Capítulo 94

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Narra Mateo

–¡A pascal, a pascal, papi!– soltó con emoción apenas se mostró una imagen del camaleón, haciéndome reír mientras seleccionaba la imagen para imprimirla.

–¿Qué le decimos a papi, bebita?– dijo con firmeza mi marido desde su lugar, sin despegar la mirada de la pantalla frente a él.

–Perdón.– soltó mi princesa avergonzada, enterneciéndome –Por favor, papi– finalizó viéndome con unos ojitos de súplica.

–Ay, mi niña, tranquila.– la consolé acariciando su mejilla –Papi te perdona, bebé– agregué con un beso en su cabeza.

La nena se acurrucó en mi pecho, susurrando un "gracias" que me hizo sonreír. Me puse de pie aún con ella en mis brazos y tomé la hoja de la impresora. Luego me acerqué a un escritorio vacío, en un punto perfectamente visible desde el lugar de mi esposo y el mío también, y dejé la hoja sobre este. Coloqué a la niña sentada sobre la silla frente a él y le acerqué unos crayones que compramos hace unos días para cuando tuviésemos que entretenerla mientras trabajábamos.

–Gracias, papi– soltó sonriente para luego ver los crayones con asombro y sonreír.

–De nada, corazón.– respondí risueño para luego acariciar la punta de su nariz –Si necesitas algo, dinos, ¿okay? Papi va a aprovechar para trabajar un poco– agregué y besé su cabecita.


Narra Julia

–Okay– respondí y tomé la caja con crayones frente a mí.

Con cuidado de no romperla, quité la cinta que tenía y la abrí desvelando una cantidad de colores que no hicieron más que provocarme una sonrisa. Volví al frente de la caja para ver cuántos esta contenía. ¡¿Noventa y seis?! Jamás los terminaré, pero me llena de felicidad tener tantos tonos de donde escoger.

Decidida a darles el mayor provecho, comencé a crear un Pascal con cada color del arcoíris. Después de todo, es un camaleón, ¿no? Poco a poco comencé a notar mi progreso, satisfecha con este, y traté de devolver cada crayón al mismo lugar de donde lo saqué.

Al poco tiempo, cuando me faltaba ya poco para terminar, mis daddies se acercaron a mi escritorio.


Narra Sebastián

Una vez terminé de buscar los archivos, seleccionarlos y redactar el mail para Mónica; lo envié, soltando un corto suspiro de satisfacción.

–¿Terminaste, amor?– me preguntó mi marido, divertido, haciéndome sonreír.

–Sí, cariño.– respondí para luego dirigir la mirada sobre la nena coloreando. Sonreí enternecido, haciendo reír a mi esposo ligeramente –Solo...– solté comenzando a ponerme de pie –me aseguraré de que todo esté en orden– finalicé en busca de una excusa para ir a verla, haciéndolo reír.

Me acerqué a su lugar, y pronto mi marido lo hizo también. Ambos sonreímos al ver su obra.

–¡Wow, princesa! Qué bonito dibujo– exclamó mi marido alentándola.

–Mi niña lista.– solté para luego besar su mejilla repetidas veces, haciéndola reír –Sabe que los camaleones cambian de color.


Narra Mateo

Mi princesita asintió sonriente, como orgullosa de su creación.

–Es un camaleón gay– soltó haciéndonos carcajear.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora