Narra Julia
Esta mañana desperté alegre, pues, aunque se trataba de un lunes estaba feliz por ver a Miranda, una vieja amiga de la escuela y a Dani.
Tengo la fortuna de que mi escuela no acostumbre a solicitar uniforme, es cómodo ir con ropa normal, e incluso en pijama de vez en cuando. Hoy me vestí con una camisa beige de manga larga, era ajustada y se veía increíble con mis boyfriend jeans. Me cepillé el cabello, y lo dejé suelto para luego ponerme una diadema del mismo color que mi camisa, permitiéndole a un par de mechones seguir un camino independiente a los costados de mi rostro. No tuve que verme en el espejo si quiera, sabía que me veía bien.
Tomé mi mochila y me dirigí a las escaleras, siendo sorprendida en el trayecto por los llamados de mi tía, pidiéndome que baje a desayunar.
–Ya voy– respondí bajando los últimos escalones.
–Hola, pequeña– me saludó con un beso en mi cabeza.
–Hola, tía– le dije mientras recibía con mis manos aquel biberón que ella me extendió. Noté al instante que era jugo lo que contenía, pero no sabía de qué.
–Es de durazno, corazón– agregó ella al notar mi incertidumbre, volviendo hacia la cocina para tomar un par de platos y con ellos en mano regresar a la mesa del comedor.
–Gracias– dije al verla dejar uno de aquellos platos frente a la silla donde siempre me siento.
Apenas me senté, miré con sorpresa el plato. Eran quesadillas, me gustan las quesadillas, no piensen lo contrario, pero estas tenían algo de aceite o grasa del queso encima. Me dio algo de asco, por lo que tomé una servilleta y sin pensarlo mucho limpié el exceso de aceite-grasa de mi comida. Bebí algo de jugo y comencé a comer mientras mi tía tomaba asiento frente a mí.
–Linda, ¿recuerdas a Fer, mi amiga?– me preguntó rompiendo el silencio, a lo que asentí, pues aún tenía comida en la boca –Pues sabrás que ella es muy cercana a mí... y me regaló ayer un pastel que hizo ella sola para mí– ese comentario llamó mi atención notoriamente –. Quedó algo en el refrigerador, no te preocupes– continuó, riendo, alegrándome de saber que podré probarlo.
–¡Sí!
–Pero comerás hasta que vuelvas de la escuela.
–¿Por qué?– pregunté ahora desanimada.
–Te diría que podrás comer después de terminar tus quesadillas, pero llegaríamos tarde a tu escuela.
Suspiré, dejándome caer sobre el respaldo de la silla. No traté de convencerla, tenía miedo de que se enoje y entonces no me permita probarlo ni regresando de la escuela. Tomé nuevamente el biberón y bebí más jugo, permitiéndole retomar la conversación donde se había quedado.
–Lo que te quería contar es que conoció a un señor llamado Esteban, y son novios ahora.
–Ajá...– dije invitándola a continuar.
–Pues me agradó mucho, y los quise invitar a comer hoy con nosotras.
–Oh, okay.
–Esteban tiene un hijo. Mayor que tú, creo que dijo que tenía veintiséis, él también vendrá y traerá a su esposo, ¿está bien, princesa?
–Sí, tía– respondí dando el último mordisco a mi quesadilla restante por terminar.
Ella terminó rápidamente lo que le quedaba de cereal en el plato, tomó su último sorbo de café y se puso de pie, invitándome a que lo haga también. Tomé mi último trago de jugo y me levanté de mi silla para tomar mi mochila y seguir a mi tía hasta la puerta.
–Pasa, pequeña– dijo abriendo la puerta para mí, le agradecí. Al poco tiempo ya nos encontrábamos dentro del auto.
Durante el trayecto me permitió reproducir en el auto mi playlist de Enredados. Adoro esa película, adoro cada aspecto de ella y Rapunzel me parece, en lo personal, la mejor princesa de todas. Su vestuario, su carácter, su camaleón Pascal... todo es perfecto en ella.
Íbamos ya por la canción número cuatro o cinco para cuando finalmente llegamos. Me despedí de mi tía y me encaminé a la reja que marcaba el inicio del patio, el cual conducía hasta el edificio con los salones de clases. En el trayecto pude ver a Miranda, y no tardé en abrazarla como saludo.
–¿Qué tal tu fin de semana?– me preguntó ella.
–Bien, fui al cine con Dani, felicité a mi tía... en general me gustó, fue divertido, ¿y el tuyo?
–Mal, papá me castigó por llegar tarde de una fiesta.
–¿Qué tan tarde?
–Pues él dijo "medianoche" y yo llegué a las cuatro, así que no he dormido casi nada– respondió provocando risas en mí.
–¿Valió la pena la fiesta?
–Definitivamente, por fin cogí con Edu.
–Ya era hora, llevaban tiempo sin dar el siguiente paso.
Miranda es muy abierta en cuanto al tema de la intimidad, lo cual me gusta pues me causan curiosidad e intriga todas las cosas nuevas que ha llegado a hacer, cosas que yo estoy lejos de probar. No me mal entiendan, no soy virgen, la primera y única vez que cogí fue con un novio que tuve hace año y medio, pero me dolió mucho, y llegué a la conclusión de que si me dolió, ¿por qué tendría que volver a intentarlo?
Eduardo es un chico que yo no he tenido el placer de conocer, pero lleva saliendo con Miranda ya un par de semanas. Sé que va en la universidad, y que, según mi amiga, es un chico alto, musculoso y talentoso en el fútbol.
–¿Qué clase tienen?– preguntó Daniel haciendo su llegada, integrándose a la conversación.
–Ciencias– respondí yo.
–Yo también– dijo mi amiga.
–¿Tú?– le devolví la pregunta.
Él paró de caminar en seco, giró la cabeza en dirección a la cancha de fútbol, donde lo esperaban el profesor de educación física y todos los chicos de nuestra generación. Reí, siempre olvido ese detalle, los lunes la primera clase de ellos es deportes.
–Bye, peque. Bye, Miri– dijo mi amigo alejándose, yendo en dirección a su clase.
–Adiós– respondimos ambas, casi al unísono.
Al entrar a mi salón decidí sentarme junto a la ventana. La clase de ciencias no es la más interesante a mi gusto, así que procuro siempre mantenerme en un lugar con distracciones para no quedarme dormida. Para cuando la maestra entró al salón yo ya me encontraba sumergida en el partido de básquetbol que los niños de secundaria estaban teniendo. Y aunque me hubiera gustado más tener vista a la clase de mi amigo para poder verlo jugar, me parecía interesante el partido de básquet.
–Julia– susurró mi amiga, quien tomó asiento detrás de mí. Me recliné sobre la silla para poder escuchar lo que me quería decir, sin la necesidad de que tuviese que hablar alto, pues la maestra podía escucharnos –. No puedo decirte quién, compraron mi silencio con unas gomitas, pero te envían esto.
Mi amiga me extendió por debajo de la silla una nota, la tomé y la leí discretamente al enderezarme en mi asiento.
"Sé tu secreto".
Para cuando terminé de leerla ya estaba asustada. Ni siquiera especificó el secreto, pero temí lo peor.
Giré la cabeza, apuntando la mirada a mis compañeros de detrás mío, ninguno se veía sospechoso.
–¿Qué dice? ¿Es una declaración de amor?– preguntaba impaciente mi amiga.
Ay no, eso sí que no. Contarle a Dani esta parte de mi vida fue todo un logro para mí. Tuve tanto miedo de que deje de hablarme, pero afortunadamente, ocurrió todo lo contrario, creo que nuestra amistad es más fuerte ahora que me conoce del todo. Pero fue arriesgado, fue lanzar una moneda al aire, todo o nada. No quiero perder a Miranda si se lo llego a contar.
–No es nada, era un dibujo.
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Julia
Teen FictionEsta historia toca temas sensibles. La escribí porque no encontré una sola historia que toque el tema de los TCAs junto con el TBDL/ABDL. La historia no rotará alrededor de los trastornos alimenticios, solo será una pequeña característica que le dar...