Ya estaba anocheciendo cuando Draco comenzó a revolver entre sus cosas. Parecía buscar algo con urgencia, hasta que por fin sacó su Nimbus 2001 de debajo de la cama. Su rostro se iluminó como si acabara de encontrar un tesoro.
—¿Para qué quieres la escoba? —pregunté con curiosidad.
—Pues para volar, ¿para qué va a ser? —respondió con ese tono burlón tan suyo.
—A ver, tonto, ¿qué vas a hacer con ella? —repetí rodando los ojos.
—Te voy a llevar a ver algo —dijo, esta vez con un brillo distinto, casi emocionado.
—Yo también tengo una escoba, no hace falta que me lleves. Y además la mía es mejor —añadí con orgullo—. La Saeta de Fuego, ¿recuerdas?
Me la había regalado mi padre aquel verano... aunque aún no había contado mucho de él. Ya lo haría.
—Sí, sí, listilla. Pero no hay tiempo. Vamos. —Me tomó de la mano y prácticamente me arrastró hacia la salida.
Corrimos por los pasillos hasta llegar al patio exterior. Él se subió a la escoba de un salto, y cuando vio que me quedaba quieta, volvió a tenderme la mano. No sé por qué... pero esta vez no dudé. La agarré, me impulsó hacia arriba y subí detrás de él.
Apenas despegamos, la Nimbus aceleró con la fuerza de una flecha. Me aferré instintivamente a su cintura; nunca había volado con nadie. Siempre llevaba yo el control, siempre marcaba yo la dirección. Esto era... distinto. Estremecedor. Vulnerable.
Por la velocidad, terminé abrazándolo con más fuerza, apoyando la mejilla contra su espalda. Lo sentí girar un poco la cabeza. Lo conozco... seguro sonrió como un idiota satisfecho.
Subió hasta un punto altísimo, casi rozando el cielo negro. Yo seguía pegada a él. No sabía qué estaba planeando, y esa incertidumbre me inquietaba y emocionaba a la vez.
—Corre, mira esto —dijo con una sonrisa que pude escuchar más que ver.
Me separé ligeramente de su espalda, sin soltarlo del todo, y miré hacia donde señalaba.
Y entonces... lo vi.
Hogwarts, en medio de la noche, comenzó a despertar en luces. Pequeños destellos de colores empezaron a aparecer alrededor del castillo, multiplicándose hasta formar una especie de cúpula brillante, una corona de magia suspendida en la nada. Nunca había visto nada parecido. Era como un cielo propio, hecho por el castillo solo para quienes supieran dónde mirar.
Una feria de luces, un hechizo vivo... y solo para nosotros.
No pude decir nada. Me quedé sin aire.
—Solo aparecen a esta hora —explicó Draco—. Y desde abajo no se ven. Solo desde aquí. Vengo mucho cuando necesito despejarme... ¿a que es bonito?
No contesté. Me sentía pequeña, feliz, asombrada. Como una niña ante su primera Navidad.
—Me encanta cómo te brillan los ojos cuando algo te impresiona... —susurró, apenas audible. Yo sí lo escuché.
Lo miré, incrédula. Y él, al darse cuenta, se sonrojó y apartó la vista tan rápido que tuve que contener una sonrisa.
Las luces fueron desvaneciéndose poco a poco, y él avisó que bajaríamos. Esta vez, mientras descendíamos, pasé mis brazos por debajo de los suyos y apoyé mis manos en sus hombros y apoyé mi barbilla entre su cuello y mi mano. Su cuerpo se tensó. No supe si por el frío o por mí... preferí ignorarlo.
Al aterrizar, ambos bajamos de la escoba. Draco se quedó mirándome como si aún no supiera si estaba soñando. Y yo... aún estaba flotando.
Sin pensarlo, lo abracé.
Sentí cómo se quedaba paralizado un segundo, sorprendido, y luego sus brazos me rodearon despacio, torpes al principio, como si hiciera años que no abrazaba a nadie.
—Gracias, Draco —murmuré contra su pecho. Sentí su piel erizarse.
—Te he llevado porque sabía que te gustaría... —respondió con una sonrisa suave cuando nos separamos—. Aún me acuerdo de esas tonterías tuyas con las luces.
Me emocionó que lo recordara. Que todavía me escuchara. Que todavía le importara.
—Hace frío. Será mejor volver antes de que nos pillen —dije intentando recuperar un poco de compostura.
Él asintió y volvimos casi corriendo, esquivando profesores y haciendo el menor ruido posible. Al llegar a la habitación, me cambié rápido en el baño. Cuando salí, Draco ya estaba en su cama, con un libro entre las manos.
Yo me tumbé también, mirando al techo.
—¿Sabes? —dijo de pronto—. Nunca había llevado a nadie allí.
—¿Y por qué no? —pregunté, girando un poco la cabeza hacia él.
—No sé. Nunca pensé en llevar a nadie. Pero... contigo quería ver tu reacción.
Me hizo sonreír.
—Algún día tendremos que repetirlo —bromeé—. Gracias de nuevo.
—No hace falta que me las des —murmuró.
Me puse de lado, cerré los ojos y finalmente me dormí.
⸻
AL DÍA SIGUIENTE
Me levanté temprano, me duché y me preparé. Al salir del baño, Draco seguía durmiendo profundamente. Me acerqué. Tenía ojeras marcadas, como si apenas hubiese pegado ojo. Qué raro... se había acostado a la vez que yo.
Me senté a su lado y, con cuidado, aparté un mechón de su pelo lacio que le caía sobre los ojos. Frunció el ceño como un niño molesto.
—Draco... es tarde. Tenemos que ir a clase.
—Ya voy, ya voy... —murmuró medio dormido.
—Venga, que no nos da tiempo —insistí con una pequeña risa.
Me levanté a abrir las cortinas. La luz lo obligó a incorporarse por fin. Se levantó, fue al baño y volvió listo para salir.
Sus amigos lo esperaban abajo. Él se adelantó para hablar con ellos, pero Blaise se quedó a mi lado. Menos mal, siempre me ha caído bien.
—¿Qué tal con el castigo? —preguntó.
—Bueno... solo puedo decir que el primer día está superado —me reí.
Luego se nos unió Draco con los otros dos. Me sorprendió; pensé que no querría que lo vieran caminando conmigo de buenas. Aun así, yo estaba junto a Blaise y ellos en el otro lado.
Entramos a clase. Todos nos miraron como si hubiésemos llegado montados en un dragón. Supongo que verme con Crabbe y Goyle era demasiado para sus cerebros. Me senté junto a Draco como siempre.
—Lo de ayer fue gracioso —susurró ignorando completamente la lección.
—¿Qué fue lo de ayer, Malfoy?
—Deja de llamarme por mi apellido, me irritas —rió—. Me refiero a la discusión con aquel chaval.
—Bueno, sí... aunque casi os dais de hostias.
—Pero llegó mi salvadora —se burló, y me empujó suavemente con el hombro.
—Solo se fue porque soy chica y por mi apellido —dije, un poco decepcionada.
—Qué va, Melian —negó con seguridad—. Desde que saben que has tomado clases con tu padre, todos te tienen miedo. Y además eres la primera de la clase. Si le sumas eso... cualquiera retrocede.
Suspiré. Tenía razón. Mi padre me entrenó todo el verano porque sabía que, tarde o temprano, las cosas se volverían peligrosas. También quería entrenar a Harry... cuando por fin decidiera venir a vivir con nosotros.
ESTÁS LEYENDO
𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo Riddle
Любовные романыMelian es una chica de corazón fuerte y oscuro que no le abre a mucha gente, ella es muy guapa y poderosa y junto a Harry tienen un pasado desastroso. Mientras crecen, Draco un chico de la escuela, molesta mucho a Melian haciendo que no se lleven bi...
