¡Puntos para Gryffindor!

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—Me pregunto cómo será tener una vida tranquila —suspiró Ron, mientras noche tras noche luchaban con todo el trabajo extra que les daban los profesores. Hermione había comenzado ya a hacer horarios de repaso para Harry y Ron. Los estaba volviendo locos.

Por otro lado, Nora, estudiaba pociones, se sabía al derecho y al revés todo el temario, pero no quería confiarse. Lo que le había dicho el profesor Snape, que solo eran nombre célebres, se había quedado en su memoria y estaba decidida a demostrarle lo contario.

Durante un desayuno, Hedwig entregó a Harry otra nota de Hagrid. Solo decía: «Está a punto de salir».

Ron quería faltar a la clase de Herbología e ir directamente a la cabaña. Hermione no quería ni oír hablar de eso.

—Hermione, ¿cuántas veces en nuestra vida veremos a un dragón saliendo de su huevo?

—¿Será igual que un pollo?—preguntó Nora y rio cuando Ron le lanzó una mirada de ¿estás loca?

—Tenemos clases, nos vamos a meter en líos y no vamos a poder hacer nada cuando alguien descubra lo que Hagrid está haciendo...

—¡Cállate! —susurró Harry.

Malfoy estaba cerca de ellos y se había quedado inmóvil para escucharlos. ¿Cuánto había oído?

Ron y Hermione discutieron durante todo el camino hacia la clase de Herbología y, al final, Hermione aceptó ir a la cabaña de Hagrid con ellos durante el recreo de la mañana. Cuando al final de las clases sonó la campana del castillo, los cuatro dejaron sus trasplantadores y corrieron por el parque hasta el borde del bosque. Hagrid los recibió, excitado y radiante.

—Ya casi está fuera —dijo cuando entraron.

El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara. Algo se movía en el interior y un curioso ruido salía de allí.

De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa. No era exactamente bonito. Nora pensó que era un pollo muy grande. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones.

Estornudó. Volaron unas chispas.

—¿No es precioso? —murmuró Hagrid. Alargó una mano para acariciar la cabeza del dragón. Este le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos colmillos puntiagudos.

—¡Bendito sea! Mirad, conoce a su mamá —dijo Hagrid.

—Hagrid —dijo Hermione—. ¿Cuánto tardan en crecer los ridgebacks noruegos?

Hagrid iba a contestarle, cuando de golpe su rostro palideció. Se puso de pie de un salto y corrió hacia la ventana.

—¿Qué sucede?

—Alguien estaba mirando por una rendija de la cortina... Era un chico... Va corriendo hacia el colegio.

Harry fue hasta la puerta y miró, con solo ver el rostro de su hermano lo supo. Incluso a distancia, era inconfundible: Malfoy había visto el dragón.

Durante la semana Nora no podía evitar ponerse de mal humor cada vez que veía a Draco y este le lanzaba una sonrisa que hacía que su piel se erizara.

La semana siguiente pareció alargarse. La noche del miércoles encontró a Harry y Hermione sentados solos en la sala común, mucho después de que todos se fueran a acostar. El reloj de la pared acababa de dar doce campanadas cuando el agujero de la pared se abrió de golpe. Ella y Ron entraron y se quitaron la capa invisible, habían estado en la cabaña de Hagrid, ayudándolo a alimentar a Norberto, que ya comía ratas muertas.

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