Narra Julia
Apenas papi y daddy se habían marchado, mi atención se dirigió a Diego, quien me regaló una sonrisa.
–¿Qué película estabas viendo, nena?– me preguntó ahora girando su cabeza en dirección a la televisión. Tardé un poco en responder, y durante ese corto lapso de tiempo él se dirigió a la sala de estar.
–Enredados– solté no muy alto, pues aún no sentía mucha confianza con él.
–¿En serio? Yo nunca vi esa película– me respondió sorprendiéndome, y me dirigí a donde él se encontraba –¿Quieres terminarla? Le queda poco tiempo para acabar.
Su sugerencia me hizo sonreír, y sin pensarlo dos veces terminé asintiendo para luego sentarme de piernas cruzadas sobre el sofá cama. Diego me sonrió, se acercó a mí y me preguntó manteniendo el gesto si se podía sentar en el mismo mueble, a lo que le respondí con un "claro" devolviéndole la sonrisa.
Narra Diego
Podía ver el pañal de la nena desde mi lugar, lo cual me enterneció bastante, pero no dije nada para no arruinar lo que llevaba construido en cuando a confianza conmigo. El resto de la película no duró más de tres minutos, y al aparecer los créditos finales, apagó la televisión. Supongo que debe ser su película favorita, o tal vez una de las que más le gustan, pues disfrutó cada instante del desenlace, pero parecía haberlo visto ya más de una vez.
–¿Es tu película favorita?– le pregunté sonriente. La nena se sonrojó ligeramente y asintió –¿Por?
Como al inicio, se tomó un corto momento para finalmente responder.
–No lo sé– soltó confusa bajando la mirada –... tal vez solo me gusta la trama– agregó viéndome finalmente.
Miré la pantalla en la que alguna vez se reprodujo, y me mantuve reflexionando hasta finalmente hablar.
–¿La trama es el príncipe?– bromeé haciéndola reír –Porque la voz de Chayanne no lo hace quedar nada mal– agregué sonriendo.
–¡No!– soltó ella sonriente –Chayanne es un señor– agregó ahora más tranquila.
Reí antes de volver a hablar.
–No conozco la película... ¿por qué no me cuentas de ella?
Narra Julia
Amo que me pregunten de Enredados, ¡lo sé todo! Y no titubeé al hacérselo saber.
–Es de una princesa llamada Rapunzel que fue secuestrada cuando era pequeña– comencé a explicar –, pero ella no sabe que fue secuestrada, así que pasa muchos años con una señora que fingía cuidarla... ¡pero no era así!– solté exclamando la última parte, haciéndolo reír levemente, pero no me importó –Esa señora cepillaba el cabello de Rapunzel y se hacía más joven, así que vivió mucho tiempo.
–¿Su cabello era mágico?– me preguntó, haciéndome saber que tal vez me haya saltado un par de explicaciones.
–Sí, porque cuando su mamá, la reina, estaba embarazada, bebió una sopita de la flor que salió cuando una gota de sol cayó a la tierra– le comenté, sorprendiéndolo –. Pero un día, cuando ella va a cumplir dieciocho años, decide escapar para ver el mundo, y descubre así que es la princesa perdida del reino.
–¿Y qué le pasa a la señora que la robó?
–Es que un ladrón que ella conoció, el cual es Chayanne– respondí ahora riendo –le cortó el cabello para salvarla, y la señora mala murió porque envejeció muy rápido.
–Mhm– soltó Diego, como tomándose unos segundos para procesar la información que le había dado.
Bajé la mirada, encontrándome con mi muñeca a mi derecha, la cual tomé para mostrársela.
–Wow, ¿es tuya?– me preguntó.
–¡Sí! Me la compraron mis daddies– respondí sin pensar. Pero al instante me di cuenta de lo que dije, y lo miré avergonzada para luego volver a bajar la mirada. Acaricié la cabellera de mi muñeca para finalmente escucharlo hablar.
