34. El susurro que llamó mi nombre

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El amanecer se filtraba por las ventanas de Hogwarts con la suavidad de un plumón. Abrí los ojos lentamente, aún envuelta en la calidez de las mantas. No había angustia, ni ecos de peleas, ni recuerdos afilados como la noche anterior. Solo un día más. Un día normal.

Me levanté despacio, dejado que mis pies tocaran el frío del suelo de piedra. Artisa aún dormía hecha un ovillo y Dafne se quejaba entre sueños de algo que probablemente no recordaría al despertar. Me vestí con el uniforme despacio, disfrutando la rutina, dejando que la normalidad me sostuviera por unas horas.

Al bajar a la Sala Común, Draco me esperaba apoyado en la barandilla, como si llevara ahí más tiempo del que admitiría jamás.

—Buenos días —dijo con una sonrisa leve, esa que solo me dedicaba a mí.

Me acerqué y él tomó mis manos entre las suyas, inclinándose un poco.

—Hoy sí vas a tener un día tranquilo —aseguró, rozando mi frente con un beso suave.

—Eso espero —respondí, sintiendo una punzada dulce en el pecho.

Caminamos juntos hasta el Gran Comedor. Solo miradas, roces de manos, silencios cómodos. Nada más. Nada menos.

En Pociones, me senté al lado de Hermione.

—Hoy vamos a preparar una solución calmante —comentó, ordenando los ingredientes—. Por fin algo sencillo.

—Ojalá nos dejara preparar algo más interesante —murmuré.

Hermione rió bajo.
Snape entró con su túnica agitando el aire, pero no me miró de ningún modo extraño. Todo fue rutinario: instrucciones, calderos hirviendo, Hermione perfeccionando cada paso y yo siguiéndole el ritmo sin esfuerzo.

Fue... normal. Casi reparador.

Al salir de clase, nos encontramos con Harry y Ron en el pasillo.

—¿Qué vais a hacer esta tarde? —preguntó Ron mientras masticaba una galleta que quién sabe de dónde había sacado.

—Tengo que estudiar un poco —respondió Hermione antes de rodar los ojos—. Y tú también deberías.

—Podríamos practicar un poco para Defensa —propuso Harry, estirándose—. Nada intenso, solo un repaso.

—Sí, algo tranquilo —añadí.
La verdad es que me apetecía estar acompañada.

El susurro de anoche aún me rondaba la mente:
No estés sola...

Lo recordé solo por dentro. No dije nada. Nunca lo hacía.

Pasé un rato agradable con ellos. Reímos de tonterías, Harry insistió en que Ron no sabía hacer ni un solo hechizo no verbal, Hermione le defendió, y yo simplemente observé el caos habitual y sonreí. Era... cálido.

Antes de la cena, Draco me alcanzó en el pasillo y me tomó por la cintura.

—¿Puedo robarte un momento? —susurró contra mi cuello.

Me giré despacio, apoyando mis manos en su pecho firme y cálido.

—¿Otro más? —pregunté con una sonrisa pequeña, todavía algo adormecida por su cercanía.

—Los que hagan falta —respondió él, casi rozando mis labios con las palabras.

Me besó.
No rápido, no hambriento.
Lento. Seguro. De esa forma en la que Draco parecía decir más con la boca que con cualquier frase que se atreviera a pronunciar. Todo en él se suavizó: su respiración, la tensión de sus hombros, incluso la manera en la que sostenía mi cintura.

𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora