Gryffindor vs Hufflepuff

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Nora:

—Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de quidditch —les dijo Oliver Wood, paseándose con paso firme delante de ellos—. Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad.

Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos—. Contamos con tres cazadoras estupendas. —Wood señaló a Nora, Angelina Johnson y Katie Bell—. Tenemos dos golpeadores invencibles.

—Déjalo ya, Oliver; nos estás avergonzando—dijeron Fred y George a la vez, haciendo como que se sonrojaban.

—¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Wood, con voz retumbante y mirando a Harry con orgullo incontenible—. Y estoy yo —añadió.

—Nosotros creemos que tú también eres muy bueno —dijo George.

—Un guardián muy cool —confirmó Fred.

—La cuestión es —continuó Wood, reanudando los paseos— que la copa de quidditch debería de haber llevado nuestro nombre estos dos últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportunidad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...

Wood hablaba con tal desaliento que incluso a Fred y a George les dio pena.

—Oliver, éste será nuestro año —aseguró Fred.

—Lo conseguiremos, Oliver —dijo Angelina.

—Por supuesto —corroboraron Harry y Nora.

Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no había barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.

Una tarde, después del entrenamiento, Harry y Nora regresaron a la sala común de Gryffindor con frío y entumecidos, pero contentos por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontraron la sala muy animada.

—¿Qué ha pasado? —preguntaron a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.

—Primer fin de semana en Hogsmeade —les dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.

—Estupendo —dijo Fred, que los había seguido por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

Nora se dejó caer en una silla, al lado de Her, y la alegría la abandonó.

Hermione comprendió lo que le pasaba.

—Estoy segura de que podrán ir la próxima vez —les consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.

—Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntenle a McGonagall si pueden ir ahora. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.

—¡Ron! —dijo Hermione—. Tienen que permanecer en el colegio...

—No pueden ser los únicos de tercero que no vayan. Vamos, pregúntenle a McGonagall...

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