acto 0 Shirou el hereje

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Shirou despertó aturdido, su mirada errante se posó en su entorno: estaba atrapado en una jaula, grilletes limitaban su movimiento. Una voz cercana lo interrumpió:

- Así que tú también llegaste aquí, ¿eh? - Dijo una mujer al lado de Shirou, también enjaulada.

-¿Dónde estamos? ¿Que Paso? - preguntó Shirou, tratando de entender la situación.

- Estamos en jaulas que usan para mantener a los herejes encerrados. No te preocupes, no permanezcamos aquí para siempre, solo esperamos nuestro turno en el juicio - respondió la mujer con un tono frío y mirada apagada.

¿Nadie va a defendernos? - inquirió Shirou, mirando a la mujer, quien soltó una risa desolada.

- Lo más probable es que solo nos digan cómo vamos a morir. Eso es todo. Y dime, ¿tú qué hiciste? - preguntó la mujer observando a Shirou.

 -Sobrevivir, eso es todo lo que hice. ¿Y tú, has hecho algo malo? – cuestionó Shirou mirándola.

La mujer, con la cabeza baja, confesó: - Solía ​​ser una comisaria en el imperio. En una misión, preferí salvar a personas inocentes en lugar de cumplir la misión. La logré completar, pero me acusaron de herejía por no seguir las órdenes de mi superior. Me quitaron el rango y aquí estoy.

La historia de la mujer dejó a Shirou desconcertado. Una persona que había servido al imperio durante tanto tiempo, acusada solo por hacer lo correcto.

-En fin, supongo que a ti te torturarán y matarán. En mi caso, solo espero que el emperador tenga piedad de mi alma - concluyó la mujer resignándose a su destino.

Shirou reflexionó sobre el emperador, el líder del trono dorado, el ser venerado como un dios, el que supuestamente devolvería la esperanza a la humanidad. Estaba harto de la religión y la adoración ciega que giraba en torno a él.

Cuando abrieron la jaula para llevárselo, Shirou se enfrentó a un tribunal compuesto por un juez, marines especiales y hermanas de batalla. La atmosfera era tensa y amenazante.

- debería haber dos, ¿no es así? - preguntó el marino espacial, notando la ausencia de Vox.

-El otro murio en una explosion y sus restos quedaron incinerados - informado el comandante.

El juez, con un gesto de asco en su rostro, declaró: - Silencio. Estamos aquí para sentenciar a Shirou EMIYA, un criminal de la parte baja del imperio, responsable de múltiples muertes, incluidos miembros de la Guardia Imperial.

La hermana de batalla no pudo contener su furia y jaló el cabello de Shirou, mientras que el marine espacial y la guardia imperial también mostraron su desprecio.

Shirou no se amedrentó y respondió con voz enojada: - Hice lo que hice para sobrevivir en un mundo donde las condiciones son inhumanas. No hay comida saludable, el agua es radiactiva, y la vida de las personas no les importa.

shirou miro como nada parecia estar a su favor a si que 

Sin esperanza de sobrevivir, Shirou habló en voz alta lo que muchos callaban:

"Siempre escucho esa retórica de que el Emperador es un dios, pero ¿por qué está muerto? ¿Por qué permanece en su trono sin tomar acción mientras la humanidad lo adora? ¿Por qué nadie puede expresarse libremente sin ser aniquilado? ¿Por qué la libertad está condicionada a adorar al Emperador? No es un dios, y si lo fuera, sería el dios más patético. Ni siquiera puede llevar a su propia raza a la grandeza en la galaxia. Mientras ustedes repiten ser la voz del Emperador, todo lo que veo y escucho me hace sentir que, si yo fuera él, estaría asqueado por el imperio que ha construido", dijo Shirou, su voz llena de rabia y frustración mientras expresaba los pensamientos de aquellos que luchaban por sobrevivir en el Imperio.

Las palabras de Shirou tuvieron un alto precio. La hermana de batalla lo golpeó hasta dejarlo casi inconsciente, y el marine espacial luchó por contener su furia.

Mientras Shirou caía en la inconsciencia, las voces de los presentes se entrelazaban en un debate sobre cuál sería el castigo adecuado para él. Las opiniones eran variadas y reflejaban la ira y el desprecio que sentían hacia el hereje.

-Eso no parece que lo vaya a matar - murmuró el guardia imperial, su voz reflejando un deseo de ver sufrimiento prolongado.

-Se merecía algo peor. Ese destino es demasiado benevolente para él - agregó la hermana de batalla con indignación, su tono resonando con la pasión de quien había sido ofendida.

- Pero hemos recibido órdenes directas - intercedió el marino espacial, su voz era más fría y calculadora. - En medio del ataque que enfrenta el mundo, se nos necesita. Este individuo podría ser de utilidad.

Los argumentos contrastantes llenaron la habitación, cada uno representando una faceta diferente de la rabia y el disgusto que el imperio sintió hacia Shirou. A medida que la discusión continuaba, el juez miró a la figura inconsciente de Shirou con una mezcla de repulsión y desprecio.

- No podemos permitir que sus acciones queden impunes - declaró el juez, tratando de encontrar un equilibrio entre el castigo y la utilidad que Shirou podría proporcionar. - A pesar de sus palabras, tiene un proposito diferente 

-¿Y si lo utilizamos como carnada? - sugirió uno de los marines especiales. - Podríamos enviarlo a las zonas más peligrosas del frente y ver si realmente está dispuesto a luchar por el imperio.

La hermana de batalla asintió con aprobación, pero también lanzó una propuesta más sombría: - También tuvimos someterlo a experimentos. Ver cómo reacciona a la tortura prolongada, cómo soporta la modificación genética. Que pague con su cuerpo por sus palabras y acciones.

El guardia imperial intervino nuevamente, su voz cargada de sadismo: - O convertirlo en un símbolo de temor para los herejes. Atarlo a una máquina de guerra y mostrar lo que les sucede a aquellos que se atreven a desafiar al Emperador.

Mientras la discusión continuaba, el comisario que había aparecido anteriormente volvió a entrar en la sala. Murmuró unas palabras al oído del juez, quien cambió su expresión de manera significativa.

-He recibido órdenes superiores - anunciado el juez, llamando la atención de todos. - Por ahora, sus vidas se mantendrán intactas. Hay una amenaza mayor que enfrentamos, y nuestras prioridades deben ajustarse.

El marino espacial asintió, aceptando la decisión aunque no parecía del todo complacido. La hermana de batalla, aunque contrariada, también se resignó.

El guardia imperial gruñó de descontento, pero no se atrevió a desafiar la autoridad superior. Las palabras del comisario llevaban un peso innegable.

Con un último vistazo a Shirou, el juez concluyó: - Hasta que esta amenaza sea eliminada, su destino mejorará en suspenso. Pero recuerden, están bajo observación constante.

El comisario se desprendió de la sala, y el grupo se dispersó, dejando a Shirou inconsciente y atrapado en su incierto destino dentro del imperio que tanto aborrecía.

LA ESPADA DEL EMPERADOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora