Narra Julia
Hoy es domingo, y mi tía está conduciendo conmigo en el auto a casa de mis daddies, pues hoy lo pasaré con ellos.
En el trayecto hablamos de lo cerca que ya se encontraba mi cumpleaños, pues será el próximo domingo. Me preguntó mi tía si quería organizar una fiesta, pero le dije que no. Me gustaría pasar el día a solas con ella, pero también me gustaría hacerlo con mis daddies.
–¿Por qué no pasamos el día juntas y en la tarde te llevo con ellos?– soltó, pero ni ella parecía convencida por lo que dijo.
–Pero es muy poco tiempo... para ambos– respondí.
–Lo sé, nena...
Nos mantuvimos pensativas unos segundos, hasta que finalmente se le ocurrió una mejor idea.
–¿Por qué no te quedas a dormir allá?– sugirió, captando mi atención –Podemos estar juntas tú y yo hasta las seis o siete de la tarde, y luego te llevo a su casa y te quedas a dormir allí... ¿qué te parece?
Dirigí la mirada de vuelta a la carretera, para después dedicársela nuevamente a mi tía.
–¿Tú crees que ellos quieran?– le pregunté, pues tampoco quería invitarme sola a una casa ajena.
–Por dios, nena, quieren que te mudes con ellos– me respondió haciéndome reír.
Su comentario me hizo sentir bien, me recordó que mis daddies me quieren mucho. No pude quitarme la sonrisa del rostro en el resto del camino.
Al estacionarse mi tía, bajamos del auto, tomé mi mochila y nos dirigimos juntas a la entrada. Esperando frente a la puerta, recibí un suave beso en la frente por su parte, que respondí con una sonrisa cariñosa. Pronto la puerta se abrió, descubriendo a mi daddy con un cabello mojado que le delataba de haber salido de bañarse recientemente.
–Hola, Emma, ¿qué tal?– saludó a mi tía sonriente con un beso en la mejilla.
–¡Daddy!– exclamé abalanzándome sobre él, tomándolo por sorpresa pero respondiéndome al abrazo.
–Hola, princesa– me saludó sonriente, para luego dejar un corto beso en mi cabeza.
Me giré para ver a mi tía, quien se mantenía sonriente en la entrada.
–Volveré por ti en la noche, nena, ¿okay?– me dijo y asentí en respuesta –Pórtate bien, no vayas a desobedecerles, ¿entendido?– agregó ahora más seria.
–Sí, tía– respondí para luego acercarme a abrazarla, gesto que me fue correspondido –. Nos vemos luego– agregué soltándola.
–Adiós, mi vida– me respondió para luego despedirse de mi daddy y alejarse.
Una vez daddy cerró la puerta, me tomó en brazos y me llenó el rostro de cortos besitos haciéndome reír.
–¡Mi princesa! Te extrañé tanto, bebita– confesó y escondí mi rostro en su cuello.
–Yo también los extrañé– solté y él no tardó en comenzar a mecerme –, ¿dónde está papi?
–Vamos a buscarlo– dijo sonriente para luego inclinarse ligeramente, tomar mi mochila y ponérsela al hombro, a lo que le agradecí, pues de esa forma yo podía seguir en sus brazos.
–¿Papi?– llamé una vez comenzamos a subir las escaleras, haciendo sonreír a daddy.
–¡Amor, ya llegó la nena!– exclamó él uniéndose a mi búsqueda.
Al llegar al segundo piso, unas pisadas comenzaron a aproximarse a nosotros, siendo más sonoras con cada paso.
–¿Quién llegó? ¿Es mi princesita?– escuché a papi decir desde alguna de las habitaciones.
–¡Papi!– exclamé removiéndome, y daddy me dejó sobre el suelo para permitirme buscarlo, viéndolo salir finalmente de su oficina con un rostro de emoción.
–Mi bebita– soltó colocándose a mi altura, permitiéndome correr a sus brazos.
Me alzó al abrazarme y llenó mi mejilla izquierda de besitos haciéndome sonreír.
–¿Qué les parece si alistamos a esta princesita...– dijo daddy aproximándose a nosotros para pasar la punta de su dedo índice por mi nariz, causándome una pequeña risa –y bajamos a desayunar?
Al instante de divisar la oportunidad frente a mis ojos, respondí un "oh, yo ya desayuné pero los acompañaré", recibiendo una mirada interrogante de daddy que me puso nerviosa.
–¿Segura, jovencita? Porque de estar mintiendo romperías una regla– me advirtió papi.
Me removí un poco en sus brazos, pensé que tal vez si me mostraba segura de mí misma pasaría desapercibida, pero es como si supieran perfectamente cuándo estoy mintiendo. ¿Debo mantener la mentira o me doy por vencida?
–Sí, desayuné en mi casa– respondí evitando el contacto visual.
–Eso suena como una mentira, corazón, las mentiras no se dicen, y menos a papi y a daddy– soltó daddy –. Apenas llegaste ¿y ya tan rápido necesitas un castigo?
Volví a removerme, les dirigí la mirada nuevamente y negué repetidas veces con mi cabeza. No me gustan sus castigos, me intimidan mucho estando molestos.
Bajé la mirada para luego esconder mi rostro en el cuello de papi, aferrándome a la tela de su camiseta.
–Lo siento– solté en voz baja, y pronto papi comenzó a mecerme.
–Tranquila, bebé... ya pasó, sh, sh, sh...– me consoló daddy acariciando mi cabellera para luego besar mi cabeza.
–Pero, princesa... no deberíamos tener que advertirte cada que estés rompiendo una regla– soltó papi, preocupándome –. Estamos siendo muy flexibles contigo... ya no habrán más advertencias, ¿entendido?
Saqué mi rostro de su escondite y limpié la única lágrima que solté para luego asentir, ahora asustada por mi futuro.
–Sí, papi– solté cabizbaja, recibiendo un corto beso en la frente de parte de cada uno.
–Vamos, nena, hay que ponerte tu pañal– dijo papi para luego comenzar a caminar en dirección a mi designada habitación.
Sobre su hombro, pude ver a daddy siguiéndonos. Dejó mi mochila al lado de la cama y pronto salió de mi panorama visual.
Creí que papi me dejaría recostada sobre la cama como las veces pasadas, pero pasó de largo sin siquiera mirarla, confundiéndome en el proceso. Finalmente, me recostó sobre un mueble nuevo, uno que yo no había visto antes. Ambos sonrieron ante mi rostro de confusión.
–Es tu cambiador, monita– soltó daddy risueño, haciéndome sentir un ligero sonrojo de mi parte.
–Aquí te cambiaremos tu pañalito de ahora en adelante, mi niña hermosa– agregó papi con una notoria felicidad de verme recostada sobre aquel mueble. Me estuvo dedicando mimos el siguiente minuto, mientras daddy sacaba algunas cosas de los cajones.
–¿Qué quieren desayunar?– preguntó daddy abiertamente para luego dirigirse a papi –¿Qué te parece si le pones su pañal mientras yo preparo el desayuno?
–¿Sí? Gracias, amor– respondió alegremente mi papi, a lo que daddy le respondió con un corto beso en los labios –. ¿Qué se te antoja, nenita? ¿Un sándwich?... ¿Huevito revuelto?... ¿Fruta?– me interrogó, provocando que me encoja en mi sitio.
Daddy se acercó para acariciar mi cabeza y luego hablar.
–¿Qué tal una ensaladita de frutas?– me sugirió, y pasados un par de segundos asentí, recibiendo en respuesta un beso en mi frente por su parte, y un cariño en la mejilla de parte de papi.
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Julia
Teen FictionEsta historia toca temas sensibles. La escribí porque no encontré una sola historia que toque el tema de los TCAs junto con el TBDL/ABDL. La historia no rotará alrededor de los trastornos alimenticios, solo será una pequeña característica que le dar...