62. El despertar

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Mattheo solo miró fuera, con el ceño fruncido, y cerró la puerta tras ellos. Solo él y Melian permanecieron dentro. La sala se llenó de silencio, pesado, eléctrico.

Se acercó lentamente a la cama, sin tocarla. Observaba cada línea de su rostro, cada respiración débil. Una descarga eléctrica recorrió su brazo al aproximarse, y retrocedió un poco, sorprendido y asustado.

—No... no puedo tocarla —susurró, más para sí mismo—. No quiero hacerle daño.

Se quedó de pie, quieto, evaluando cada chispa que recorría su piel, él se sentó en la silla, y se quedó allí evaluando, mirando.

Con ella era el único lugar en el que las voces que retumbaban sin descanso en su cabeza desaparecían.

Se quedó mirándola, como si pudiera hablar con ella a través de sus pensamientos. Un pequeño impulso lo llevó a levantarse y ponerse frente a ella, deslizó los dedos por la manta que la arropaba y sin significado alguno comenzó a bajarla con cuidado de no tocarla. Y allí lo vio: los finos relámpagos que marcaban sus brazos como cicatrices. Cada movimiento suyo parecía amplificado, vivo, peligroso y hermoso.

El impulso creció dentro de él, incontrolable. Sin saber por qué, se inclinó lentamente y acercó su frente contra la de Melian. Solo un roce, un instante. Pero era diferente a todo lo que había sentido antes. No había golpes, órdenes ni disciplina. Solo... cercanía. El único roce que tendría sin ser golpes. Su respiración se mezcló con la de ella. Su corazón, acelerado, se calmó un poco. Pero no pudo, solo llegó a rozarla y se separó.

—No sé cómo hacerlo... —susurró—. Nunca había sentido algo así. Pero... quiero quedarme. Quiero estar aquí. Aunque no sepa qué decir. Aunque no pueda hacer nada más.

Severus permaneció en la puerta, observando, inmóvil. Sabía que esto iba a suceder, que la conexión entre ellos era demasiado fuerte para ignorarla.

Mattheo, insistente en su mirada se decidió a completar ese pequeño impulso que su cuerpo le ordenaba hacer sin aviso, la miró intensamente, dejando que la paz de simplemente estar junto a Melian lo envolviera. Melian no tuvo una descarga cuando Mattheo le cogió la mano de forma inconsciente, su cuerpo permanecía inmóvil, algo que no debería pasar puesto que el día anterior hacía unos cuantos minutos, cuando mattheo la tocó, el cuerpo de Melian pareció electrocutado.

No sabía cómo ayudarla, cómo hablarle, cómo expresar lo que sentía... pero solo el hecho de estar allí, presente, le daba la sensación de que podía protegerla de algún modo.

Tocó su cara, su cuerpo respondió por el, volvió a pegar su frente con una delicadeza que no era digna de él, esta vez dejó descansar su cabeza en la de ella. Y así quedó, en silencio, con la frente apoyada en la suya, respirando, con los ojos cerrados, suspirando, sintiendo.

Y de repente...

El silencio en la enfermería era espeso, casi material.
La noche había caído hacía horas, y el castillo dormía, pero dentro de aquellas paredes blancas... algo estaba a punto de romperse.

Mattheo seguía con la frente en la de Melian, a escasos centímetros de su rostro. Sus ojos cerrados, respirando como si fuera la primera vez.
No sabía por qué lo hacía.
No sabía qué lo movía.
Pero sabía que tenía que acercarse.

En el instante en que su piel rozó la de Melian sintió calma, unos segundos después, un chispazo brutal atravesó su cráneo como un latigazo.
Un impacto seco.
Vivo.
Doloroso.

Mattheo retrocedió con un jadeo ahogado, llevándose una mano a la sien.

—¿Qué...? —escupió, agitado.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora