Empieza la Segunda Guerra

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Nora:

Los rodearon unas siluetas negras salidas de la nada, que les cerraron el paso a derecha e izquierda; varios pares de ojos brillaban detrás de las rendijas de unas máscaras, y una docena de varitas encendidas les apuntaban directamente al corazón; Ginny soltó un grito de horror.

—Dame eso, Potter —repitió la voz de Lucius Malfoy, que había estirado un brazo con la palma de la mano hacia arriba—. Dame eso —dijo Malfoy una vez más.

—¿Dónde está Sirius? —preguntó Harry.

Varios mortífagos rieron; una áspera voz de mujer surgió de entre las oscuras figuras, hacia la izquierda de Nora, y sentenció con tono triunfante:

—¡El Señor Tenebroso nunca se equivoca!

—No, nunca —apostilló Malfoy con voz queda—. Y ahora, entrégame la profecía, Potter.

—¡Quiero saber dónde está Sirius!

—«¡Quiero saber dónde está Sirius!» —se burló la mujer que estaba a su izquierda.

Ella y el resto de los mortífagos se habían acercado más.

—Sé que lo han capturado —afirmó Harry—. Está aquí. Sé que está aquí.

—El bebé se ha despertado asustado y ha confundido el sueño con la realidad —dijo la mujer imitando la voz de un niño pequeño.

Nora estaba por sacar su varita.

—No hagas nada —murmuró Harry—. Todavía no...

La mujer que lo había imitado soltó una ruidosa carcajada.

—¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis oído? ¡Está dando instrucciones a los otros niños, como si pensara atacarnos!

—¡Ah, tú no conoces a Potter tan bien como yo, Bellatrix! —exclamó Malfoy quedamente—. Tiene complejo de héroe; el Señor Tenebroso ya lo sabe. Y ahora dame la profecía, Potter.

—Sé que Sirius está aquí —insistió Harry—. ¡Sé que lo han cogido!

Unos cuantos mortífagos volvieron a reír, aunque la mujer fue la que rió más fuerte.

—Ya va siendo hora de que aprendas a distinguir la vida de los sueños, Potter —dijo Malfoy—. Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas.

—Adelante —lo retó Harry, y levantó su varita mágica hasta la altura del pecho. En cuanto lo hizo, las seis varitas de Nora, Ron, Hermione, Neville, Ginny y Luna se alzaron a su alrededor.

Pero los mortífagos no atacaron.

—Entrégame la profecía y nadie sufrirá ningún daño —aseguró Malfoy fríamente.

Ahora le tocaba reír a Harry.

—¡Sí, claro! —exclamó—. Yo le doy esta... profecía, ¿no? Y ustedes nos dejan irnos a casa, ¿verdad?

Tan pronto como Harry terminó la frase, la mortífaga chilló:

—¡Accio prof...! —Pero Nora, que no le había quitado el ojo de encima, estaba preparada, y gritó: «¡Protego!» antes de que ella hubiera terminado de pronunciar su hechizo; la esfera de cristal resbaló hasta las yemas de los dedos de Harry, pero consiguió sujetarla—. ¡Vaya, la pequeña sabe jugar! —dijo la mortífaga fulminando a Nora con la mirada tras las rendijas de su máscara—. Muy bien, pues entonces...

—¡TE HE DICHO QUE NO! —le gritó Lucius Malfoy a la mujer—. ¡Si la rompes...!'

La mujer dio un paso hacia delante, separándose de sus compañeros, y se quitó la máscara.

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