Capítulo 77

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Narra Mateo

Poco antes de que mi marido se marchara del cuarto, me coloqué a los pies del cambiador y despojé a la nena de su pantalón, tomando sus braguitas al mismo momento en que se fue. Antes de bajarlas, le dirigí una mirada a mi niña, asegurándome de que esté lista, sonriendo al notarla distraída con los dibujitos infantiles que podía ver del mueble desde su lugar.

–Mi princesa– solté en voz baja, recibiendo una mirada por su parte que me enterneció.

–¿Necesitas a tu osito, nena?– le pregunté, y antes de que me pudiera responder, una mejor idea cruzó mi cabeza. Me dirigí a la mesita de noche junto a su cama, donde se encontraba sentada su muñeca, la tomé y se le di provocando una carita que me derritió el corazón. Apenas la vio, la abrazó contra su pechito y sonrió, dándome a entender que ahora sí podía continuar.

Extendí el pañal y lo coloqué debajo de ella, para luego quitarle la ropa interior. Lo acomodé y posteriormente tomé la pomada para las rozaduras, coloqué una cantidad en dos de mis dedos y lo esparcí en toda la zona. Prefiero que sobre pomada a que falte.

Después de ello, tomé la botella de talco y alcé primeramente sus piernitas para dejar caer en la parte trasera, luego las bajé con cuidado y coloqué en la entrepierna y la parte frontal.

Me tomé unos segundos para dejar su pantalón y sus braguitas en la cesta de la ropa sucia, después guardé el talco y la crema en el cajón del cambiador, y finalmente me dirigí de nuevo a mi cometido. Miré antes a la nena, estaba admirando su muñequita. Me hubiera arrepentido tanto de no habérsela comprado. Continuando con mi objetivo, tomé la parte frontal de su pañal y la extendí cubriendo con ella su vientre. Me aseguré de que estuviese bien posicionada la parte trasera, y finalmente tomé la cinta derecha, despegándola y adhiriéndola al dibujo frontal de Winnie the Pooh, luego tomé la cinta izquierda y ajusté el pañal a su cinturita pegándola a su respectivo lado del dibujo.

Le di dos palmaditas sonriente por mi cometido y la felicité por lo bien que se comportó durante todo el proceso.

–Mi princesa... te portaste tan bien– le hice saber, tomándola en mis brazos para luego colocarla en mi cintura y verla sonreír.


Narra Julia

Aún con Rapunzel en mis brazos, me recosté sobre el pecho de papi, quien no dudó en comenzar a mecerme y darme suaves palmaditas sobre mi pañal, arrullándome ligeramente por accidente.

Me recostó sobre la cama, y aproveché el momento para acurrucarme con mi muñeca.


Narra Mateo

No puedo explicar lo fácil y rápido que es para ella robarme el corazón. Se veía tan linda. Mi niña es tan hermosa.

Me alejé un par de metros para abrir su mochila, saqué a su osito y la camisa de su pijama, con el objetivo de que estuviese cómoda. Con cuidado de no moverla mucho para dejarla descansar un poco, le quité su camiseta, y lentamente le coloqué la de su pijamita. Aunque es cierto que si es que había logrado conciliar el sueño en esos segundos, yo ya la había despertado, seguía bastante somnolienta, y con precaución de no lastimarla, la tomé en brazos, remplazando su muñeca por su peluche pues este es más suave y no hay manera de que se lastime con él.

Ahora cargándola tuve que resistirme a arrullarla, pues si se quedaba completamente dormida no desayunará. Afortunada o tal vez desgraciadamente (pues adoro cómo se ve dormidita) despertó con el movimiento mientras bajaba los escalones.

–Pero miren quién despertó– solté en un tono infantil y risueño, haciéndola sonreír.

–Hola, papi– respondió después de un bostecito –, ¿me dormí?

–Un poquito, debes estar muy cansadita– le respondí dejando un beso en su cabeza para luego sentarla en su designada silla del comedor.

–¿Listos para desayunar?– preguntó abiertamente mi marido al notar nuestra llegada –¿Ya le pusieron su pañalito a mi princesa?– agregó dejando los platos que faltaban sobre la mesa, haciendo sonrojar a mi niña, provocándome una sonrisa.


Narra Julia

El comentario de daddy me hizo percatarme de algo que no había notado. Estoy en pañales. Solo tengo una camisa puesta, una que prácticamente no lo cubre en lo más mínimo. Sé que me sonrojé, siento calientes las mejillas, y aumentó aún más con el siguiente comentario que me dirigió.

–Aww, bebita... te ves hermosa– soltó con una sonrisa de oreja a oreja.

Escondí mi rostro con ayuda de Koda, y recibí pronto mimos de parte de ambos.

Al poco tiempo, papi dejó un biberón con jugo junto a mi plato, le agradecí el gesto y lo tomé con mis manos para comenzar a beber, pues tenía ya bastante sed. Ambos me sonrieron de oreja a oreja y se sentaron finalmente en sus sitios.

Comenzaron a comer, y a los pocos segundos Max llegó corriendo a la mesa, haciéndome dejar mi biberón sobre esta para dedicarle mimos en la cabecita.

–Hola, Max– lo saludé sonriente, y aunque no me haya respondido, me alegraba saber que estaba feliz de verme.


Narra Sebastián

Se ve tan bonita mi princesa. Agradezco tanto que mi altura me permita verla bien desde mi lugar, y también el gesto de mi esposo de no haberle puesto la parte de abajo de su pijama. Sé que no pasó ni una semana, pero extrañé tanto tenerla en casa.

Ojalá decida quedarse con nosotros.

Al verla acariciar a Max, estuve a punto de llevarla a que se lave sus manitas para comer, pero me vino a la cabeza una mejor idea.

–Monita...– la llamé, captando su total atención y recibiendo una sonrisa que imité –¿me dejarías darte de comer?

Mateo me miró instantáneamente con una sonrisa. No sé cómo no se nos había ocurrido eso antes.

–No entiendo, daddy...– soltó confundida –¿como de avioncito?– agregó ladeando su cabecita, haciéndome enternecer y sonreír.

–Ven aquí– solté poniéndome de pie para tomarla en brazos y luego sentarme con ella sobre mi regazo.

Al hacer contacto con mis piernas, su pañal hizo un notorio ruido que me provocó una enternecida risa silenciosa, pues si me reía en voz alta, la nena se sentiría mal. Mateo sonrió de oreja a oreja por su parte, y yo dejé un beso en su mejilla ahora rojita.

Ahora con ella sobre mis piernas, la sujeté por el vientre con mi mano izquierda, tomando con la derecha su biberón para colocarlo a mi alcance, y posteriormente su plato con frutita. Ella miraba con total atención todo lo que yo hacía, mientras abrazaba con ambas manitas su oso de peluche. Piqué un trocito de naranja con mi tenedor y lo acerqué a su boquita, haciéndola sonreír antes de aceptarlo.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora