Capítulo 34: ¿Tienes frío?

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Mackenzie

Cuando vemos al hombre me doy cuenta de que está asustado. Sus ojos están llorosos y a pesar de que la nieve está cayendo pesada ni siquiera trae una chamarra. Solo una sudadera.

—¿Llamaste una ambulancia? —pregunta Dylan.

Descuelga su chamarra del perchero en la pared y se la pone. Luego me pasa la mía, que, también me la pongo, pero no entiendo para qué.

—La línea no funciona. Tampoco hay internet. No creo poder conducir para llevarla... estoy temblando y... podríamos tener un accidente... si pudieran ayudarme a conseguir ayuda... —está hablando muy rápido y con mucha desesperación.

—Tranquilo. Soy doctor. Mi nombre es Dylan. —le dice al mismo tiempo que toma mi mano y me hace salir de la cabaña con él. —vamos a ayudarte.

¿Qué rayos hace?

—¡Gracias a Dios! Me llamo Henry y mi esposa Doris.

Dylan cierra la cabaña y los dos seguimos al hombre a la suya. Trato de llamar la atención de Dylan jalándolo del brazo, pero él no me voltea a ver.

Henry se detiene para abrir la puerta que dejó con llave antes de ir por nosotros.

Me pongo de puntitas para alcanzar a Dylan y le hablo cerca del oído. —¿Qué estás haciendo?

Voltea a verme y nos mueve un par de metros lejos de Henry que sigue tratando de abrir la puerta —el centro del pueblo está a 45 minutos, no podemos manejar con este clima y si no lo ayudamos pueden perder al bebé.

—Pero eres cirujano, no partero... —mi miedo aquí es que si algo sale mal y ese bebé no nace bien, no quiero cargar con eso en mi conciencia.

—He presenciado un par de partos. Sé lo que hay que hacer, pero vas a ayudarme y necesito que estés tranquila...

—¿Y si algo sale mal? No estamos en un hospital con todo lo necesario...

—Antes no existían los hospitales y las mujeres daban a luz todo el tiempo. Todo saldrá bien.

No puedo decir nada más porque la puerta al fin se abre y seguimos a Henry dentro de la cabaña.

Su esposa está en una habitación, gimiendo de dolor. Henry corre a su lado y toma su mano y trata de tranquilizarla.

—Hola. Soy el Dr. O'brien. Tranquila, vamos a ayudarte. —se presenta. Se quita su chamarra, su sudadera y se dobla las mangas de su playera para tener los brazos descubiertos. Se mete al baño de la habitación y yo con él. —Lava tus manos de esta manera. —me indica y se enjabona desde las manos hasta los codos, se talla los dedos con la espuma y luego se enjuaga.

Salimos del baño y comienza a hacer preguntas como: desde cuando comenzaron las contracciones y cada cuanto tiempo las tiene. Yo estoy inhalando aire y exhalando, tratando de estar tranquila.

—Se supone que nacería dentro de dos semanas... —dice Henry.

La mujer, Doris echa su cabeza hacia atrás y trata de ahogar un grito. Definitivamente las mujeres si somos más fuertes que los hombres. Ella ni siquiera está llorando y no puedo ni imaginar el dolor que está sintiendo. Un hombre se desmayaría, estoy segura de eso.

—¿Es tu primer hijo, Doris? —pregunta Dylan. Ella asiente. —El primer hijo siempre se adelanta o se retrasa. Necesito que respires por la nariz y sueltes el aire por la boca. Tengo que ver cuanta dilatación hay. Henry, ¿puedes ayudarla a desvestirse?

Ella hace lo que Dylan le pide y al parecer le está funcionando concentrarse en su respiración. Henry también obedece y ayuda a su esposa a quitarse la ropa.

Dame un año (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora