Capítulo 3

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Narra Sebastián

Hoy tuve que dejar a mi novio viendo una película solo en casa, pues había acordado con aquella chica que me llamó para discutir sobre la vacante que tengo de secretaria, vernos en un Starbucks que se encontraba a unos minutos del departamento en el que vivo con Mateo.

Llegué poco antes de lo acordado para evitar el tráfico, saqué mi laptop y me encargué de atender un par de asuntos de la empresa. Estuve distraído un rato, sentado en la barra frente a donde tomaban las órdenes los empleados. Pero me mantuve alerta de cuando llegara la chica, girando la cabeza en dirección a la puerta cada que esta se abría, llevándome una grata sorpresa la tercera vez que se abrió.

Era una niña de cabello castaño y ojos oscuros, no le calculo más de quince años, diría más bien que tiene menos por la altura, pues no debe pasar el 1.50, pero viene acompañada de un chico que parece ser su novio por cómo la trata. Es adorable, tiene pecas y una pequeña nariz respingada que me da ganas de besarla.

Me mantengo atento a ella y sus movimientos, pero soy discreto para que no lo note, manteniendo la visa por el reflejo de la pantalla de mi laptop. El chico se alejó de ella, al parecer fue al baño, y ella se encaminó al final de la fila. Sus gestos, aunque parecía que ella no los hacía a propósito, eran adorables. Jugaba con sus manos en busca de distracción, parecía incluso nerviosa por la cantidad de gente que había. Y de pronto, sin previo aviso, resbaló cayendo al suelo. Sin perder un solo segundo, la preocupación me invadió y me acerqué a ella agachándome para verla mejor. Le dolió el golpe, o tal vez se sintió avergonzada, pero parecía estar reteniendo las mínimas lágrimas que querían salir.

–¿Estás bien?– le pregunté sin perder el tiempo, deseoso de tener aunque sea la mínima interacción con ella.

La pobre se mantuvo callada, supongo que se sorprendió de que me acerque.

—¿Cómo te llamas?— pregunté retractándome de no haberme presentado antes.

—Perdón, soy Julia— habló finalmente, escuchar su voz me hizo sonreír —... estoy bien, gracias por preguntar— agregó con una sonrisa mientras se ponía de pie con mi ayuda.

—Mucho gusto, Julia, me llamo Sebastián— respondí una vez se puso de pie.

La pequeña me sonrió y extendió la mano para saludarme formalmente, no dudé en aceptarla. La nena tiene modales, me gusta.

Fue ahí cuando sentí que me daría un infarto por la ternura, su mano era diminuta comparada con la mía. Era de esperarse, mido poco más de 1.90, pero aún así me tomó por sorpresa.

—Mucho gusto, Sebastián— dijo mientras nuestras manos se tocaban, pronto nos soltamos y continuó —. Gracias por ayudarme a ponerme de pie –su sonrisa se desvaneció al instante, confundiéndome–. Perdón, no quiero ser grosera, pero mi tía dice que no debo hablar con extraños.

Eso me tomó por sorpresa, y no de una mala manera, me agradó, es importante que ella siga esa regla.

–Tienes toda la razón, pequeña– le respondí con una sonrisa –. Hasta luego, entonces.

Se despidió de mí moviendo su manita en el aire, y se formó para ser atendida. Mientras, yo volví a mis asuntos, pero debo admitir que la seguí vigilando desde mi asiento.


Narra Julia

Estando en la fila se mantuvo en mi mente su rostro y calidez, fue muy amable, y era lindo físicamente. Pero mi tía tiene razón, no debo estar hablando con extraños.

–Aún tenemos diez minutos para llegar– comentó Dani haciendo su aparición detrás de mí. Me tomó por sorpresa, hizo que diera un pequeño brinco pero no me molestó, sé que en este caso, no lo hizo apropósito.

–¿Es el cine que está a dos cuadras de aquí?

–Sip.

–Qué bien, entonces no hay prisa.

Di unos pasos al frente conforme avanzaba la fila, y a los pocos segundos ya nos encontrábamos siendo atendidos.

–Hola, ¿qué va a llevar?– preguntó la señorita frente a Dani, pero yo estaba lo suficientemente distraída escogiendo entre las galletas del mostrador la más bonita.

Antes de haberme percatado, mi amigo ya había ordenado y pagado, permitiéndome tomar mi galleta por fin.

–¡Gracias, Dani!– le dije justo antes de abrazarlo, él me correspondió el gesto y nos dirigimos al final del mostrador para recibir su caramel macchiato. Poco antes de que nos lo entregaran, él tomó mi mano sin previo aviso, y me susurró algo que no alcancé a escuchar. No me molestó el gesto, me gusta que la gente que quiero tome mi mano, es lindo, y me pude entretener balanceando nuestros brazos hasta que le entregaron su bebida y salimos del lugar. Caminamos pocos metros para llegar hasta el auto y una vez dentro de este y con las puertas cerradas, habló.

–Había un chico, de unos veinticinco años mirándote– soltó. Supongo que eso fue lo que me susurró dentro del Starbucks –. Tenía miedo de que te intentara hacer algo, por eso tomé tu mano –agregó poniendo en marcha el auto.

Sonreí a pesar de que Dani no me haya estado viendo, pues estaba distraído saliendo del estacionamiento. Me hacía sentir bien el saber que me cuidaba.

–Gracias– le dije.

Él me miró rápidamente, con el fin de no despegar la mirada de la calle, supongo. Avanzamos unos metros y llegamos finalmente a un semáforo en rojo, él aprovecho el momento para fruncir el ceño y revolverme el cabello, haciéndome reír.

–¿Quién es mi pequeña?– preguntó con un tono de voz tan extraño que no pude evitar reír aún más.

–¡Dani, ya!– supliqué tratando de evitar sus movimientos con mis manos.

Para mi suerte, el semáforo se puso en verde y tuvo que devolver la mano al volante.

El trayecto fue extremadamente corto, y al llegar solo tuvimos que mostrar un código QR con los boletos para poder pasar a la sala.

Vimos La Ballena, y fue una película excelente. Lo que más me gustó, sin duda alguna, fue el diálogo, que se desenvolvió de una manera increíble para solo contar con una habitación de cuatro paredes a lo largo de toda la película. Pero hubo algo que no me gustó, y fueron las escenas en las que se mostraba el cuerpo del protagonista, entiendo que es importante para la trama, pero genuinamente me perturbaron.

Saliendo del cine debatimos un poco sobre la película, y escribiría mis argumentos para lo que opino de ella y algunas de sus escenas, pero preferiría no dar spoilers.

Paseamos un rato por la plaza, hasta que finalmente me cansé de caminar, y después de un par de burlas por ello de parte de mi amigo, accedió a que fuéramos ya a su casa.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora