Capítulo 56

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Narra Julia

Hoy, en lugar de la alarma de mi teléfono, me despertó papi.

–Hola, nena, ¿en cuánto tiempo entras a la escuela?– me preguntó colocándose a mi altura, pues seguía recostada sobre la cama.

Miré el reloj digital sobre la mesita de noche antes de responderle.

–Hola, papi... en una hora– solté, para luego volver a cerrar los ojos.

Mi tía tarda veinte minutos en llevarme a la escuela desde su casa, es por eso que me suelo levantar a esta hora. Pero, por fortuna, hoy y mañana serán las excepciones, pues mi escuela se encuentra a alrededor de cinco minutos de aquí.

–¿Ya se despertó?– preguntó daddy haciéndose presente en la habitación.

–Más o menos– soltó papi haciéndolo reír.

–Buenos días, bella durmiente– me saludó mientras se acercaba a mí, y pronto pude sentir sus cariños en mi cabeza.

–Hola, daddy– le respondí sonriente.

–Dice que entra en una hora– le comentó papi, y por fin me digné a abrir los ojos, pues me di cuenta de que no podré volver a conciliar el sueño hasta que oscurezca nuevamente.

–¿Una hora? Entonces vamos a desayunar, bebita– respondió daddy, y al instante me puse nerviosa.

Comer... ¿otra vez? Acabo de cenar hace unas horas.

–Ven aquí, mi nena hermosa– soltó papi con una voz infantil que me hizo reír, para luego tomarme en brazos.

Dejé a Koda sobre la cama y nos dirigimos escaleras abajo, encontrándonos con Max, quien se emocionó al vernos. Al llegar a la mesa del comedor, papi me dejó sentada sobre la silla de la cabecera para luego dirigirse a la cocina con daddy. Apenas se marcharon, me distraje notando el plato de Max en el suelo, se encontraba a un par de metros de mí, y desde mi lugar pude ver cuántos tipos de comida tenía dentro. Había huevo, zanahoria, salchicha, croquetas y creo que algo de manzana. Pronto daddy y papi volvieron, y dejaron un plato en cada asiento del comedor que solemos ocupar.

–Daddy– lo llamé.

–¿Sí, bebita?

–¿Max siempre come eso?

Ambos se acercaron un poco para ver el plato de Max, y luego me confirmaron que sí.

–Hubieras visto el banquete que cenó ayer– me comentó papi.

–Es cierto, comió todo eso junto con crema de cacahuate y pollo– agregó daddy risueño.

–Suena asqueroso– comenté riendo.

–Suena asquerosísimo, pero por alguna razón le fascinó– me respondió papi risueño.

Ahora prestándole atención al plato frente a mí, pude notar que se trataba de huevos revueltos con jamón, o bueno, huevo revuelto con jamón. Papi y daddy debieron tener dos o tres cada uno, pero afortunadamente a mí solo me prepararon uno.

Aún así, me mantuve admirando mi plato unos instantes, tratando de recordar las calorías en cien gramos de la comida frente a mis ojos. Sorprendiéndome, daddy tomó mi mano, ocasionando que le dirija mi total atención. Me sonrió y la acarició.

–Si terminas todo tu huevo con jamoncito, nena...– comenzó a hablar –... te levantaremos el castigo, ¿qué te parece?

¡SÍ! ¡Sí, por favor! Necesito mi teléfono, necesito poder ver la televisión, ¡necesito a mi muñeca!

Asentí ahora sonriente, y mi papi tomó mi otra mano para besarla y luego comenzar a comer. Una vez parecía haber tragado el primer bocado, se dirigió a mí.

–Pero queremos ver el plato limpio, princesa– me indicó.

Miré mi comida unos instantes para finalmente tomar mi tenedor. Primero la partí en trozos que progresivamente fui volviendo cada vez más pequeños, hasta que finalmente me llevé uno a la boca. ¡Estaba delicioso! Mi daddy cocina increíble.

–Muy bien, monita, estoy orgulloso– me alentó papi sonriente, e inconscientemente comencé a balancear mis pies por la alegría que su comentario me hizo sentir.

–Sigue así, bebé– agregó daddy, y le regalé una sonrisa para luego tomar mi siguiente bocado.

Debo admitirlo, no todo fue color de rosa en este desayuno, hubo un punto en el que me comencé a sentir culpable, pues ya solo quedaban dos pequeños trozos de lo que alguna vez fue un huevo revuelto ENTERO con jamón.

–¿Quieres dejarlo aquí, mi amor?– me preguntó papi, confundiéndome.

–Es que... sí quiero que me levanten mi castigo– respondí cabizbaja.

–Yo creo, y estoy seguro de que papi también lo cree...– comenzó a hablar daddy, captando mi atención –... que diste todo tu esfuerzo, bebé– finalizó poniéndose de pie con su plato vacío en mano, para luego dejar un beso en mi frente y marcharse hacia la cocina.

–Sí, nena... está bien si no terminas toda tu comida siempre... nosotros solo queremos que te esfuerces al máximo– soltó papi.

–Entonces... ¿ya no estoy castigada, papi?– les pregunté dudosa, y una vez me negó con la cabeza en respuesta, me avancé ahora yo sobre él para darle besitos en el rostro, haciéndolo reír.

–¡Daddy también quiere, nena!– exclamó mi daddy aproximándose a nosotros, ahora sin su plato en mano. Solté a papi y él me tomó en brazos para que lo llene de besitos también.

–Mi nena hermosa– dijo papi poniéndose de pie para dejar un beso en mi frente.

Papi se dirigió nuevamente a la mesa, y tomó nuestros platos para luego ir con ellos en mano a la cocina.

–Hora de lavarse los dientes, peque– me indicó daddy, y una vez volvió papi con nosotros, me llevaron de vuelta a mi habitación donde daddy finalmente me dejó de pie en el suelo. Entré al baño con ellos, aprovechando que este era algo innecesariamente grande.

–Aún faltan cincuenta minutos, linda, ¿quieres un baño?– me preguntó papi mientras yo colocaba pasta dental en mi cepillo.

–¡Sí!– exclamé haciéndolos reír –Ayer no me bañé– agregué antes de mojar el cepillo con agua y comenzar a utilizarlo en mi boca, con cuidado de no lastimar más mi lengua.

Daddy se acercó a la tina a mi costado y abrió la llave del agua, inclinándose para sentir la temperatura con su mano izquierda. Finalmente escupí la pasta dental en el lavabo, y enjuagué mi boca con agua. Posteriormente, permití que papi me ponga en la lengua aquella pasta rara que mencionó Joaquín, la cual por suerte, no dolía.

–Okay, creo que ya está lista– soltó daddy, alegrándome con la noticia, pues ya comenzaba a sentir grasoso mi cabello.

Papi se colocó a mi altura y tomó la camisa de mi pijama por el borde.

–Alza los bracitos, nena– me indicó.

Mierda, no.

Lo había olvidado por completo.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora