CAPÍTULO 30. Mattheo

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Melian

Nos despertamos con un sobresalto: la cascada ya estaba envuelta en la penumbra de la noche. La luna se reflejaba en el agua como un espejo plateado. Entre risas nerviosas, lo zarandeé suavemente para que despertara.

—¡Draco! —susurré entre carcajadas—. ¡Nos hemos quedado dormidos!

Él abrió los ojos con pereza, pero al ver el cielo oscuro se incorporó de golpe. Recogimos las cosas a toda prisa, intentando no dejar nada atrás. Antes de echarse la mochila al hombro, Draco me rodeó con sus brazos y me acercó a su pecho.

—Dime una cosa... ¿lo has pasado bien? —preguntó, con esa sonrisa traviesa pero con un brillo sincero en la mirada.

—Muchísimo —respondí sin dudar, sonriendo de oreja a oreja.

Él suspiró satisfecho y me dio un beso en la frente, apretándome contra sí antes de comenzar el camino de regreso.

El trayecto hacia Hogwarts fue más tranquilo, en silencio cómplice, con el murmullo de la noche acompañándonos. Al llegar a las puertas del castillo, Draco me tomó la mano y se detuvo.

—Melian... gracias por hoy. No sabes cuánto significa para mí.

—Soy yo quien debería darte las gracias —contesté, mirándolo a los ojos—. Ha sido... perfecto.

Él inclinó la cabeza, y sus labios rozaron los míos en un beso suave, breve, pero lleno de promesas. Luego, sin querer soltar mi mano, me acompañó hasta la entrada de la torre.

—Buenas noches, mi chica —susurró, antes de marcharse hacia su habitación.

Subí a mi dormitorio flotando de felicidad. Nada más entrar, Artisa y Daphne estaban esperándome sentadas sobre sus camas, con sonrisas que no podían disimular.

—¡Cuéntalo ya! —saltó Artisa en cuanto cerré la puerta.

Me dejé caer sobre mi cama, todavía con la sonrisa pegada en el rostro. —Ha sido increíble... no sé ni por dónde empezar.

—Pues empieza desde el principio, porque no pienso dejarte dormir hasta que lo sueltes todo —bromeó Daphne, con los ojos brillando de emoción.

Les relaté entre risas cómo habíamos preparado el picnic, lo bonito que estaba el lugar, cómo nos habíamos quedado dormidos y lo mucho que habíamos disfrutado. Ellas escuchaban atentas, emocionadas como si lo hubieran vivido conmigo.

—Ay, Melian, esto parece sacado de un cuento —dijo Daphne, abrazando su almohada.

—¡Y de los buenos! —añadió Artisa con entusiasmo—. ¿Te das cuenta de lo feliz que se te ve?

Me encogí de hombros, incapaz de ocultar el rubor en mis mejillas. —Lo sé... estoy tan feliz que todavía no me lo creo.

Las tres seguimos riendo y comentando entre susurros hasta que el cansancio nos venció. Cuando por fin cerré los ojos, el recuerdo de Draco, su sonrisa y aquel abrazo bajo la luna volvieron a mi mente. Y me dormí con el corazón latiendo fuerte, deseando que al día siguiente todo empezara de nuevo.

A la mañana siguiente me costó abrir los ojos. Había dormido profundamente, con una sonrisa tonta que parecía haberse quedado pegada en mi cara. El dormitorio estaba en silencio salvo por la respiración tranquila de Daphne y Artisa, pero en cuanto empecé a moverme, Artisa murmuró medio dormida:

—Hoy... seguro que Draco te sorprende otra vez.

Me reí bajito, intentando no despertarlas más. Me vestí con el uniforme y bajé a desayunar al Gran Comedor.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora