Capítulo 21

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Narra Julia

–¿Qué película quieren ver?– preguntó abiertamente Mateo.

–Algo de miedo– sugerí yo con una sonrisa, y ambos me miraron con extrañeza unos segundos.

–No sé, linda– soltó finalmente Sebastián.

–Por favor– rogué, ocasionando que se miren mutuamente, como buscando aprobación en el otro.

–¿Estas segura, monita?– me preguntó Sebas.

–¡Sí!– les informé.

Ya había oscurecido por completo, era el momento perfecto para ver una película de terror.

–Está bien, pero si te asusta la quitaremos, ¿okay?– respondió ahora Mateo.

–Okay, okay– dije ahora con una sonrisa, para luego recostarme bajo las mantas a nuestra disposición.

Ambos, aún dudosos de su decisión, decidieron ignorar el sentimiento y se recostaron a mis lados. Mateo tomó el control remoto y buscó en Netflix la categoría de terror.  Pronto nos decidimos por una en específico: El Niño, y apenas la reprodujo, cada quien tomó su respectivo platillo para luego comenzar a comer, dirigiendo su atención a la película.

–Nena, si quieres que te abrace alguno de los dos, solo dilo, ¿está bien?– soltó Sebas, haciéndome sonrojar. Aún así no tardé en responder.

–Está bien, gracias– dije regalándoles una sonrisa que me devolvieron al segundo.

La película se veía buena, reconocí a la protagonista de la serie The Walking Dead, por lo que sabía de sobras que haría un buen papel. Debo admitir, que cada jump-scare me hizo brincar ligeramente, y antes de la llegada de cada uno, cubrí primeramente mi rostro bajo las sábanas, pues sabía que me sorprenderían.

Cada cierta cantidad de segundos alguno de los dos me volteaba a ver, pero yo traté de esconder mi temor con tal de que no la quitasen, pues la trama me llamaba la atención. En un punto, Mateo acarició mi cabellera, haciéndome darme cuenta de que esconder mi rostro bajo las sábanas solo me hacía ver más aterrada, por lo que lo descubrí, haciéndolo reír.

Para cuando ya habíamos terminado de comer y los platos se encontraban de vuelta en la mesa frente a nuestros pies, aproveché mis manos libres para abrazar a Koda, gesto que enterneció notablemente a Mateo y Sebastián.

Pasados un par de minutos, la película ya me tenía completamente inmersa y pendiente a la situación de la protagonista. Cada movimiento, cada palabra... lo presencié todo. Lo cual provocó que el jump-scare siguiente lo viviera en primera persona.


Narra Sebastián

Todo este tiempo había estado pendiente de Julia, y me comenzaba a arrepentir de haber escogido esta película por las reacciones que ella tenía al verla. Pero hubo una escena, que sé que la llenó de miedo, o al menos eso me hizo creer el pequeño grito que soltó.

Llamó nuestra atención con ese grito, pero lo que vino después me llenó de ternura. La pequeña no perdió más el tiempo, después del susto, y enseguida se acercó a mi lado del sofá para abrazarme, manteniendo aún en sus brazos su osito de peluche. Escondió su carita en mi cuello, y pude sentir su acelerada respiración exigiéndome que la calme.

En seguida me enderecé ligeramente y Mateo quitó la película. Pasé mi mano suavemente por su espalda, acariciándola de arriba a abajo.

–Ey, ya pasó... tranquila– le susurré colocando mi mano derecha detrás de su cabeza, y la izquierda manteniéndola como la encargada en darle unas ligeras palmaditas en la espalda.

–Ay, corazón...– comentó Mateo colocando un mechón de Julia detrás de su oreja, para luego dirigirse a mí –no debimos haberla dejado ver una película así– agregó.

Tenía razón. Fue nuestra culpa. Pronto la escuché sollozar ligeramente, aún manteniendo el rostro escondido en mi cuello.

–Sh, sh, sh... aquí estamos, nena– volví a susurrar, y a partir de ese entonces comenzó a calmarse.

–¿Quieres un juguito, bebé?– le preguntó mi marido, y ella asintió. Mateo no dudó en ponerse de pie y dirigirse a la cocina, para luego volver con un vaso de jugo de manzana en mano.

–No dejaremos que algo malo te pase, ¿okay?– le susurré nuevamente a Julia, mientras mi esposo se sentaba a mi izquierda.

Apenas Mateo se sentó ella se enderezó, sacando su carita de mi cuello talló sus ojitos y recibió finalmente el vaso de jugo.

–Gracias– susurró.

–No te preocupes, linda– respondió él, y enseguida ella comenzó a beber de aquel vaso.

Al terminar su bebida, secó sus labios y me miró con unos ojitos cristalizados que me llenaron de ternura.

–Perdón– soltó apenada.

–No, corazón– le respondí acercándome a ella –. No te disculpes, no pasa nada, ¿está bien?– agregué.

–Nadie está molesto contigo– le dijo Mateo –. Estuvo bien que abrazaras a Sebas, tenías miedo.

Pronto y sin previo aviso, volvió a comenzar a sollozar.

–Oh, bebita, ven aquí– soltó Mateo justo antes de abrazarla, gesto que ella correspondió al instante.

–¿Qué te parece si mejor nos vamos a dormir? Creo que ya viste suficiente de esta película– sugerí.

–¿Que se vaya a dormir con eso en mente? Le dará una pesadilla– me comentó mi marido haciéndome entrar en razón.

–Tienes razón– respondí pasando mi mano por mi cabellera. Me mantuve en silencio hasta que una genial idea cruzó mi cabeza –. ¿Qué tal un cuento para dormir, bebé?– le pregunté nuevamente a la pequeña.

Mateo parecía ahora congeniar conmigo, pues ambos le dirigimos una sonrisa a Julia en espera de su respuesta. Ella por su parte, secó sus ojitos, nos miró a cada uno y posteriormente asintió para luego volver a abrazar a Mateo.

–¿Quieres que te cargue hasta tu cama?– le preguntó él haciéndome sonreír. Y más aún cuando la escuché acceder –Muy bien, ven aquí– agregó poniéndose de pie con ella en brazos, casi sin esfuerzo alguno.

Yendo en dirección a la temporal habitación de Julia, me puse a pensar en qué cuento le leeríamos, no tenemos libros infantiles. Al llegar al cuarto, Mateo recostó a la niña sobre la cama, dejando un beso plantado en su frente que la hizo sonreír enterneciéndome.

–Amor, no tenemos cuentos, ¿o sí?– le pregunté a mi pareja.

Él se mantuvo callado un momento, y haciéndome saber que se le había ocurrido una solución, salió del cuarto sin previo aviso, dejándome solo con ella. Me senté al borde de su cama y la arropé mientras se mantenía abrazando su peluche.

Julia es adorable, es una niña tan linda y gentil. Necesito vivir este tipo de experiencias con ella todos los días por el resto de mi vida.

–Volví– soltó Mateo sonriente, entrando nuevamente a la habitación, ahora con un viejo libro infantil en mano.

Recuerdo ese libro, él me llegó a contar cómo su mamá se lo leía todas las noches que le llegó a costar conciliar el sueño. Es muy preciado para él, y tiene sentido, yo nunca fui muy unido a mi madre, pero si ella muriera; atesoraría cada recuerdo suyo a mi disposición.

Julia lo miró con una sonrisa que trató de esconder detrás de su peluche. Me enterneció su gesto, y no pude evitar causarle cosquillas para que saliera de su escondite. Una vez logrado mi cometido, y cuando ella logró finalmente calmar sus risas, me senté a su lado, acariciando su cabecita. Mientras, Mateo se recostó del lado contrario, permitiéndole observar el libro.

–La oruga que quería volar– leyó mi princesa.

–Así es, nena– respondió él sonriente.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora