Capítulo 75

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Narra Julia

Ese día transcurrió con tranquilidad. En la mañana, durante el desayuno, le tomé una foto a mi plato para manársela a mis daddies, y cuando mi tía me preguntó por ello, le dije que Dani me había preguntado qué estaba haciendo, así que le quise enviar una foto.

Más tarde, al llegar a la escuela, me mantuve "disimuladamente" desanimada (y lo pongo entre comillas, pues en algún punto de la segunda clase, Miri me preguntó si me encontraba bien) y al llegar la hora de ir al comedor, hablé con mis amigos.

Yo fui la primera en llorar, me siguió Dani y posterior a eso, le ganó el sentimiento a Miri, integrándose a la acción.

–Mateo y Sebas me invitaron a mudarme con ellos, y mi tía dijo que estaba de acuerdo si eso era lo que yo quería...– solté haciendo una pausa, dándole a mis amigos un respiro del lagrimear –pero no sé si estoy lista, ¿saben?... nunca me he alejado de mi tía.

Ellos intercambiaron miradas, para luego dirigirse a mí.

–Juli... no importa lo que escojas... lo entenderemos, debe ser una decisión súper difícil– soltó mi amiga, justo antes de limpiarse debajo de los ojos con el largo de sus dedos, con cuidado de no arruinar su maquillaje.

–Sí, peque...– agregó Dani –y seguiremos hablando... aunque no sea en persona.

Limpié mis nuevas lágrimas, recibiendo una sonrisa tranquilizada de parte de mis amigos. Daniel suspiró, manteniéndose pensativo por la situación, mientras que Miranda me volvió a dirigir la palabra.

–Quiero preguntarte algo, pero no quiero que te sientas presionada– dijo, confundiéndome.

–Pregúntame– le respondí para luego sonar mi nariz con mi servilleta.

En ese momento, al dejar mi servilleta con mocos sobre mi bandeja, recordé la foto de la comida, así que disimuladamente saqué mi teléfono y fingiendo enviar un mensaje le tomé una foto que posteriormente enviaría al grupo de WhatsApp.

–¿Existe... aunque sea pequeña... la posibilidad de que te mudes con ellos?– soltó mi amiga.

Me mantuve unos instantes en silencio antes de responder.

–Sí...– solté, y como por arte de magia, el cuerpo de ambos dejó de mostrarse tan tenso, relajándose ligeramente –tengo un mes para decidir. O bueno, tal vez unas dos o tres semanas máximo, porque habría que comprar un segundo boleto de avión, y el día anterior al viaje no creo que se pueda.

Pasados unos segundos, sonó la campana que anunciaba el final de la hora para comer. Nos pusimos de pie, y antes de que tomase mi bandeja para devolverla, recibí un abrazo de Dani, el cual no tardé en corresponder.

–Te quiero mucho, peque– soltó en un último sollozo –. ¿Okay?

–Yo también te quiero mucho, Dani– le respondí, hundiendo mi rostro en su pecho.

Una vez nos soltamos, me dirigí a Miri para abrazarla, quien me correspondió el gesto.

–Si me voy, los extrañaré tanto– confesé, haciendo a mi amiga volver a lagrimear.

–Hija de puta, hoy me hice el eyeliner– soltó ella haciéndonos reír –. Yo también te quiero mucho, Juli.

–Y yo a ti– respondí, y una vez nos separamos, nos dirigimos con nuestras bandejas y platos al punto de la cafetería donde se deben dejar.

Llegamos tarde a clase, pero no me importó en lo más mínimo. No solo la siguiente semana sería la última en la que los vería a diario, sino que tal vez... en un mes ya no los vuelva a ver.

Siguió transcurriendo el día, le envié la foto a mis daddies y al llegar a casa me recosté con mi tía en la cama de su habitación para ver una película mala. Sonará como una tontería de actividad, pero es una tradición que teníamos ya tiempo sin llevar a cabo; criticar malas obras cinematográficas. Y es que, con la persona correcta, hasta la peor película se puede volver la mejor comedia.

Ni siquiera me importaba la película, y creo que a mi tía tampoco, o al menos eso me dio a entender en el punto en que comenzamos a llorar las dos.

Si me alejo de ella, voy a entristecerme tanto, la voy a extrañar demasiado.

Nos abrazamos, y esa noche dormimos juntas en su cama.

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El fin de semana lo pasé tan bien. El viernes mis amigos y yo decidimos faltar a clases para ir al zoológico de la ciudad. Es un lugar increíble, porque no implica solo ver a los animales, sino también la oportunidad de alimentar a algunos y tocarlos.

Miri le tiene tanto temor a los primates en general, pero hoy permitió que un mono araña se subiera a sus hombros para una fotografía. Se veía aterrada, pero de una manera graciosa, no preocupante, de una manera cuyo estrés la orillaba a reírse con nerviosismo mientras el monito escalaba su cuerpo.

–Conviviendo con los de su especie– soltó Dani tomándole una foto.

–Cállate, imbécil– le respondió ella haciéndonos reír.

De igual manera nos reímos cuando Dani alimentó a las cabras y una de ellas le mordió el dedo.

–Hija de puta– soltó a regañadientes provocando nuestras carcajadas, al menos hasta ver su herida.

Pobre Dani, lo mordió bastante fuerte. Dijo que no le dolía mucho, pero yo creo que se estaba intentando hacer el duro. No es como que le haya podido arrancar el dedo con esa mordida, pero sí tenía algo de sangre.

Pasamos a la enfermería, y las reacciones de dolor que tuvo cuando lo desinfectaban nos causaron incluso más risa que el suceso en sí.

Yo tuve la fortuna de que no lastimarme o verme en la obligación de vencer algún miedo. Pero eso sí, me asusté cuando la parvada entera de patos me persiguió creyendo que seguía teniendo comida para ellos. Ahí le tocó reírse a mis amigos.

Sentí que concluyó tan rápido el viernes, pero estuve conviviendo con ellos todo el día en aquel lugar. No me arrepiento para nada, tomé las mejores fotos y me divertí tanto a su lado.

Por otra parte, el sábado lo dediqué por completo a mi tía. Salimos temprano a un centro comercial y compramos un helado cada una mientras veíamos las tiendas, y sé que en cualquier otro momento me habría arrepentido de haberlo comido, pero supongo que esta vez por el contexto, no me afectó.

Pasamos al cine a ver una película aburridísima que ella tenía tantas ganas de ver desde que la anunciaron. Era una de esas películas motivadoras cuyos nudo y desenlace puedes deducir apenas comienza la película, pero ella se veía tan feliz.

Más tarde fuimos a comer poke bowl, y aunque no estaba muy rico, me divertí criticándolo con ella. Haciendo bromas sobre que el arroz estaba tan duro que nos rompería los dientes, o que el salmón sabía más a salmonella que a salmón. En la tarde pasamos por una feria al centro de la ciudad, y competimos en los puestos de premios. Gané un peluche de pulpo color marrón claro y mi tía uno con forma de perrito husky.

Al final del día, nos quedamos para el show de cierre y vimos algunos fuegos artificiales, recostadas sobre el pasto, lejos de donde se agrupó la gente, pero con una vista increíble.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora