Estúpida Nora

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Nora:

—¿Qué vamos a hacer, profesora? —preguntó Ron, asustado, reprimiendo un eructo.

—Tú limpiarás la plata de la sala de trofeos con el señor Filch —dijo la profesora McGonagall—. Y nada de magia, Weasley... ¡frotando!

Ron tragó saliva. Argus Filch, el conserje, era detestado por todos los estudiantes del colegio.

—Y tú, Harry, ayudarás al profesor Lockhart a responder a las cartas de sus admiradoras —dijo la profesora McGonagall.

—Oh, no... ¿no puedo ayudar con la plata? —preguntó Harry desesperado.

—Desde luego que no —dijo la profesora McGonagall, arqueando las cejas—. El profesor Lockhart ha solicitado que seas precisamente tú.

Nora no sabía si sentirse aliviada por no tener que fregar o estar con el profesor Lockhart, o estar asustada por el castigo que le iba a tocar a ella.

La profesora se dirigió a ella y dijo:

—Y tú, Nora, vas a ayudar al profesor Snape a ordenar el armario de la clase de pociones. A las ocho en punto, cada uno a sus respectivos castigos.

Y con eso se fue.

Bueno, su castigo no parecía ser tan malo como el de Harry, hasta prefería fregar con Ron que contestar las cartas y el profesor Snape no parecía odiarla tanto como odiaba a su hermano.

Los cuatro se fueron al gran comedor.

—Ten cuidado con Snape —le dijo Harry poniéndose a su lado.

—Lo tendré, de todas formas te compadezco por lo de Lockhart—respondió ella mientras le daba pequeñas palmaditas en el hombro.

—Estás feliz de que no te haya tocado el castigo con él, ¿verdad?—dijo Harry con una sonrisa cómplice.

—Lo siento, pero no puedo evitar alegrarme—dijo Nora soltando una risita.

La tarde del sábado pasó en un santiamén, y antes de que se dieran cuenta, eran las ocho menos cinco. Nora se dirigió hacia las mazmorras para buscar al profesor Snape.

Lo encontró en el salón de pociones sentado en la silla frente a su escritorio leyendo, le dio unos toques firmes a la puerta y esperó a que le diera permiso para entrar.

—Adelante—dijo el profesor con una voz alargada y aburrida, sin levantar la vista de su libro.

—Buenas noches—dijo ella parándose frente al escritorio.

—¿Qué haces tú aquí?—dijo el profesor que había levantado la vista, pero la alejaba rápidamente.

—La profesora McGonagall...

—Pensé que iba a mandar a Harry Potter.

Nora frunció el ceño, pues menos mal había venido ella, seguramente Snape tenía planeado un castigo horroroso.

—No, él está con el profesor Lockhart. A mi me han asignado con usted.

—Bien, ordena todos los ingredientes del armario en un orden estrictamente alfabético y si no sabes el nombre, lo encontrarás en los libros de la repisa—dijo sin mirarla y salió del salón.

Durante todo el castigo el profesor no volvió, lo cual no estuvo mal porque pudo estar tranquila, pero no estuvo fácil porque habían más de doscientos ingredientes y tuvo que pasarse horas leyendo para encontrar los nombres.

Salió a las once de la noche con la cabeza llena de nueva información, lo cual la puso feliz. Se dirigió hacia su dormitorio con los ojos llorosos de sueño y se metió en la cama.

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