CAPÍTULO 28. Entre Bruma y Estrellas

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El temblor cesó tan bruscamente como había comenzado. Durante uno o dos segundos me quedé completamente quieta, intentando que mis oídos dejaran de zumbar. Entonces, pequeñas luces comenzaron a surgir del suelo, diminutas, temblorosas, como si fuesen diminutas luciérnagas despertando de un sueño eterno. Se elevaron lentamente, dispersándose por toda la torre de Astronomía hasta convertir el aire en un océano estrellado.

La sensación era hipnótica, pero no podía permitirme caer en ella. Empiezo a dar vueltas sobre mí misma, el corazón acelerado, tratando de entender qué era todo aquello. Una niebla espesa brotó del suelo como si algo respirara bajo las losas, extendiéndose en espirales que cubrieron el aula por completo. Las paredes y las ventanas se desdibujaron; el mundo se volvió un espacio vacío donde solo flotaban esas luces titilantes, suspendidas como constelaciones atrapadas entre mis manos.

—¡No te tengo miedo! —grité, con más valentía de la que realmente sentía.

Mi voz resonó hueca en la bruma.

—¡Esto no va a detenerme! Si me has traído hasta aquí, será por algo. ¡Sal ya y acabemos con esto!

Ni siquiera el eco respondió.

—¡Vamos! ¡No tengo toda la noche! —continué, la impaciencia mezclándose con un temor que intentaba ocultar.

Como si mis palabras hubieran activado algo, la niebla empezó a retirarse lentamente, arrastrándose como un velo húmedo hacia el suelo. A través de ella distinguí una silueta. Alta. Firme. acercándose con pasos lentos.

Mi respiración se detuvo.

Solo necesitaba que la bruma retrocediera un poco más...

—Melian, cariño... puedes bajar la guardia —susurró una voz que me golpeó el pecho.

—¿Draco? —di un paso hacia atrás, incrédula—. ¿Qué haces aquí? ¡Vete! No quiero que te pase nada.

La niebla terminó de disiparse. Era él, perfectamente nítido bajo el resplandor danzante de las luces.

Sonreía... pero había algo extraño en esa sonrisa. Algo que no reconocí.

—Mira a tu alrededor, Melian —dijo despacio, casi disfrutando de mi desconcierto—. Las luces. Todo esto... estamos a salvo. Te he traído yo.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

—Draco... ¿qué estás diciendo? —pregunté con la garganta seca.

Él avanzó un paso. Su sombra se proyectó alargada y ondulante entre las pequeñas luces suspendidas en el aire. Aquella mezcla de belleza y amenaza me puso la piel de gallina.

—Llevo tiempo planeando esto —admitió.

Hubo un silencio que pareció doblar el tiempo. Sus ojos, grises, intensos, clavados en los míos, parecían querer romper todas mis defensas.

Las luces comenzaron a moverse a nuestro alrededor, girando, envolviéndonos en un remolino suave y brillante. La torre parecía un firmamento vivo.

Draco dio otro paso. Yo retrocedí por reflejo, hasta que él se inclinó delante de mí. Una rodilla en el suelo. El corazón me dio un vuelco.

—Melian —dijo, y su voz volvió a ser la de siempre, la que conocía desde la infancia—... con este anillo te pido... ¿quieres ser mi novia?

Me quedé completamente inmóvil. Todo el miedo, toda la tensión, todos los escenarios horribles que mi mente había imaginado... se deshicieron de golpe como la niebla a nuestros pies.

—¿Draco? ¿Qué... qué es esto? —logré murmurar.

Él sonrió, esta vez de verdad, vulnerable, sincero.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora