A la mañana siguiente, el sol entró por la ventana de la casa de Melian con una claridad distinta a la de Hogwarts. Nada de vidrieras, ni tonos verdes, ni sombras pesadas de pasillos interminables. Solo luz. Luz cálida, doméstica, casi humilde.
Melian abrió los ojos despacio.
Durante un instante se quedó quieta, mirando el techo blanco. Era más bajo que el de su dormitorio en Hogwarts, más sencillo... pero también más seguro. Y en el silencio suave de aquella habitación, sintió por primera vez en semanas que podía respirar sin que el pecho le ardiera.
Se levantó, fue al baño, se duchó con calma. El vapor caliente le relajó la nuca, los hombros, incluso la mandíbula. Se vistió sin prisas: unos vaqueros, un jersey amplio, el pelo recogido a medias.
Al bajar, encontró a su padre sentado en la mesa de la cocina, sosteniendo una taza de café demasiado grande.
—Buenos días, princesa —dijo él, sonriendo con ese gesto que siempre le suavizaba todo el rostro.
—Buenos días, papá.
Él la miró unos segundos más de lo necesario. No porque sospechara algo, sino porque estaba feliz de verla allí.
—¿Lista para ir al pueblo? —preguntó levantándose—. Hay mercado hoy. Podríamos comprar unas cosas para la semana.
—Sí. Me apetece.
Salieron juntos. El aire de la mañana era fresco, casi húmedo, y el camino de tierra crujía bajo sus pasos. El pueblo era pequeño, colorido, con fachadas antiguas llenas de macetas y un aroma a pan recién hecho que impregnaba cada esquina.
Melian saludó a algunos vecinos que la habían visto crecer:
la señora Rowan, que vendía mermeladas caseras;
el viejo Tomás, que siempre llevaba un sombrero demasiado grande;
incluso un par de niños que corrían con varitas de juguete.
—Meli, has crecido otra vez —bromeó Tomás mientras ella reía por educación.
Entraron a la tienda principal del mercado. Olía a especias, frutas recién cortadas y madera vieja.
—¿Qué necesitamos? —preguntó Melian, tomando una cesta.
—Lo básico —respondió su padre—. Y algo dulce, por favor. Esta casa lleva demasiado tiempo sin azúcar.
Melian rió. Iban metiendo cosas en la cesta:
manzanas rojas, tomates, pan caliente envuelto en papel, dos porciones de tarta de limón "por si nos entra hambre más tarde", dijo él, aunque ambos sabían que era excusa.
Cuando terminaron, caminaron de vuelta con bolsas en las manos y conversación ligera.
—Ese chico nuevo del pueblo tiene pinta de ser problema —comentó él viendo a un adolescente discutir por una bicicleta.
—Papá, tiene doce años —respondió Melian riendo.
—Da igual, tiene ese brillo en los ojos.
—¿Cuál?
—El de Draco a tu edad —bromeó con una ceja levantada.
Melian soltó una carcajada genuina.
El padre la miró de reojo, satisfecho. Hacía mucho que no la oía reír así.
En casa, comenzaron a cocinar juntos.
Decidieron preparar pasta fresca con salsa cremosa, algo sencillo pero delicioso. Melian puso música —viejos discos que su madre adoraba—, y entre cortar cebolla, saltear ajo y probar la salsa, terminaron cantando mal y riéndose peor.
En un momento, él giró con la cuchara en la mano como si fuera un micrófono.
—No te rías —dijo.
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𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo Riddle
RomanceMelian es una chica de corazón fuerte y oscuro que no le abre a mucha gente, ella es muy guapa y poderosa y junto a Harry tienen un pasado desastroso. Mientras crecen, Draco un chico de la escuela, molesta mucho a Melian haciendo que no se lleven bi...
