Narrador omnisciente
Mattheo seguía allí, simplemente mirándola, no sabía que más hacer, no tenía nada más para brindarle a Melian, solo su presencia.
Por el umbral de la puerta aparece severus, ordenándole que se vaya.
—Es hora de que te vayas —dijo Severus, su voz fría y controlada, aunque su presencia era como una muralla detrás de Mattheo.
Mattheo no respondió. Solo siguió observando a Melian, como si su mundo se redujera a ella y a esa débil luz que bailaba sobre su piel. Cada segundo a su lado era un tormento de culpa y fascinación. Finalmente, Severus suspiró y, sin un gesto más, lo obligó a retirarse. Mattheo salió, pero sus ojos no se apartaron de ella ni un instante.
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El sol de la mañana se colaba por los ventanales, iluminando la enfermería con un calor tímido que contrastaba con la frialdad de la piedra. Draco estaba sentado junto a la cama de Melian, apoyando la espalda contra el respaldo de la silla, las piernas estiradas, y sus dedos rozando ligeramente la manta que la cubría. No se atrevía a tocarla, no quería asustarla ni alterarla. Cada respiración de ella era un recordatorio de lo cerca que había estado de perderla, de lo frágil que podía ser la línea entre la vida y la tragedia.
—Melian... —murmuró, con la voz temblorosa—. Te necesito aquí. Te necesito de verdad.
Besó su frente con suavidad, como si el contacto pudiera transmitirle algo que las palabras no lograban. Su pecho se comprimió por un instante. Nunca había sentido tanta impotencia, ni tanta necesidad a la vez.
—No puedo perderte... —continuó—. No lo soportaría. No perdonaría que algo te pasara... no después de todo lo que hemos pasado.
Se inclinó un poco más, rozando su cabello con la mano, sin tocarla del todo, solo para sentir el calor cercano, para comprobar que estaba allí. Su corazón latía rápido, la culpa y el miedo revoloteando entre sus pensamientos.
Un leve murmullo salió de Draco, como si hablara consigo mismo:
—Dime, por favor... que despertarás... que volverás conmigo ... Melian, no volveré a poner tu vida en juego, fuiste tú la única astuta que intentó pararnos, pero me pudo el odio...
Se apartó ligeramente, la voz quebrada, y apoyó la frente contra el borde de la cama. Cerró los ojos por un momento, intentando contener las lágrimas. Había tanto miedo, tanto amor y tanta necesidad concentrados en un solo instante.
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Unos minutos después, la puerta se abrió y entraron Harry, Hermione, Ron y los amigos más cercanos de Draco. La atmósfera se llenó de calor humano, risas nerviosas y susurros de preocupación.
—¡Draco! —dijo Harry con un tono a medio camino entre reproche y alivio—. Nos dijiste que estabas solo aquí, ¿no querías compañía?
Draco se incorporó un poco, dejando que Hermione se acercara a la cabecera.
—No... no quiero que se altere —replicó, la voz cargada de tensión—. No quiero que nadie la moleste. Solo... quiero asegurarme de que esté bien.
—Está bien —dijo Hermione suavemente—. Solo queremos estar cerca, nada más. Si necesitas espacio, nos apartamos.
Ron, cruzando los brazos, se apoyó en la pared:
—¿Y qué me dices de las historias que nos contaste? Vamos, Draco... ¡no puedes estar así de preocupado solo!
Los amigos intercambiaron miradas, intentando relajar la tensión que llenaba la sala. Draco, aunque reticente, comenzó a hablarles:
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𝔹𝔸𝕁𝕆 𝔼𝕃 𝕄𝕀𝕊𝕄𝕆 ℍ𝔼ℂℍ𝕀ℤ𝕆 ||(+18) Draco Malfoy, Melian Y Mattheo Riddle
RomanceMelian es una chica de corazón fuerte y oscuro que no le abre a mucha gente, ella es muy guapa y poderosa y junto a Harry tienen un pasado desastroso. Mientras crecen, Draco un chico de la escuela, molesta mucho a Melian haciendo que no se lleven bi...