–Deben quererte muchísimo– me respondió, sin darle importancia al asunto.
Alcé la mirada en su dirección, seguía avergonzada pero le sonreí brevemente, agradeciendo que no le diera más vueltas al asunto. Sé de sobras que no me diría nada malo, él mismo tiene una little, pero aún así era incómodo hablar de esto con alguien desconocido para mí.
–¿Sabes, nena...? ellos siempre me hablan de ti– soltó, tomándome por sorpresa.
–¿En serio?– le pregunté confundida, y asintió sonriente.
–Siempre– soltó rodando los ojos divertido –. Me cuentan que te portas muy bien, que dibujas muy bonito...– agregó haciéndome sonreír –... pero, también me contaron que están preocupados por ti– pronto mi sonrisa se esfumó –. ¿Por qué crees que sea?
Lo vi con inquietud, saltando la mirada de un ojo suyo al otro, indecisa por si contarle o no. Pronto pude soltarlo y hablar finalmente, pero me costó un poco pues no es un tema que disfrute tocar.
–Es que...– comencé a explicar, apartando la mirada –... descubrieron ayer que me lastimé– dije sin más.
–¿Dónde te lastimaste?– me preguntó cruzando las piernas en su lugar, para luego girarse a verme. Copiando su movimiento, ahora nos encontrábamos frente a frente, haciéndolo sonreír.
–La lengua– agregué.
Bajó la mirada pensativo, y finalmente habló.
–¿Cómo te lastimaste?– me preguntó y una única lágrima cayó por mi mejilla, pero él no lo mencionó.
Ahora nerviosa, comencé a jugar con el exceso de grasa en mi brazo derecho. Creo que una de las partes que más inseguridad de causan son mis brazos, pero nunca había jugado pellizcándolos.
–Vomité– solté finalmente.
Diego suspiró y arqueó las cejas, como mostrando preocupación.
–¿Por qué lo hiciste?
–Porque comí mucho– le respondí ahora con más confianza, pero aún desanimada.
Ya podía verlo a los ojos, y apenas lo hice me sonrió con compasión. Limpié mi lágrima y continué hablando.
–No recuerdo el nombre de lo que comí ese día... pero fue en un restaurante japonés cruzando la calle– solté.
–Creo que ya sé cuál– me respondió sonriente –. La comida allí es muy buena, ¿tus daddies te llevaron?
Asentí ligeramente sonriente, me gustó que no le diera importancia al cómo los llamo.
–Sí.
–¿Te gustó lo que pediste?– me preguntó y al instante notó mi inconforme reacción –No me refiero a si te gustó la idea de comerlo... ¿te pareció rico?
Reflexioné antes de responder, y luego asentí.
–¿Qué era?
–Parecían unos burritos pequeños, pero tenían adentro verdura y carne... y mucho aceite.
–Mhm– comenzó a hablar –, ¿harumaki?
–¡Sí! ¡Esos!– exclamé sonriente, haciéndolo reír.
–Uy, esos son deliciosos– me respondió, se tomó unos segundos y luego continuó –. Cuéntame cómo es un día normal para ti en cuanto a la comida.
Suspiré, no me sentía muy orgullosa de mi desempeño de hoy.
–Pues... trato de comer lo menos posible, y la menor cantidad de veces posibles– solté.
–¿Cuánto tiempo has llegado a pasar sin comer?
Lo miré a los ojos, la verdad no sabía si contar las veces que vomité como parte de mi ayuno.
–¿Cuenta si vomité?– le pregunté, deseosa de que dijera que no, pues de otra forma me daría vergüenza responder. Afortunadamente negó.
–Alrededor de día y medio– respondí, haciéndolo guardar silencio.
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Julia
Teen FictionEsta historia toca temas sensibles. La escribí porque no encontré una sola historia que toque el tema de los TCAs junto con el TBDL/ABDL. La historia no rotará alrededor de los trastornos alimenticios, solo será una pequeña característica que le dar...