Dementores

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Nora:

—¡NORA! ¡HARRY!

Nora y Harry, se habían levantado el último día de vacaciones para ir a desayunar, cuando oyeron sus nombres y se dieron la vuelta.

Allí estaban los dos, sentados en la terraza de la heladería Florean Fortescue. Ron, más pecoso que nunca; Hermione, muy morena; y los dos les llamaban la atención con la mano.

—¡Por fin! —dijo Ron, sonriendo a Harry de oreja a oreja, mientras Hermione y Nora se abrazaban—. Hemos estado en el Caldero Chorreante, pero nos dijeron que habían salido, y luego hemos ido a Flourish y Blotts, y al establecimiento de la señora Malkin, y ¿ustedes?

—Compramos la semana pasada todo el material escolar. ¿Y cómo os enterasteis de que nos alojamos en el Caldero Chorreante?

—Mi padre —contestó Ron escuetamente.

Seguro que el señor Weasley, que trabajaba en el Ministerio de Magia, había oído toda la historia de lo que le había ocurrido a tía Marge.

—¿Es verdad que inflaron a su tía? —preguntó Hermione muy seria.

—Fue sin querer —respondió Nora, mientras Ron se partía de risa—. Perdimos el control.

—No tiene ninguna gracia, Ron —dijo Hermione con severidad—. Verdaderamente, me sorprende que no los hayan expulsado.

—A mí también —admitió Harry—. No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado. —Miró a Ron—: ¿No sabrá tu padre por qué nos ha perdonado Fudge el castigo?

—Probablemente, porque son ustedes. ¿No puede ser ése el motivo? —Encogió los hombros, sin dejar de reírse—. Los famosos Potter. No me gustaría enterarme de lo que me haría a mí el Ministerio si se me ocurriera inflar a mi tía. Pero primero me tendrían que desenterrar; porque mi madre me habría matado. De cualquier manera, ustedes mismos le pueden preguntar a mi padre esta tarde. ¡Esta noche nos alojamos también en el Caldero Chorreante! Mañana podrán venir con nosotros a King's Cross. ¡Ah, y Hermione también se aloja allí!

—¿Se alojan allí?—preguntó Nora, cuando su mente rondó en los recuerdos de un chico pelirrojo.

Hermione asintió con la cabeza, sonriendo.

—Sí—contestó Ron, entusiasmado.

—¿Todos los Weasley?—preguntó sintiendo que su rostro se teñía de rojo.

—Bueno, Bill y Charlie no, porque no están aquí, pero si; mamá, papá, Percy, Ginny, George y Fred.

—Nora, ¿estás bien?—preguntó Harry.

Nora asintió y supuso que su cara ya era del color de un tomate, y es que ella no había olvidado el incidente del año pasado, cuando le había eructado a Fred en la cara y desde entonces lo había evitado.

Hermione que adivinó lo que Nora estaba pensando intervino:

—Todavía me quedan diez galeones —dijo comprobando su monedero—. En septiembre es mi cumpleaños, y mis padres me han dado dinero para comprarme el regalo de cumpleaños por adelantado.

—¿Por qué no te compras un libro? —dijo Ron poniendo voz cándida.

—No, creo que no —respondió Hermione sin enfadarse—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry y Nora tienen a Hedwig y tú tienes a Errol...

—No, no es mío. Errol es de la familia. Lo único que poseo es a Scabbers. —Se sacó la rata del bolsillo—. Quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers en la mesa, ante ellos—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.

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