Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta

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Nora:

—Veo veo

—¿Qué ves?—preguntó Harry.

—Una cosa muy oscura y pequeña.

—Mmm, ¿mi zapato?

—Nop, tiene colmillos...

—Nora no juegues—dijo Harry de repente sentándose en la cama.

—Y se cuelga del techo...

—Nora—dijo Harry muy serio.

—Oh vamos, Harry, es un murcielaguito. No puede hacer gran cosa.

Harry estaba revisando toda la habitación y Nora se rio cuando Harry localizó al murciélago y dio un pequeño grito.

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. Así que Nora se había quedado con su hermano haciéndole compañía. El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto. Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche y Nora dormía en la cama de al lado.

Nora y Harry habían hablado del Grim, pero no les habían comentado nada a sus amigos porque Ron se asustaría y Hermione se burlaría, diciendo que estaban paranoicos después de la predicción de la profesora Trelawney.

Harry le había contado a Nora como oía los últimos gritos de su madre, su afán por protegerlos de lord Voldemort, y las carcajadas de lord Voldemort antes de matarla... Harry dormía irregularmente y se despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.
A Nora se le escapaban las lágrimas.

Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaban obligados a pensar en otras cosas, aunque tuvieran que soportar las burlas de Draco Malfoy. Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó imitando por toda la mazmorra a los dementores. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo—. Mira a ver quién está, Hermione.

Hermione se asomó al aula.

—¡Estupendo!

El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras. Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.

—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

—No sabemos nada sobre los hombres lobo...

—¡... dos pergaminos!

—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo. Volvió a producirse un barullo.

—Si, pero dijo que íbamos muy atrasados...

—... no nos escuchó...

—¡... dos pergaminos!

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.

—No os preocupéis. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.

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