Capítulo 37: ¡Que positiva!

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Mackenzie

Durante la semana, hubo días en los que el horno de la estufa de Dylan y el horno profesional que también tiene, no fueron suficientes para realizar los muchos pedidos que tuve. Creo que debería de poner un límite de pedidos por día para poder organizarme mejor. Casi siempre son pedidos que quieren para antes de las 4 de la tarde, así que después de esa hora, tengo mis días libres. A veces voy a entregar a domicilio y a veces vienen a casa de Dylan a recogerlos.

Aproveché todas las tardes para ir al orfanato a visitar a Amy y a los demás niños. Les llevé algunas galletas y cupcakes. El sábado en la mañana me dejaron darles algo así como una clase de decoración ya que tenía un par de horas libres antes de decorar un pastel que entregaría a medio día. A los niños les encantó y a las encargadas del orfanato también, tanto que me pidieron hacer lo mismo cada sábado. Yo acepté encantada porque a mí me dejaron aprender a cocinar cuando estaba ahí y de esa forma me enamoré de la pastelería, sería genial que otros niños descubrieran que tienen la misma pasión.

Algo raro que pasó, fue que, cuatro veces en esta semana me han estado llamando de números desconocidos. Cuando contesto la llamada solo se escucha como que hay alguien al otro lado de la línea, pero nunca habla ni dice quién es. Bloqueo los números, pero siempre hay uno nuevo del que me hablan. Quizás son esas personas que tratan de pedirte dinero fingiendo ser un familiar. O quizás son de la competencia de la compañía de teléfonos en la que estoy, tratando de hacer que me cambie... ¡lo raro es que nunca hablan! Pero bueno, eso no va a estresarme.

Cuando terminé todo el trabajo del sábado, llamé a Julia para encontrarnos en la tienda de vestidos que me dijo. Yo no tuve ni voz ni voto en cada vestido que me probaba.

Ella me los estaba dando y yo solo me metía al vestidor para ver que fuera de mi talla.

Le dijo que no a varios vestidos muy bonitos, hasta que encontramos uno rojo... para mi gusto era muy llamativo y elegante.

Me miro en el espejo, me pongo de lado, me pongo de espaldas para ver como se ve por atrás, me pongo de nuevo de frente y me gusta. Pero siento que es demasiado.

—¡Ese es perfecto! —asiente mirando mi reflejo en el espejo.

—Pero... es rojo. Llamaré mucho la atención y es muy elegante... parece de una alfombra roja o algo así.

Ella ríe. —Mack, es una cena para los doctores más reconocidos internacionalmente y sus esposas y familia. Créeme, será como una alfombra roja. El vestido es perfecto. Bonito y...

—¡Costoso! —interrumpo.

—Elegante. —dice.

—¡Costoso! —vuelvo a decir como si la palabra "costoso" fuera sinónimo de "elegante" que en realidad no es tan diferente.

—Oye, ¡esas personas usan playeras de 300 dólares para dormir! No usan ropa vieja como pijama. Te aseguro que tu vestido va a ser de los más sencillos que verás.

Suspiro. No va a dejarme ir si no llevamos este vestido. —¡Bien! —vuelvo a entrar al vestidor para quitarme el vestido. Por suerte el cierre llega hasta la espalda baja y puedo quitármelo y ponérmelo sin ayuda. Lo pongo en el gancho y salgo. Hay una chica que está esperándome para ponerlo dentro de una bolsa para protegerlo.

—¿Tienes zapatos que combinen? —pregunta Julia.

Me quedo pensativa. Ninguno de los zapatos que empacó la mamá de Dylan para el fin de semana en el hotel Plaza combinan con el vestido y yo no tengo zapatos taaan bonitos.

—Nop.

Julia mira a la empleada que nos atendió antes y le pide que nos muestre zapatos. Entre las dos elegimos unos negros, sencillos y no muy incómodos porque con el largo del vestido, ni siquiera se van a ver.

Dame un año (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora