Estoy a tus pies

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Draco:

Draco no podía borrar la sonrisa de la cara, se sentía como si estuviera flotando en una nube. Ni siquiera notó que las clases pasaron más rápido de lo normal, lo único malo es que ese día no compartía clases con Nora y no la había visto desde la mañana.

Después de Herbología tenía entrenamiento de quidditch, ya estaba decidido que el primer partido de la temporada lo jugaban contra Gryffindor. Flint los tuvo hasta las nueve de la noche entrenando y todavía no podía irse a la cama, porque tenía que patrullar lo pisos para asegurarse de que no hubieran alumnos fuera de sus salas comunes.

Eran las diez cuando terminó de revisar el tercer piso y se dirigía al cuarto cuando alguien le puso las manos sobre los ojos. No necesitaba verla para saber que era ella. Nora era notablemente más baja que él así que tuvo que agacharse para que pudiera cubrirle bien los ojos.

—¿No vas a preguntar quién soy?—susurró Nora en su oído.

—Siempre sé cuando estás cerca.

Nora lo soltó y él pudo enderezarse.

Draco se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco cuando vio a Nora con una sonrisa en su rostro.

—¿Puedo comenzar a cortejarte?—preguntó Nora.

Draco no pudo evitar soltar una risa y asintió. Nora lo tomó de la mano y lo guio hacia las escaleras, no parecía preocuparle que los encontraran. Comenzó a subir esquivando los escalones sueltos del castillo, para aquellos quienes subían por primera vez hubiera resultado un suplicio, pero Nora subía tranquila y esquivaba las trampas de memoria.

—¿A dónde me llevas?

—Malfoy, no hagas preguntas, es una sorpresa—dijo Nora y lo arrastró hacia el séptimo piso.

Se detuvo delante de un tapiz extraño en donde estaba Barnabás el chiflado intentando enseñar ballet a los Trolls. Nora lo soltó y comenzó a caminar delante de un trozo de pared. Draco vio que comenzaba a morderse el labio, la había visto hacer eso cientos de veces cuando se concentraba en algo.

De repente apareció una puerta frente a ellos y Nora le regaló una sonrisa.

Ambos entraron y Draco se sorprendió al ver el lugar, nunca antes había estado ahí. Era una sala acogedora y estaba iluminada por una cuantas velas alrededor. En el centro había una pequeña mesa, esta tenía dos velas al centro y en los extremos dos cubreplatos, frente a estos habían dos cojines.

Nora le indicó que se sentara y él lo hizo. Nora se sentó frente a Draco y él no pudo evitar ver lo hermosa que era, sus ojos rodeados por una largas pestañas brillaban y con la luz de las velas estaban más presentes las pecas sobre su nariz. Su largo cabello negro estaba suelto a los lados y Draco sentía el impulso de pasar sus dedos por él.

—Espero que te guste, lo cociné yo misma—dijo Nora con cierto orgullo, mientras quitaba los sobre platos.

Draco estaba sin palabras, era un pastel de calabaza, muy parecido al que le hacía su abuela cuando él era niño... ¿Cómo lo supo?

Miró a Nora, quien lo animaba a seguir.

Draco tomó el tenedor que tenía en la mesa y tomó un trozo, se lo llevó a la boca y...

Sabia espantoso.

—¿Y bien?—preguntó Nora, levantando las cejas.

—Está...—decía Draco mientras ponía su máximo esfuerzo por tragar el trozo que tenía en la boca, a medida que masticaba el gusto empeoraba—, d-delicioso—añadió, cuando por fin pudo tragarlo.

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