44. Estoy lista?

1 0 0
                                        

Caminé junto a Draco fuera de la sala común, intentando encontrar algo de aire tras la tormenta de palabras que acabábamos de atravesar. La tensión aún flotaba entre nosotros, pero había algo diferente ahora: la rabia estaba matizada por un cansancio común, por la certeza de que nos habíamos extrañado demasiado.

—Melian... —susurró, como si pronunciar mi nombre fuera un ancla que lo mantenía a salvo del caos interior—. Te... extrañé.

Lo miré, tenía ojeras en la cara, mi corazón dio un vuelco.
—Yo también —dije, y por un instante sentí que podía respirar otra vez.

Avanzamos juntos unos pasos hacia su cuarto. No necesitábamos más palabras; el silencio compartido decía más que cualquier frase. Al abrir la puerta, sentí el olor familiar de su espacio mezclado con algo inquietante: había un desorden sutil, casi imperceptible, como si alguien hubiera pasado por allí sin permiso.

—Draco... —susurré, y al acercarme a la cama, mis ojos se detuvieron en algo que hizo que mi estómago se contrajera—. ¿Qué es esto?

Sus cejas se fruncieron, y él dio un paso más cerca.
—Cuando llegué... —empezó, la voz cargada de frustración contenida—... encontré esto tirado por todos lados y lo metí en el bote de basura.

Me arrodillé junto a el bote y recogí los pedazos de la carta que había escrito para él. La había dejado allí con la esperanza de que la leyera, y ahora estaban rotos, en una papelera. El nudo en mi pecho se hizo más grande.

—Alguien... —dije con voz temblorosa—, alguien la ha roto...

Draco asintió lentamente, y pude ver la mezcla de ira, confusión y alivio en su mirada.
—Lo sé. Lo recogí... pero no entendía nada. Creía que tal vez habría roto yo cualquier papel, no sabía que era tu carta, pero... alguien más se metió y... —suspiró— ...esto no tendría que haber pasado, perdón no sabía que era tu carta.

Me acerqué más, y él bajó la mirada hacia mí, como si quisiera decir algo más pero no encontrara las palabras.
—Lo siento... —dije, casi en un susurro—. Lo que quería era que supieras lo que sentía... y que entendieras que necesitaba un poco de espacio.

Draco respiró hondo y su hombro rígido se relajó apenas un poco.
—Lo sé... no es tu culpa, no tienes que pedirme perdón—dijo, y por primera vez en días sentí que sus ojos se suavizaban—. Fue... difícil para mí no saber nada. Creí que... que confiabas más en él que en mí.

El corazón me dio un vuelco, y un escalofrío recorrió mi espalda. Él pensaba que yo había hablado con Mattheo.
—Draco... —empecé, sintiendo cómo se me quebraba la voz—. Nunca hablé con él. Jamás. La carta era para ti. Para ti y solo para ti.

Su respiración tembló, y sus ojos reflejaban una mezcla de furia contenida y alivio.
—Entonces... todo este tiempo... todo el dolor... fue por mentiras de otro. Por... Mattheo.

Asentí, con lágrimas en los ojos, sintiendo cómo un peso se levantaba de nuestros hombros.
—Sí. Nunca quise que sufrieras. Solo... necesitaba alejarme un poco para respirar y pensar —dije, dejando que mis manos tocaran las suyas sin apartarme—. No quería que esto nos destruyera.

Draco cerró los ojos un instante, y cuando los abrió, su mirada estaba llena de una mezcla de rabia, amor y un toque de vulnerabilidad que pocas veces dejaba ver.
—Maldita sea, Melian... —susurró—. Esto... esto no debería ser tan difícil.

Me quedé mirando los pedazos rotos entre mis dedos, sintiendo cómo la mente se me llenaba de preguntas como una tormenta repentina.
¿Quién podría haber hecho esto?
¿Quién entraría a la habitación de Draco?
¿Y por qué destruir justo mi carta?

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora