65. Vínculo

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La enfermería aún olía a magia quemada.

Draco sostenía a Melian contra su pecho, tratando de mantener estable una respiración que se le escapaba entre sollozos silenciosos. Aún podía sentir la electricidad en el aire, la sombra que había intentado entrar, la oscuridad que había vibrado como un eco de algo... de alguien.

El corazón de Melian golpeaba rápido, errático.

Y entonces, sin aviso...
la habitación volvió a estremecerse.

Frascos tintinearon.
Una camilla se deslizó sola un par de centímetros.
Una lámpara flotó un segundo antes de estallar contra el suelo.

Melian se llevó las manos a la cabeza.

—Draco... no... no sé qué pasa... —dijo, con la voz temblando.

—Mel, mírame —pidió él, intentando sonar firme—. Respira. Yo estoy aquí.

Pero la vibración aumentaba cuanto más se alteraba ella.
Y cuanto más intentaba controlarlo... peor era.

Un aura transparente empezó a desprenderse de su piel como un vapor brillante y nervioso.

Draco retrocedió un paso sin querer.
No por miedo.
Por instinto.

—Melian... —susurró, sin apartar la mirada—. No lo controles. Déjame ayudarte.

Pero ella no podía.

La culpa no era de ella.

Porque la sombra que había intentado entrar antes no era un enemigo externo.

Era su propia magia.

Desbordándose.
Respirando sin control.
Buscando algo.

Buscándolo a él.

A Mattheo.

La puerta se abrió de golpe.

Mattheo entró corriendo, casi sin aliento.

Y entonces...

Todo se detuvo.

Las luces dejaron de parpadear.
El aura de Melian se calmó como si alguien hubiera apagado un incendio desde dentro.
La vibración del aire cesó.

Y Melian, temblante, levantó la vista.

Sus ojos se encontraron con los de Mattheo.

Y el mundo respiró.

—¿Qué...? —Draco miró alrededor, furioso, desconcertado—. ¿Qué acabas de hacer?

—Yo no he hecho nada —respondió Mattheo, tan serio y frío como siempre.

Pero Snape, que apareció detrás de él a paso rápido, sí lo entendió.

—Sí has hecho —dijo el profesor, adelantándose—. O, mejor dicho... ya lo habías hecho antes.

Snape miró directamente a Draco.

—Malfoy. Sal de la habitación.

—Ni de broma —escupió Draco—. No me iré a ningún sitio. No pienso dejarla sola con—

—No lo repitas —interrumpió Snape con veneno—. No tienes ni idea de lo que está ocurriendo.
Y lo que verás... no te va a gustar.

Draco apretó la varita hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

—No me importa. Me quedo.

Snape lo observó dos segundos, evaluando su terquedad.
Luego suspiró con fastidio.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora