50. Mind of a Riddle

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Narrador omnisciente

El pasillo quedó en silencio apenas la puerta de Melian se cerró.

Mattheo se quedó quieto, inmóvil, mirando el punto exacto donde ella había desaparecido. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, ni por qué sus piernas no se movían, ni por qué su respiración estaba... alterada.

Alterada.
Qué palabra tan ridícula para él.

Él no se alteraba.
No por nadie.

Y sin embargo...

Un escalofrío le recorrió la nuca.

"¿Qué mierda te está pasando?", pensó con frustración, llevándose una mano a la frente.

No entendía nada.

Hacía años —muchos años— que no sentía nada que no fuera rabia, cálculo, instinto o necesidad. Nada que se pareciera remotamente a... preocupación, interés, o esa extraña electricidad que había sentido cuando Melian lo miró en el pasillo.

No. Eso no era suyo. No podía serlo.

Él era un Riddle.
Y los Riddle no sentían.

Se dio media vuelta, se encendió un cigarro que tenía guardado en el bolsillo y comenzó a caminar. Sus pasos resonaban en los pasillos vacíos de Hogwarts, chocando contra las paredes de piedra como si rebotaran dentro de su cabeza.

Cada paso despertaba un recuerdo.

Cada recuerdo era una herida.

EL NIÑO QUE APRENDIÓ A NO LLORAR

Mattheo tendría unos seis años cuando su padre decidió enseñarle su primera lección de verdad: la magia no servía para proteger. Solo para dominar.

—Si no aplastas antes de que te aplasten —le dijo Tom Riddle, con su voz fría como mármol—, entonces eres un inútil. ¿Lo entiendes?

El niño Mattheo, delgado, de ojos grandes y oscuros, asintió con miedo, sosteniendo la varita que apenas sabía agarrar.

—Quiero que conjures esto —dijo su padre, mostrando un hechizo que ningún niño debería conocer.

El niño tembló.

—Pa... padre, no creo que—

Un golpe seco.

Una bofetada.

El pequeño cayó al suelo.

—No pienses. No dudes. Obedece.

Mattheo no lloró.
No podía.

Su padre lo había castigado tantas veces por llorar, que su cuerpo había aprendido a no producir lágrimas. Como si hubiera apagado esa función de su alma.

Recibió el entrenamiento.
Recibió los golpes.
Recibió las palabras que moldearon su mente como hierro ardiente.

"Los sentimientos son para los débiles."
"Tu abuelo fracasó por culpa de ellos."
"Muchos murieron por esa basura llamada lealtad."
"Y tú no cometerás el mismo error."

Mattheo aprendió.
Y olvidó cómo sentir.

Pero ahora...

Ahora algo en Melian había empezado a agrietar el muro que Riddle había construido en él.

Un gesto de preocupación.
Una mirada sincera.
La forma en que ella lo había escuchado.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora