La Marca Tenebrosa

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Draco:

Draco estaba caminando por el campo donde se llevaría cabo la final del Mundial de Quidditch. Tanto su padre como la madre y el tío de Blaise no dejaban de susurrar, tenía el extraño presentimiento de que algo grande iba a ocurrir.

Blaise se había atrevido a husmear y había escuchado las palabras reunión y mortífagos... Su padre ya le había dado órdenes de donde se debía encontrar a cada hora, pero no le daba más detalles, solo insinuaba que podría ser peligroso si no hacía lo que él decía.

—¿Así que terminaste con Pansy?—dijo Blaise mientras caminaban hacia su palco privado, tratando de dejar de pensar en el tema.

—No terminé con Pansy, porque nunca le pedí ser mi novia. Solo pasé unos cuantos días con ella—aclaró Draco.

—Bueno, según he escuchado, Pansy le dijo a todo el mundo que estaban enamorados y que pronto le pedirías ser tu novia.

—No estoy enamorado de Pansy —Blaise levantó una ceja—, ni de nadie. Solo le pregunté si quería darme un beso y dijo que si...

—¿Y la cosa llegó a más?—inquirió Blaise, curioso.

—Se me borró la memoria—dijo Draco, Blaise se burlaba simulando una cara de reproche—. Oh cállate Zabini, no actúes como si fueras inocente, te he visto desaparecer millones de veces con chicas en las fiestas de nuestros padres.

Blaise levantó las manos en señal de rendición.

Ambos se estaban riendo sobre una historia que Blaise estaba contando, que tenía que ver con un boggart que se había metido en su casa y cómo su madre había gritado antes de sacar la varita.

Se detuvieron cuando llegaron al palco y vieron que sus padres se detenían a hablar con el Ministro de Magia, Fudge.

—¡Ah, Fudge! —dijo su padre, tendiendo la mano al llegar ante el ministro, al igual que la madre y el tío de Blaise—.¿Cómo estás? Me parece que no conoces a nuestros hijos, este es Draco y él es Blaise Zabini.

De repente Draco sintió algo... algo que había sentido antes.

—¿Cómo está usted?, ¿cómo están? —saludó Fudge, sonriendo y dándoles la mano —. Permítanme presentarles al señor Oblansk... Obalonsk... al señor... Bueno, es el ministro búlgaro de Magia, y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más... Supongo que conoces a Arthur Weasley.

Fue un momento muy tenso. El señor Weasley y su padre se miraron el uno al otro.

Draco supo entonces a que se debía el sentimiento, le echó una mirada a las demás personas en el palco. Casi como si fuera un imán, sus ojos cayeron en ella. Nora, sus ojos verdes resaltaban más que nunca, la recorrió con la mirada y se dio cuenta de que era porque tenía una camiseta con magas verde, a los lados de su rostro caían sus ondas de color negro. Estaba sentada entre su hermano y Cedric Diggory...

Su mano se cerró en un puño, sin que se diera cuenta, casi por impulso.

Apartó la vista y la dirigió a su padre, quien recorría al señor Weasley con la mirada y luego la fila en que estaba sentado.

—Por Dios, Arthur —dijo con suavidad—, ¿qué has tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no te ha llegado sólo con la casa.

La madre de Blaise y su tío disimularon una risa.

Fudge, que no escuchaba, dijo:

—Lucius acaba de aportar una generosa contribución para el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, Arthur. Ha venido aquí como invitado mío.

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