Narra Mateo
Nos alejamos de la mesa y la pequeña tomó la mano de mi marido, haciéndolo sonreír de oreja a oreja. Nos guió hasta lo que parecía ser su habitación, pues al entrar esta estaba llena de peluches, juguetes y dibujos como los que nos enseñó.
–¿Es tu cuarto, princesa?– le preguntó él a Julia.
–Sí– respondió ella soltando su mano para tomar unas hojas de su escritorio. Uno, cabe mencionar, casi igual al que tengo yo en casa. Sin perder más el tiempo, se sentó en una mesa que, a pesar de que haya estado todo este tiempo en el cuarto, yo no la había visto, y nos extendió un frasco con lápices de todos los colores desde su silla, invitándonos a que nos sentemos con ella. Cosa que no tardamos ni dos segundos en hacer.
–Muy bien, ronda uno...– dije haciéndola reír. La enana era genuinamente adorable –¿habrá límite de tiempo?
–No, por favor– rogó mi esposo.
–¡Sí!– exclamó ella.
–Muy bien, será un minuto– concluí.
–Mierda– soltó Sebas con desdén, pero risueño. En seguida le di un ligero golpe bajo la mesa, recordándole quién estaba con nosotros. La pequeña se rió, y Sebastián no dudó en poner un límite al instante de haber reaccionado.
–Tú no vayas a repetir eso, ¿okay, hermosa?– advirtió señalándola.
–¿Por qué no? Tú lo dijiste.
–Pero tú no puedes, él sí siempre y cuando tú no estés cerca para escuchar, ¿verdad, amor?– dije.
–Es verdad, esta vez fue sin querer. Perdón, princesa, por favor dime que no empezarás a decir malas palabras por mi culpa– agregó Sebas.
Narra Julia
Me gustaba cómo me trataban ellos, era lindo, me sentía querida por alguien fuera de mi círculo social o familiar. Me mantuve en silencio unos segundos antes de responder, solo para hacerlos sufrir, pero finalmente asentí aliviándolos. Después de todo, tenía miedo de que le dijeran a mi tía si llegaba a decir una grosería.
La competencia de dibujo comenzó, primero fue una ronda de animales: un perrito, una vaca, un gorila espalda plateada... empezamos con lo básico para permitirle a Sebas calentar. Aunque este último no fue mucho de su agrado, me hizo reír bastante.
Descubrí que el talento de Mateo no solo lo presume, sino que también lo demuestra. Se molestó incluso en hacer el sombreado, eso me impresionó. Me gustaría que me enseñara a dibujar.
–¡Terminé!– exclamó Sebas elevando su dibujo, justo al sonar el temporizador del teléfono de Mateo.
–A ver– dije curiosa.
Esta ronda fue de construcciones, y el primer dibujo fue una granja. Debo confesar que no me gustó el resultado de mi obra, y creo que ellos dos lo notaron al mirarme mientras sostenía el lápiz.
–¿No te gustó, nena?– me preguntó Mateo.
–Linda, tu granja está preciosa, ¿ya viste la mía? ¡Está horrible!– dijo Sebas haciéndome reír.
Era cierto, dibujar no era lo suyo, pero verse lindo se le facilitaba mucho.
–Quisiera dibujar como tú– agregué mirando a Mateo, él sonrió.
–¿Quieres que te enseñe algún día?
–Sí, por favor– respondí con ilusión.
Había tenido maestros de dibujo antes, múltiples, pero sinceramente ninguno me agradó, todos fueron sumamente estrictos. Me alegra saber que alguien que me cae muy bien podría terminar enseñándome ahora.
–La próxima vez que nos veamos, que sea en nuestra casa para enseñarte bien– comentó girando la mirada hacia su esposo para luego volver a posar la mirada en mí –. Invitaremos a tu tía, a mi papá y a Fernanda, ¿qué te parece?
–¡Sí!– exclamé, pues genuinamente me emocionaba la idea de convivir con ellos. No tardé en ponerme de pie e ir a abrazar a Mateo, quien me recibió con una cálida sonrisa.
–Aww, bebé, tranquila– dijo pasando su mano por mi espalda.
–Falto yo, ¿para mí hay abrazo también?– dijo Sebas, quien se mantenía en su asiento con los brazos abiertos, esperándome.
No dudé un segundo en soltar a Mateo para ir a abrazarlo a él también, y no pasaron ni dos segundos para que me soltara y hablara.
–¿Puedo cargarte, princesa?– preguntó tomándome por sorpresa.
¿Cargarme? ¿A qué se refiere? Mi tía no me carga, como mucho me ha llegado a cargar Dani de caballito, y la verdad no me molesta, pero no parecía que él quisiera cargarme de esa forma. Intrigada y curiosa, asentí y permití que, una vez de pie, pusiera sus manos bajo mis axilas, elevándome rápidamente y colocándome con mi cabeza en su pecho.
Sebastián no tardó en comenzar a mecerme, y por unos segundos me sentí en el paraíso, incluso estaba logrando arrullarme.
–¿Tienes sueño, princesa?– me preguntó Mateo.
Para ese entonces yo ya no podía pronunciar una palabra, me limité a asentir y esconder mi rostro en el cuello de Sebastián.
Narra Sebastián
No hay palabras en el diccionario de la RAE que logren describir cómo me siento ahora, ¡estoy en el mismísimo cielo! ¡La nena se está durmiendo! ¡En mis brazos!
Mi sonrisa no desapareció ni un segundo, el único cambio en ella que hubo fue cuando Julia se escondió en mi cuello, ahí sentí que me moriría de ternura. Mi sonrisa se agrandó, y el rostro enternecido de Mateo me hizo saber que él también se estaba enamorando de ella.
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Julia
Teen FictionEsta historia toca temas sensibles. La escribí porque no encontré una sola historia que toque el tema de los TCAs junto con el TBDL/ABDL. La historia no rotará alrededor de los trastornos alimenticios, solo será una pequeña característica que le dar...