acto 4 Está perra está loca

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Shirou observó con inquietud cómo las iglesias se acercaban rápidamente, entonando cánticos religiosos que enviaban escalofríos por su espalda. Sin embargo, su atención se desvió hacia el cielo cuando notó que algo caía en forma de cápsulas. La inquietud de Shirou aumentó al sentir pasos pesados ​​acercándose.

Lisa, quien se había acercado a Shirou, comprendió la urgencia de la situación y le instó a enfrentarse a las Hermanas de Batalla antes de que pudieran convertirse en un problema mayor.

-Shirou, no tenemos tiempo que perder. Debemos derrotar a las Hermanas de Batalla antes de que se vuelvan a un problema - decía Lisa con determinación, instando a Shirou a tomar acción.

-¡No hay tiempo que perder! - exclamaba emocionado, listo para enfrentar el desafío.

Mientras tanto, Bruz había notado que las cápsulas caían del cielo y parecía emocionado ante la perspectiva de enfrentarse a los seres que emergían de ellas. El Licenciado también evaluó la situación y señaló hacia las siluetas imponentes que se acercaban desde el horizonte.

-Parece que esas cosas del cielo seran un reto - dijo el Licenciado

Ante la urgencia de la situación, Shirou tomó la decisión de dividirse para enfrentar las diversas amenazas. Cada uno tomaría una parte del ejército y se encargaría de lo que se avecinaba. Shirou estaba decidido a liderar la lucha contra las Hermanas de Batalla, mientras que los orkos se dirigirían hacia las misteriosas cápsulas que caían del cielo.

Junto a Lisa, Shirou se dirigió rápidamente hacia las Hermanas de Batalla. Los orkos les seguían y se abrían paso hacia las iglesias que estaban disparando. Shirou desarrolló su agilidad al esquivar los disparos enemigos, utilizando su habilidad para materializar espadas y combinarlas con su poder psíquico para crear espadas explosivas. Estas espadas se lanzaron a gran velocidad, impactando las iglesias y provocando explosiones intensas.

Las espadas explosivas surcaron el aire, pareciendo misiles a gran velocidad, alcanzando las iglesias y provocando explosiones devastadoras. Sin embargo, a pesar de las explosiones, las iglesias parecieron resistir el ataque, impulsadas por la fuerza de su fe y determinación.

La batalla estaba en pleno apogeo, y Shirou sabía que superaría la fuerza de la fe que impulsaba a sus enemigos. A medida que las explosiones iluminaban el campo de batalla y el estruendo llenaba el aire, Shirou y los orkos no se detenían, luchando con tenacidad para mantener a raya las amenazas que se cernían sobre ellos.


Las Hermanas de Batalla creyeron que atraparon a Shirou en medio del fuego y se acercaron para atacarlo. Sin embargo, Shirou reaccionó rápidamente, materializando sus espadas para bloquear los ataques de dos de las hermanas. En un rápido movimiento, vio empalar a una de ellas en el pecho, mientras que a la otra le cortó el cuello con otra de sus espadas.

Después de eliminar a estas dos hermanas de batalla, Shirou cambió a su bolter y disparó certeramente contra dos de ellas, alcanzándolas en la cabeza y acabando con su amenaza. Las hermanas restantes respondieron abriendo fuego contra Shirou, pero la mayoría de los disparos fueron detenidos por su resistencia. A pesar de la intensidad del ataque, Shirou continuaba en pie.

Con su espada motosierra en mano, Shirou se movió con agilidad y precisión, cortando en dos a múltiples hermanas de batalla que se interpusieron en su camino. Aunque el combate era arduo, Shirou demostró su destreza y resistencia, enfrentándose a sus enemigos con tenacidad renovada.

No obstante, un grito enfurecido interrumpió el combate de Shirou. La capitana de las Hermanas de Batalla se abalanzó sobre él con espadas motosierra en mano, mostrando un estado de furia intensa.

LA ESPADA DEL EMPERADOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora