas. 

—Es Travers —susurró el duende que Harry tenía sujetado a su espalda. 

Hermione se había erguido cuan larga era y dijo, con todo el desprecio de que fue capaz: 

—¿Y qué quieres? 

El mago se detuvo en seco, claramente ofendido. 

—¡Es otro mortífago! —susurró Griphook, y Nora, que había decidido desaparecerse se desplazó hacia un lado para alertar a Hermione. 

—Sólo quería saludarla —dijo Travers con frialdad—, pero si mi presencia no es bien recibida... 

Entonces Nora reconoció su voz: Travers era uno de los mortífagos que habían acudido a la casa de Xenophilius. 

—No, no. Nada de eso, Travers —dijo Hermione al instante, intentando reparar su error—. ¿Cómo estás? 

—Bueno, confieso que me sorprende verla por aquí, Bellatrix. 

—¿Ah, sí? ¿Por qué? 

—Pues... —se aclaró la garganta— tenía entendido que los habitantes de la Mansión Malfoy estaban confinados en la casa, después de... de la... huida.

 Nora rogó que Hermione no perdiera la calma. Si lo dicho por Travers era cierto, y si Bellatrix no debía dejarse ver en público... 

—El Señor Tenebroso perdona a los que en el pasado le han sido fieles a ultranza —repuso Hermione en una espléndida imitación de la más desdeñosa Bellatrix—. Quizá tus méritos no sean tan valiosos como los míos, Travers.

 Aunque el mortífago continuaba con aire ofendido, ya parecía menos receloso. Entonces echó una ojeada al hombre al que Ron acababa de aturdir porque se había acercado demasiado.

—¿La ha molestado ese desgraciado?

 —No tiene importancia. No volverá a hacerlo —dijo Hermione con frialdad. 

—A veces esos Sin Varita resultan un incordio —comentó Travers—. Mientras se limiten a mendigar no tengo ninguna objeción, pero la semana pasada una mujer se atrevió a pedirme que abogara en su favor ante el ministerio. «Soy una bruja, señor, soy una bruja. ¡Déjeme demostrárselo!» —imitó la chillona voz de la mujer—. ¡Como si fuera a prestarle mi varita! Por cierto —añadió con curiosidad—, ¿qué varita usa ahora, Bellatrix? He oído decir que la suya...

—¿Mi varita? ¿Qué pasa con ella? —cuestionó fríamente Hermione mostrándosela—. No sé qué rumores habrás oído, Travers, pero por lo visto estás mal informado. 

El mortífago, un tanto sorprendido, se volvió y miró a Ron. 

—¿Quién es su amigo? —preguntó—. Creo que no lo conozco. 

—Es el señor Dragomir Despard —contestó Hermione (habían decidido que lo más prudente era que Ron adoptara la identidad ficticia de un extranjero)—. No habla muy bien nuestro idioma, pero comprende y comparte los objetivos del Señor Tenebroso. Ha venido desde Transilvania para ver cómo funciona nuestro nuevo régimen. 

—¿Ah, sí? Encantado de conocerlo, Dragomir. 

—Igualmente —replicó Ron tendiéndole la mano.

 Travers le ofreció dos dedos y le estrechó la mano como si temiera ensuciarse. 

—¿Y qué los trae a usted y a su... comprensivo amigo al callejón Diagon tan temprano? —quiso saber Travers. 

WEAKNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora