Capítulo 59

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Narra Julia

Una vez llegamos a la escuela, le di un beso a cada uno en la mejilla y salí del auto, cerrando la puerta detrás de mí. Me despedí de ellos con un sonriente "bye" y un movimiento de mano. Papi me mandó besitos al aire y daddy se despidió imitando mi movimiento sonriente.

Me dirigí a la entrada de la escuela, y pasando por la reja me encontré con Miri en el camino, a quien no dudé en abrazar como saludo.

–¡Juli! ¿Por qué no contestabas mis mensajes? ¿Qué te dijeron? ¿Qué pasó?– soltó como balde de agua fría, bombardeándome de preguntas.

–Perdón es que...– respondí con una sonrisa nerviosa –... sí me castigaron– solté y ella se mantuvo boquiabierta, así que rápidamente continué hablando –, es que mi tía les dio permiso, y me quitaron mi teléfono, ¡ni siquiera pude ver la tele!

Mi amiga carcajeó como respuesta, y finalmente comenzamos a caminar hacia el salón.

–¿Ya te quitaron el castigo? ¿O tomaste tu teléfono sin decirles?

–No, ya me lo quitaron... haciendo eso me metería en más problemas– le respondí riendo.

–Hola, Miri– la saludó Dani con un corto beso en la mejilla al vernos entrar al salón.

–Hola, Dani– respondió ella, y pronto mi amigo dirigió su atención a mí para abrazarme.

–Peque, ¿cómo te fue?– me preguntó al separarse de mí, y sentí que mis mejillas se tornaban rojas. Hacía falta mucho contexto que darles.

–¿Con qué? ¿Con lo del concierto?– le preguntó mi amiga con confusión.

–Oh, es verdad, ¿cómo estuvo el concierto?– nos preguntó Daniel.

–¡Increíble! Fue genial– soltó Miri mientras nos dirigíamos a unos asientos al fondo del salón, donde podríamos seguir conversando sin la necesidad de mantenernos de pie.

–¡Sí! Y tocaron las canciones favoritas de ambas, y bailamos y gritamos como desesperadas– agregué haciendo sonreír a mi amigo.

–Pero...– habló Miri –... a alguien aquí presente– agregó rodando los ojos con diversión –, se le ocurrió mentirle a Sebastián y a Mateo sobre la hora a la que terminaba.

–¡No! ¿Por qué?– carcajeó Dani.

–¡Es que tenía miedo de que no me dejaran ir si volvía muy tarde!– me justifiqué tratando de retener la risa que me comenzaban a contagiar ambos.

–¿Te regañaron?

–Me castigaron– solté con seriedad, y Dani volvió a reír.

–Por eso no contestaba los putos mensajes– añadió Miranda fingiendo estrés.

–Ah, ¿por eso no tenías tu teléfono cuando llegaste a mi casa?– me preguntó él.

–¿Fuiste a su casa estando castigada?– me preguntó ella.

–Huyó– le respondió Dani.

–¡JÚRAMELO!– exclamó Miranda incrédula.

Aún hay bastante falta de información y contexto.

–¡Cállense! Les explicaré– solté risueña y ambos carcajearon –. Okay... me castigaron, pasó la noche... y al día siguiente– comencé a explicar –, estábamos dibujando p... Mateo y yo– me tomé una corta pausa ahí para verificar que no hayan saltado sospechas en ninguno con mi pequeño "error de pronunciación", una vez lo verifiqué; continué –, y yo tal vez... le haya dicho de una forma que no debí.

Para ese momento, Daniel estaba tratando de contener su risa lo mejor que podía.

–¡Dani!– exclamé, haciéndolo estallar finalmente a carcajadas.

–¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste?– me preguntó Miranda. La miré fijamente, reflexionando sobre cómo decir lo que quería decir. Buscando ayuda, mi vista se posó en el rostro burlón de Dani, quien no parecía estar dispuesto a brindármela.

–Lo... lo llamé... emm– comencé a hablar pero mi amiga me interrumpió.

–Mira, mientras no lo hayas llamado mi amor, no pudo haber sido tan malo– soltó con despreocupación.

Nuevamente dirigí la mirada a ella, ¿cómo le explico que fue peor?

–¡¿LE DIJISTE MI AMOR?!– me preguntó sorprendida.

–¡NO!– exclamé, y se calmó rápidamente –... pero lo llamé... papi.

–Aww, Juli...– soltó una ahora enternecida Miranda –... no de una manera sexual, ¿o sí?

–¡No!– respondí riendo junto con mi amigo.

–Y huiste, me imagino– soltó Miri.

–S-sí... y Dani me encontró en el parque cerca de su casa, me llevó allá y me ayudó– le respondí sonriéndole a mi amigo, quien me devolvió el gesto al instante.

–¿Y te castigaron el doble?– me preguntó mi amiga, siendo casi interrumpida por el sonido de la campana, que marcaba el comienzo de las clases.

–No, pero luego les cuento– finalicé con una sonrisa que terminé contagiándoles.


Narra Mateo

Apenas volvimos a casa nos encargamos de preparar todo para cuando vuelva la nena. Lavamos los biberones y los chupetes, y estos últimos los dispersamos por cada habitación de manera que queden accesibles por si llega a necesitar usar uno. Los pañales los desempacamos y guardamos dentro de los cajones de un mueble en su habitación, junto con el talco y la crema anti rozaduras que compramos en la farmacia camino a casa.

Aún no remodelamos la habitación de la pequeña, planeábamos hacerlo cuando vuelva con su tía, por lo que aún no tiene su cambiador, ni cuna, ni mecedora, ni la decoración infantil que me gustaría colocar. Sebastián y yo planeamos colocar también una repisa con libros, así cuando nos pida un cuento tendrá de dónde escoger. También queremos colocar un suelo de tipo alfombra por si se llega a caer mientras no la vigilamos. Aún falta mucho por hacer, pero estoy tan feliz y emocionado.

Llamamos a un electricista que trabaja en la residencial, y aprovechamos que Julia se había marchado para que coloque los cerrojos de clave en los baños. El señor nos preguntó la razón mientras colocaba el primero (muy poco profesional de su parte, por cierto), tuve que decirle que Max había aprendido a abrir puertas y que no paraba de enfermarse por beber el agua del inodoro, pero me alegré de haberlo inventado rápidamente.

Cuando terminó, le agradecimos y le pagamos. Nos explicó cómo poner la contraseña y una vez aprendimos, fuimos a cada baño al menos dos veces para asegurarnos de que todos estuviesen listos.

Okay, ahora solo queda esperar a que salga de clases y recogerla.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora